A 10 años de la guerra entre Rusia y Ucrania: el esfuerzo debe continuar

Columna
El Mercurio, 13.01.2024
Juan Pablo Toro, director ejecutivo (AthenaLab)

Sí, el titular es correcto. Probablemente, usted esté pensando que el próximo 24 de febrero de 2022 recién se cumplirán dos años de la invasión masiva de Rusia a Ucrania, que desembocó en una guerra total del tipo que no se había visto en décadas en suelo europeo. Con líneas de trincheras, ataques de artillería, hundimiento de buques, combates entre tanques y bombardeos aéreos indiscriminados contra la población civil.

Para los ucranianos, la historia es otra. En febrero de 2014, soldados rusos sin identificaciones visibles empezaron a ingresar por miles a la península de Crimea, donde Moscú podía emplear la base naval de Sebastopol, gracias a un acuerdo que databa de la época del desmonte de la Unión Soviética. Los “pequeños hombres verdes”, como fueron apodados, junto a una campaña de desinformación brutal en el ciberespacio, hicieron parte de las maniobras propias de la “guerra híbrida” con las cuales Moscú pavimentó el camino para anexar ese territorio, lo cual selló con un referendo orquestado para “legitimar” el cambio de propiedad.

Ese hecho marcó el inicio de la guerra de Rusia contra Ucrania, que si bien logró controlar de facto Crimea, no pudo avanzar más allá de las regiones de Lugansk y Donestk para apoyar a las supuestamente oprimidas minorías rusohablantes. Gracias a la férrea resistencia de las tropas de Kiev, se consolidó una línea de frente y el conflicto entró al congelador —táctica preferida del Kremlin—, mientras mediadores occidentales buscaron darle una salida negociada. Los Acuerdos de Minsk prohibieron las acciones ofensivas de las partes, pero la guerra en el Donbás prosiguió dejando 14.000 muertos y 1,4 millones de desplazados hasta 2022. La situación está muy bien descrita por el escritor Andréi Kurkov en “Abejas grises” (Alfaguara).

Eso hasta que hace dos años, el presidente Vladimir Putin reeditó sus objetivos de ocupar Ucrania e impedir para siempre su deriva hacia la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Sin embargo, esta vez los planes fallaron estrepitosamente.

Las fuerzas militares locales habían aprendido la lección y se prepararon para una guerra no convencional, donde pequeñas unidades móviles y muy letales enfrentarían a grandes y lentos grupos blindados, a la vez que identificaron los enormes cuellos de botella de la logística del Ejército ruso. También la pérdida de Crimea cristalizó el nacionalismo ucraniano de una vez por todas.

Es cierto que el conflicto hoy parece estancado. La reciente contraofensiva de los defensores no fue tan efectiva, porque los agresores también aprenden de sus errores. Pero nunca se trató de un videojuego de disparos de resultados rápidos.

Ahora, cuando las dudas sobre el curso de la confrontación empiezan a emerger en algunos sectores agotados y desorientados de Occidente (republicanos trumpistas, por ejemplo), es el momento de redoblar esfuerzos. Putin sabe que, por las mayores capacidades y recursos de Rusia (un país de la cuenca del Pacífico), el tiempo siempre ha estado de su lado una vez que se entró en una guerra de desgaste.

Un eventual triunfo de Moscú significaría que las debilitadas, pero necesarias, reglas internacionales ya son letra muerta y que la anexión territorial por la fuerza es válida. Un regreso al siglo XIX e inicios del XX, con sus nefastas consecuencias. Ayer Crimea, mañana Guyana y luego, quién sabe.

En este sentido, el Estado de Chile se ha pronunciado con claridad. No reconoció como válida la anexión de Crimea y condenó la invasión a Ucrania. Pero podría hacer más que entregar unos cientos de miles de dólares para ayuda humanitaria (cantidad ínfima para nuestras posibilidades). Un empresario local donó una ambulancia blindada que ha salvado muchas vidas.

La organización de la cumbre Ucrania-Latinoamérica en Santiago sería una posibilidad. Desde ya el recién asumido presidente de Argentina, Javier Milei, ofreció sede. Pero sabemos cuál es la situación económica que enfrenta. Ahora que la política exterior se ha rearticulado es momento de pasar al frente, al menos, el diplomático. Lo que se defiende en esa guerra trasciende con creces lo que sucede en el campo de batalla.

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