A un mes del conflicto Israel-Hamás: el dilema de una escalada

Análisis
AthenaLab, 08.11.2023
John Griffiths y Marcelo Masalleras

Se cumple un mes del ataque terrorista a gran escala lanzado por Hamás contra Israel, que el pasado 7 de octubre dejó 1.400 muertos, miles de heridos y sobre los 220 rehenes. Una incursión que se caracterizó por el alto nivel de barbarie, violencia e indiscriminación respecto de civiles, ancianos, mujeres y niños inocentes. Todo, en medio de la falla de inteligencia más grave de la historia del Estado judío desde la Guerra del Yom Kippur, hace justo 50 años.

La respuesta de Israel no se hizo esperar. Inmediatamente, Tel Aviv comenzó una campaña aérea y bombardeos de artillería sobre blancos en la Franja de Gaza como reacción al ataque sufrido. Paralelamente, se declaró la guerra; se organizó un gabinete de unidad nacional; se intensificaron las operaciones de inteligencia para determinar blancos y ubicación de rehenes, y se forzó el desplazamiento de civiles desde el norte al sur de la Franja de Gaza. Al mismo tiempo, se planificó una operación terrestre de magnitud, única forma de concretar el objetivo político declarado de “destruir a Hamás”. A estas alturas y desde el viernes 3 de noviembre, las fuerzas terrestres ya están instaladas en Gaza, con dos núcleos que avanzan desde el norte y otro con medios blindados que aisló el territorio hacia el sur, rodeando la Ciudad de Gaza.

Los efectos en la población civil palestina han sido graves. Según la información entregada por las autoridades de la Franja de Gaza que controla Hamás, los muertos por los ataques israelíes superan las 10.000 personas; muchos de ellos son niños, mujeres y ancianos inocentes. Las Naciones Unidas —encabezadas por su secretario general, António Guterres— han condenado las incursiones militares y han demandado un cese de las hostilidades para poder entregar ayuda a las víctimas, en declaraciones que han despertado la molestia de Tel Aviv.

Más allá de hacer un recuento sobre lo sucedido en estos 31 días, una pregunta crucial está relacionada con la posibilidad de que el conflicto escale a nivel regional o incluso global. En este sentido, se estima conveniente evaluar tres aspectos: 1) Qué interés tiene cada parte en que la violencia exceda a Israel y Hamás; 2) Si este acto puede desencadenar voluntariamente, o por error, el escalamiento del conflicto, y 3) Si este se expande, quién se ve beneficiado o perjudicado.

 

Israel

Se estima que el Estado de Israel no tiene interés en que el conflicto se expanda; de hecho, no le conviene desde ningún punto de vista. Hoy su frontera norte con Líbano y Hezbolá, sumada a la frontera este con Cisjordania, se mantienen con acciones menores permanentes y en las cuales han debido desplegar un contingente considerable, como precaución. A esto, se debe agregar la amenaza permanente de Irán, a través de sus fuerzas subsidiarias en Siria, Irak, Líbano y Yemen (rebeldes hutíes). En síntesis, una escalada significaría abrir las operaciones en dos o tres frentes simultáneos, lo que dificultaría determinantemente el desarrollo de las acciones y el desenlace de la guerra. No obstante, Tel Aviv podría terminar desencadenando una escalada en la medida que no limite el daño colateral sobre personas e infraestructura civil con sus acciones en Gaza, o bien que ejecute ataques sobre blancos en El Líbano o Siria, sin considerar la posibilidad de un error de operación en el lanzamiento de un misil, cohete, artillería o bomba de aviación. Con todo, no hay duda de que la ampliación del conflicto perjudicaría los intereses de Israel, pues extendería sus esfuerzos de guerra a límites sobre los cuales no hay total certeza de poder enfrentar dentro de los factores temporales y espaciales que se visualizan.

 

Hamás

El grupo terrorista es el principal interesado en que el conflicto escale. Esto, pues obligaría a Israel a derivar fuerzas en distintos frentes, lo que aliviaría la presión actual, junto con drenar su arsenal de armas y munición. En términos de generar una escalada, es difícil que Hamás pueda hacer algo mayor a lo que hizo el 7 de octubre pasado, ya sea por magnitud o sorpresa, además que se mantiene bajo presión militar permanente. Este grupo, además, podría conseguir mayor apoyo político y militar a su causa, clave para sobrevivir, siendo este su principal problema.

 

Irán

La situación de Teherán no es tan clara como se tiende a pensar. Si bien existen antecedentes que lo vinculan tanto a Hamás como a Hezbolá en calidad de patrocinador —además de fuerzas insurgentes en Siria, Irak y Yemen—, no significa que a Irán le convenga que el conflicto escale regionalmente. Esto, pues una escalada, si bien debilita a Israel, podría terminar involucrándolo directamente en la guerra, ya sea contra Tel Aviv o contra Estados Unidos, considerando que no solo está en juego el futuro de la Franja de Gaza, sino que el equilibrio geopolítico en Medio Oriente. Desde luego, no se debe olvidar nunca la permanente amenaza que significa el programa nuclear iraní. Por lo mismo, se estima que Irán podría salir más perjudicado que beneficiado de una escalada en el conflicto, siendo su opción más favorable que Israel siga invirtiendo recursos y que la situación se mantenga acotada a Gaza y, como mucho, al norte con el Líbano y Hezbolá. Los principales objetivos que podría tener Irán ya estarían potencialmente cumplidos en lo general, pues terminó con la normalización de relaciones entre Tel Aviv y Riad, se demostró que Israel es vulnerable y tiene al Estado más poderoso de la región en jaque. Además, con la situación actual, Irán ya está en mejores condiciones para reevaluar su posición en Medio Oriente y el Golfo Pérsico, en particular, sin necesidad de arriesgar parte de su poder. El equilibrio geopolítico con Arabia Saudita y la supervivencia del régimen son, sin duda, las principales preocupaciones de los líderes en Teherán; en especial, al considerar que el régimen se encontraba enfrentando importantes movimientos internos de protesta antes del inicio del conflicto.

 

Hezbolá

Tampoco es tan claro que el grupo terrorista libanés se beneficie de la expansión del conflicto. Si bien persigue objetivos similares que Hamás, una nueva confrontación directa contra Israel podría tener consecuencias graves para su supervivencia. No hay duda de que Hezbolá está en mejores condiciones para enfrentar a Israel, ya que cuenta con más combatientes (mejor entrenados, experimentados y equipados), un mayor arsenal y una amplia dispersión territorial. Pero no todo eso garantiza el éxito; en particular, por el gran desgaste que ha significado su participación en Siria durante más de 10 años.

La experiencia de enfrentar militarmente a Israel ha sido dura; no obstante, existen algunos resultados a destacar en la guerra de 2006. Involucrarse, nuevamente, en operaciones a gran escala podría obligar al Estado judío a perseguir el mismo objetivo que con Hamás, vale decir, la destrucción política y militar de Hezbolá. En resumen, podría ser perjudicial para la supervivencia del grupo terrorista en el mediano plazo.

Hoy la situación fronteriza es delicada, con intercambio de fuego todos los días y bajas por ambos lados, lo que aumenta la posibilidad de que se produzca un error o que alguna unidad genere una acción que termine por desencadenar, voluntaria o involuntariamente, un enfrentamiento mayor con la milicia libanesa. Si se recogen las recientes palabras del líder del grupo, Hassan Nasrallah, este se movió sobre una delicada línea que deja ver el compromiso con la causa de Hamás, pero sin llegar a declarar la guerra abierta contra Israel, aclarando que no tuvieron nada que ver con el ataque del 7 de octubre. Hezbolá debe afirmar que está interesado, pero no tan involucrado.

 

Estados Unidos

Estados Unidos ha desplegado su poder diplomático y militar para evitar que el conflicto escale al resto de la región. Se ha visto en varias oportunidades al secretario de Estado, Antony Blinken, visitando a los líderes más importantes de la zona, con el fin de ponderar las reacciones y evitar la ampliación de las acciones bélicas. A Washington no le debería interesar abrir un nuevo frente militar en Medio Oriente en caso de tener que involucrarse directamente en el conflicto. No obstante, en el supuesto de verse obligado a hacerlo y enfrentar a su antagonista principal en la región, Irán, esto podría utilizarse como oportunidad para dar cuenta del programa nuclear de Teherán. Con todo, se estima que sería perjudicial para EE.UU. una escalada del conflicto, considerando su compromiso con el esfuerzo de la guerra entre Ucrania y Rusia y, particularmente, que su principal interés está en China y el Indo-Pacífico.

 

Rusia

Rusia se encuentra geográficamente alejada del área, no así sus intereses. Cabe recordar el apoyo militar brindado por Moscú al régimen de Bashar Al Assad en Siria, para entender que para Vladimir Putin hay temas en juego en la región. Si bien su involucramiento sería más bien indirecto, la escalada del conflicto y una eventual participación de Estados Unidos en las acciones sólo sumaría para Putin, siendo el principal beneficiado de que el conflicto en Gaza siga distrayendo la atención mundial, que hasta hace un mes estaba en Ucrania.

 

Otros Actores Regionales

Se estima que, para otros Estados de la región, como Egipto o Arabia Saudita, no existiría interés en que el conflicto escale, pues los perjuicios derivados de la inestabilidad superan con creces los potenciales beneficios que podrían derivarse, como podría ser para Riad que Irán termine debilitado y su régimen reemplazado.

Finalmente, si bien para la mayoría de los actores hay más razones —intereses y beneficios— para evitar la escalada del conflicto, se estima que las posibilidades de que este se expanda siguen siendo altas. Esto, por la emocionalidad que está latente, por el riesgo de un error o una acción involuntaria, o bien por la ejecución de actos deliberados, ya sea de las partes involucradas o por terceros interesados.

Interés probable en la escalada

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