La batalla por la OEA

Columna
El Líbero, 29.03.2025
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

Pocos chilenos hemos tenido el privilegio de conocer Surinam, insospechado país sudamericano en el que se funden diversas culturas ancestrales, otras de origen africano, garimpeiros brasileños, gente venida del subcontinente indio, de China o de Java. Los partidos políticos se articulan allí -con nombres democráticos y progresistas de fantasía- según criterios étnicos. Todos estos pueblos se incorporaron al mundo a través de Países Bajos, la antigua potencia colonial, de quienes obtuvieron sus instituciones originales, independencia y su lengua franca.

De Surinam proviene el recientemente elegido secretario general de la OEA, Albert Ramdin, de origen indio, hoy canciller de su país. La votación tuvo lugar el 10 de marzo, pasando desapercibida entre nosotros. El ministro tiene experiencia en la Organización al servir durante una década como secretario general Adjunto. Igualmente, cuenta con el respaldo de los 14 estados caribeños miembros de la OEA y, teóricamente, con la legitimidad de haber sido elegido por aclamación.

Lo que no se dice, es que, a lo largo de la campaña, en la que Ramdin se enfrentó al canciller paraguayo Rubén Ramírez, los 14 países de Caricom no fueron capaces de lograr 4 votos entre los restantes 20 miembros de la OEA, para alcanzar una mayoría de 18 y ser elegido. Esto reflejó la división del hemisferio y la poca importancia que le damos a su principal institución multilateral. Al final, Ramdin fue elegido por unanimidad gracias a una oscura maniobra de Brasil (en la que participamos) que forzó la retirada del paraguayo Ramírez.

El candidato de Asunción tampoco pudo alcanzar los votos necesarios, porque a varios países no les convencía su nombre. Se especula que representaba el sentir de la Casa Blanca (estuvo en Mar-a-Lago con Trump) en estos tiempos convulsos; que los estrechos lazos de Paraguay con Israel colocarían al Secretario General en una situación comprometida; que sus relaciones con Taiwán harían peligrar la equidistancia de la región ante el agravamiento de las tensiones geopolíticas mundiales; que las fuertes condenas paraguayas a las dictaduras regionales de izquierda implicarían repetir una Secretaría General como la del saliente Luis Almagro.

Si esto fue así, la elección habría constituido un primer síntoma de distanciamiento de la región con la actual administración en Washington, y un fracaso para Marco Rubio, incapaz de levantar una candidatura alternativa. Igualmente, un fiasco para el presidente Peña y su canciller, que habrían leído mal los signos de los tiempos en las relaciones hemisféricas. La elección también se analizó bajo la óptica de la competencia entre Estados Unidos y China en la región, donde Ramdin representaría a los segundos; o se entendió como el regreso del pragmatismo y el relajamiento de los principios de la Carta Democrática Interamericana del 2001, que hasta ahora hemos defendido con pasión. Ramdin y Surinam, así como gran parte de Caricom, han sido leales a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela. A pesar de todo, está por verse lo que viene.

La maniobra para apartar al candidato paraguayo fue coordinada por Lula a fines de febrero en un encuentro virtual en el que participaron Gabriel Boric, Gustavo Petro, Yamandú Orsi (presidente Electo de Uruguay) y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. El 1 de marzo, en Montevideo, con motivo de la ceremonia de transmisión del mando uruguayo, el golpe se consumó nada más bajarse Boric del avión presidencial. Poco después, el presidente se reunió con Santiago Peña, pero la decisión de darles la espalda ya estaba tomada. Si es que les informamos de nuestra decisión, debe haber sido una reunión tensa. Oficialmente, hablamos sobre el corredor bioceánico y los juegos panamericanos junior 2025.

La conspiración para remover a Ramírez nos reveló que está de regreso el estilo de Lula y su asesor internacional en el manejo de los asuntos hemisféricos. Bajo el rótulo “En defensa de la democracia. Luchando contra el extremismo” incorporaron al español Sánchez, como antes a Rodríguez Zapatero. La próxima reunión del grupo será en Chile. Así, la izquierda regional compuesta principalmente por Brasil, México, Chile, Colombia, Bolivia, Honduras y Uruguay pretende aislar a Estados Unidos, Argentina, Paraguay y El Salvador. Presumo que un objetivo es, más adelante, la legitimación de Maduro a través de alguna figura creativa.

El naufragio de la candidatura paraguaya cayó como bomba en Washington. Sin embargo, en su Comunicado de felicitaciones a Ramdin, le recuerdan que la defensa de la democracia, la promoción de los derechos humanos, el fortalecimiento de la seguridad son funciones principales de la OEA. Le recalcan las prioridades de la administración Trump de construir una América más segura, fuerte y el compromiso de EE.UU. de aliarse con países democráticos para confrontar la migración, el crimen transnacional y a los regímenes dictatoriales mencionados. Igualmente, reiteran su voluntad de impulsar reformas institucionales en la OEA, entre ellas, que el financiamiento de la institución sea una “responsabilidad compartida”. Es decir, rayaron la cancha.

En su previsible enojo, Paraguay deslizó su profunda frustración con Brasil y Uruguay, “con quienes compartimos un espacio e historia común”. Los acusó de modificar su compromiso inicial “en forma abrupta e inexplicable”. Sin embargo, justificaron el retiro de su candidatura por motivos de principios y bajo el argumento de que EE.UU. anunciaría el “desfinanciamiento” de la OEA, que haría inviable su gestión. Cierto, de concretarse la idea de Rubio de compartir equitativamente el financiamiento, habrá que reducir su tamaño y ajustar sus funciones, lo que no está mal.

El peligro es que en América Latina surjan voces ideológicamente motivadas para liquidar la OEA, o trasladarla, que es lo mismo. Es algo que debemos evitar a toda costa. No existe otro canal de contacto colectivo con los EE.UU., el país más importante del orbe; no hay otra institución creíble para prevenir conflictos, garantizar el monitoreo electoral, que promueva el desarrollo del derecho internacional, que garantice el respeto por los derechos humanos. Nada reemplaza a la OEA en el manejo de crisis. Puede que la percibamos como inútil, como a otros organismos, pero es un sistema centenario e irreemplazable que requiere ajustes, pero no su desaparición.

La gira de Marco Rubio a Jamaica, Guyana y Surinam esta semana, en que se reunió con mandatarios de Haití, Barbados y Trinidad Tobago fue un reencuentro con el Caribe como tercera frontera, pero un paso audaz en su vocación interamericana. Abordó la seguridad guyanesa amenazada por Venezuela; el refuerzo del combate a la criminalidad transnacional; la viabilidad de Haití; un nuevo sistema energético para evitar la dependencia caribeña de Petrocaribe, que incluiría a República Dominicana, Guyana y Surinam, y favorecería las inversiones norteamericanas en el sector. Trató también los programas de ciudadanía por inversiones (usado por chinos e iraníes), el programa médico cubano, la continuidad de la cooperación bilateral.

No creo que la OEA se le vaya a ir de las manos a EE.UU., por ahora. Están haciendo un esfuerzo por sumar a Caricom con decisión; confrontar las manipulaciones de nuestra izquierda; asegurar la elección del próximo secretario general Adjunto, y no dudarán en cooptar a Ramdin, a cuyo partido le acaban de dar oxígeno para las elecciones de noviembre en Surinam. Más al sur, seguimos agazapados, sin proyectos hacia el Caribe y divididos por impulsos ideológicos.

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