Atentos a Panamá

Columna
El Líbero, 11.05.2024
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

Las elecciones panameñas del domingo pasado arrojaron un claro ganador: el expresidente Ricardo Martinelli (2009-2014), líder indiscutible del partido derechista Realizando Metas (RM), pero oculto en la persona de José Raúl Mulino, el presidente electo con el 34,3% de los votos en un sistema de mayoría simple. Mulino era, originalmente, el candidato a vicepresidente en tándem con Martinelli, condenado el año pasado a 10 años de cárcel por blanqueo de dinero. Antes de ser apresado, éste optó por asilarse en la embajada de Nicaragua. Mulino también estuvo a punto de ser proscrito por tinterilladas de último minuto, pero su candidatura fue validada por la Corte Suprema pocas horas antes de las elecciones.

Cuando Martinelli aún postulaba a la presidencia era el claro favorito con más del 50% de las preferencias en los sondeos. Desde su refugio en la sede diplomática izquierdista el relevo lo asumió Mulino, a quien le traspasó su popularidad. Los Ortega nos mostraron que para ellos el juego de poder es más importante que las adscripciones ideológicas.

Los panameños confiaron en RM y Mulino por varias razones. En primer lugar, por la positiva imagen que Martinelli dejó de sus años de gobierno, cuando logró que la economía creciera a un promedio anual de 7,8%, se invirtiera masivamente en obras públicas, pensiones, se realizara una amplia reforma fiscal, etc. En esta línea, el programa de Mulino contemplaba también un ambicioso plan de infraestructuras (extensión del Metro, línea férrea hacia el interior), fomento productivo (turismo, promoción agrícola) y medidas sociales (reducción del costo de los medicamentos, acceso al agua potable y electricidad en zonas rurales deprimidas).

En segundo lugar, el votante tenía una mala evaluación del gobierno saliente presidido por Laurentino Cortizo, del Partido Revolucionario Democrático, fundado en 1979 por el general Omar Torrijos y afiliado al Foro de São Paulo. Durante la gestión de Cortizo la pandemia golpeó duramente a Panamá, que experimentó su primera recesión el 2020. A esto se agregó la sequía que obligó a reducir el tránsito de buques por el Canal, principal fuente de ingresos del país y, recientemente, el cierre de Minera Panamá, de capitales canadienses, que hasta el año pasado representaba un 5% del PIB. El caso de la minera, gatillado por razones ambientales acabó en grandes protestas a fines del año pasado que produjeron desabastecimiento, parálisis de muchos sectores de la economía, quiebre social, perplejidad y un enorme descontento con el mundo político tradicional, que por años no supo explicar un proyecto sustentable, ni los aspectos jurídicos o administrativos del mismo. La actitud generó sospechas de corrupción y divisiones entre los panameños. El clima de descontento los llevó ahora a votar masivamente (77% de participación) y barrer con partidos y figuras tradicionales en las elecciones a la Asamblea Nacional.

Una tercera explicación para el triunfo de Mulino está en su pasada experiencia como ministro de Seguridad Pública y su carácter duro y frontal, similar al de su mentor, Ricardo Martinelli, apodado “el Loco”. El lema de campaña fue “El Loco con Mulino”. Esto ha sido valorado por la población en momentos en que otro de los desafíos es el deterioro de la seguridad. El año pasado fue el peor en una década, con 556 asesinatos, 18 bandas criminales operando, ocho asaltos a bancos, etc. Se agrega a todo esto el descontrol en el “tapón” del Darién en la frontera con Colombia, por donde se colaron hacia Panamá más de 520.000 personas el 2023, gracias a la presencia activa de redes de traficantes. Había, pues, una demanda imperativa de poner orden.

Una vez que asuma el mando el 1 de julio, el principal desafío del nuevo Mandatario será aplicar medidas económicas rápidas y efectivas que hagan creíble el discurso de eficiencia alcanzado durante la administración Martinelli evitando, sin embargo, la reapertura de Minera Panamá por razones tanto jurídicas como políticas. Según el FMI el cierre de la empresa minera implicará que el país crezca este año sólo un 2,4% (7,5% en 2023), y que sus secuelas sociales se presenten justo cuando Mulino inaugure su mandato. Además, deberá enfrentar un arbitraje internacional, porque la empresa pretende una indemnización justa por los US$ 10 mil millones invertidos.

El actual presidente electo también tendrá que hacerse más conocido, desarrollar una personalidad propia, no quedar sujeto totalmente a su mentor. Entre otras cosas, porque RM no dispone en la Asamblea Nacional de una mayoría suficiente para gobernar y tendrá que negociar con partidos y con diputados independientes que no ven con agrado el cacicazgo de Martinelli. A esto se suma que, si quiere hacer realidad la promesa de construir «un gobierno de unidad nacional lo antes posible», como señaló al ser proclamado vencedor, tendría que dialogar con adversarios y evitar “pasar la cuenta” como querría Martinelli.

Otro desafío para su quinquenio tiene que ver con el combate efectivo a la corrupción, un antiguo anhelo de los panameños que ha sido muy difícil de cumplir. Sin embargo, esta aspiración no parte con un buen pie desde el momento en que el propio Mulino desestimó recientemente las acusaciones de blanqueo contra el expresidente bajo la premisa de que otros funcionarios públicos roban y no son investigados. “Cada uno hace lo suyo”, remató. Igualmente, deberá enfrentar, en momentos de estrechez, una mayor demanda para sacar adelante regiones atrasadas, una reforma al sistema judicial, o la crisis en el sistema de pensiones, entre otras.

¿Por qué es importante para Chile la gobernabilidad de Panamá? En primer lugar, porque somos el cuarto mayor usuario mundial del Canal, después de Estados Unidos, China y México. Más del 25% de nuestro comercio exterior utiliza esta vía, de acuerdo con cifras de Aduanas y de la Autoridad del Canal. Sin embargo, no solamente nosotros estamos involucrados: todos los países del Pacífico sudamericano dependemos del corredor. El 2023 pasaron por allí 113.862 toneladas netas de Chile, Perú, Ecuador y Colombia. Es decir, la seguridad de Panamá nos afecta a todos.

En segundo lugar, porque Panamá es hoy día un hub aéreo y financiero difícil de reemplazar. Nuestras conexiones con Centroamérica, el Caribe y América del Norte dependen en buena medida del aeropuerto panameño. Hace unos años, de los 3,3 millones de chilenos que veraneaban en el exterior una parte importante lo hacía en esas regiones. En lo financiero, sus 40 bancos, su sistema regulatorio, su flexibilidad corporativa, su sistema tributario, un régimen legal abierto y en dólares constituyen hoy un soporte a las operaciones de capitales de Chile y de nuestra región. Si no hubiera un hub panameño habría que inventarlo, y eso no se hace de un día para otro.

No es menos importante cómo manejen lo del Darién. Hoy es fuente de ingresos para el crimen organizado y la insurrección regional, de desestabilización en el istmo y Centroamérica, foco de atención de la política norteamericana, a la vez que esperanza de cientos de miles de desesperados.

Desde otra perspectiva, la futura presidencia de Mulino (Martinelli) también es importante de observar porque se agrega a un fenómeno emergente en nuestra región y el mundo: al grupo de gobernantes “anti casta” tal como Milei, Bukele y, quien sabe si a futuro Trump y Bolsonaro. Este último, en las recientes encuestas, inhabilitado y todo, aparece con un 33,8% de las preferencias, en empate técnico con Lula.

Hay que estar atentos a lo que pasa en Panamá. Su gobernabilidad es importante para todos.

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