Columna Clarín, 08.10.2025 Roberto García Moritán, embajador ® y exviceministro de RREE argentino
Desde mediados del siglo XX, la mayoría de los presidentes de Estados Unidos han intentado mediar en el prolongado conflicto entre israelíes y palestinos. La influencia de Washington en Medio Oriente y la estrecha relación con Israel han convertido a la Casa Blanca en actor central de los esfuerzos de conciliar diferencias y preservar la estabilidad regional.
En muchos casos, esas iniciativas han oscilado entre negociaciones directas, presión diplomática y acuerdos marco. El primer paso se dio con Harry Truman al reconocer al Estado de Israel en 1948, minutos después de su declaración de independencia. Este gesto marco el inicio de una alianza estratégica que ha perdurado hasta hoy.
Uno de los hitos diplomáticos más recordados, fue la reunión de Jimmy Carter con los lideres de Israel y Egipto en Camp David (1978) que representó el primer tratado de paz entre Israel y un país árabe. Ronald Reagan propuso un plan de paz en 1982, sin éxito. Mas adelante, Bill Clinton impulsó los Acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP (1993) y la Cumbre de Camp David del 2000 con la participación de Yasser Arafat, que termino sin un entendimiento definitivo.
Posteriormente, George W. Bush propuso una Hoja de Ruta para la Paz (2003) y Barack Obama abogó por la solución de dos Estados. Donald Trump, en el primer mandato, reconoció a Jerusalén como capital de Israel. Aun así, promovió los Acuerdos de Abraham que normalizaron las relaciones de Israel y varios países árabes.
Pocas iniciativas diplomáticas han causado tanta atención como el plan de 20 puntos que el presidente Trump presentó en septiembre de 2025, con la ambición de redefinir el postconflicto en la Franja de Gaza.
Entre los puntos más salientes se incluye el retorno de todos los rehenes (vivos y fallecidos), la liberación de presos palestinos (250 con condenas a cadena perpetua y 1700 detenidos tras el ataque terrorista del 7 de octubre de 2023), la desmilitarización de Gaza y la creación de una autoridad tecnocrática transitoria en Gaza bajo supervisión internacional, con un “Board of Peace” presidido por Trump y con figuras políticas como Tony Blair.
El enfoque pragmático de los 20 puntos -con plazos estrictos y condiciones específicas- es una hoja de ruta cuya implementación podría requerir precisión, fuerte apoyo regional y consenso diplomático.
Al establecer una secuencia de pasos, la cronología corre el riesgo de convertirse en un proceso muy sensible ya que cada etapa depende del cumplimiento total anterior. Aunque el plan presupone aceptación formal de las partes en especial de Israel y de actores palestinos, no se reconoce directamente a Hamas como interlocutor válido.
El objetivo declarado es que surja un nuevo liderazgo palestino (que podría incluir tecnócratas, lideres comunitarios, académicos y figuras religiosas no militantes) que pueda incluso negociar en un futuro una solución definitiva (potencial Estados palestino).
La historia de los acuerdos fallidos en la región demuestra que, sin garantías sólidas, confianza mutua y un fuerte respaldo internacional, este tipo de planteamientos tienen dificultades de prosperar en su integridad. Sin embargo, es ponderable que, a más de 75 años del inicio del conflicto, la Casa Blanca siga intentando fórmulas para contener a uno de los enfrentamientos más enraizados del siglo XX y XXI.
Es de esperar que la nueva propuesta sea capaz de romper el ciclo de violencia, terrorismo y estancamiento diplomático en una cuestión con sensibles raíces históricas, religiosas, territoriales y geopolíticas.