Columna El Periódico, 24.08.2025 Jorge Dezcallar de Mazarredo, Embajador de España
Escribo desde Mallorca que este verano está recibiendo, como las otras islas del archipiélago balear, muchas pateras procedentes de Argelia cargadas de inmigrantes. Peor es la situación de Canarias y mucho me temo que la era de grandes migraciones sólo está recomenzando porque eso es lo que los humanos han hecho desde el origen de los tiempos.
En la época de Jesucristo el mundo tenía 300 millones de habitantes y solo llegó a 1.000 millones a principios del siglo XIX. Desde entonces todo se acelera gracias a avances en medicina y salubridad pública, al final de la 2GM éramos 2.500 millones y ahora 8.000. Cualquiera que tenga 42 años ha visto duplicarse la población mundial durante su vida y los que tengan 75 la han visto triplicarse. Es una barbaridad. La película japonesa “Plan 75” donde se mata a los viejos para reducir su carga social asustó a su director, Chie Hayakawa, al descubrir durante el rodaje que la idea de la eutanasia tenía aceptación popular cuando lo que él pretendía era precisamente denunciar esa posibilidad.
De aquí a 2050 la población mundial crecerá otros 2.000 millones y a partir de ese momento se estabilizará y comenzará a decrecer. De esos 2.000 millones, 1.300 nacerán en África (Nigeria será el tercer país más poblado del mundo) que será el continente de las grandes oportunidades porque habrá que hacerlo todo (viviendas, carreteras, electrificación, hospitales, aeropuertos y ferrocarriles etc) y también de los grandes problemas pues será imposible dar a todo el mundo las tres T que propugnaba el papa Francisco: Techo, Tierra y Trabajo. El cambio climático, la desertificación y la subida del mar complicarán aún más las cosas.
En contraste, la población descenderá en Europa, Rusia y Asia. El descenso es dramático en Europa que en 1900 tenía el 25% de la población del mundo y hoy solo tiene el 6% con el que mantiene el 17% del PIB y el 50% del gasto social mundial. Todos envidian nuestra educación, sanidad, pensiones... que serán difíciles de conservar con una población cada vez menor y más envejecida. Hoy 9% de los europeos tienen más de 65 años y subirá al 19% a fin de siglo. Necesitaremos muchos inmigrantes cuando la inmigración se ha convertido en bandera de batalla de una ultraderecha xenófoba, populista y miope que teme por su identidad y privilegios, y eso hace más necesaria que nunca una política inteligente que nos permita recibir a los que necesitamos y no más porque ninguna sociedad de bienestar aguanta con fronteras abiertas. También Rusia, el país más extenso del mundo, pierde población y con apenas 140 millones de habitantes solo produce gas y petróleo para conseguir un PIB ligeramente superior al de Italia. Con esos mimbres no puede competir con EEUU y China aunque su arsenal nuclear le dé otras bazas importantes.
Tampoco está claro que el siglo XXI vaya a ser el de Asia, como algunos proclaman, porque con excepción de la India todo el continente perderá población. China tiene experiencia porque en 1200 perdió la mitad de sus habitantes por la peste y la posterior hambruna y le costó 350 años reponerse. La diferencia es que ahora la despoblación asiática es más o menos voluntaria: las parejas eligen tener menos hijos -o no se lo pueden permitir- y por eso de aquí a 2050 Japón perderá el 18% de sus habitantes, Corea del Sur el 12%, y China y Taiwán el 8%, con el agravante de que los que queden serán más viejos y eso tendrá serias consecuencias sobre su productividad y su capacidad militar, lo que dará ventaja a EEUU cuya población crecerá un 12% en el mismo período gracias a una fuerte inmigración que en Asia no existe.
Los españoles somos 48,3 millones. En 2024 hubo en España 318.115 nacimientos y 433.547 fallecimientos y a pesar de ello seremos 50 millones el año próximo gracias a la inmigración porque tenemos una de las tasas de natalidad más bajas de Europa, 1,23 hijos por mujer, muy lejos del ideal de 2,2 entre otras razones por las dificultades que los jóvenes tienen para independizarse y acceder a una vivienda digna. Necesitamos ayudas sociales y fiscales a la natalidad, como ya ha hecho Francia, si queremos mantener nuestro envidiable nivel de vida y eso exige una política adecuada que, en medio de tanta polarización, tanta miopía política y tanto cortoplacismo, no se vislumbra en nuestro horizonte.