Bolsonaro visita a Trump

Columna
El Líbero, 23.03.2019
Enrique Subercaseaux M., ex diplomático y gestor cultural

Tal como se esperaba, la visita del Presidente de Brasil a Washington D.C. ha sido un evento exitoso, rico en imágenes, en empatía, y en un encuentro de horizontes comunes. Hay que entenderla dentro de un nuevo contexto global, en el cual emerge una “nueva derecha”, con rasgos un poco más nacionalistas y un poco más autoritarios, que es lo que los votantes anhelaban y decidieron con su voto. Un dato no menor y que se olvida fácilmente dentro de un contexto global que ha estimulado un exceso de información, opiniones y participación ciudadana.

Este movimiento pendular tiene un correlato muy similar en el otro lado del espectro político con una China y una Rusia más asertivas. Es un tiempo de cambios y, en palabras del filósofo Z. Baumann, “de enorme estado líquido”. Así las cosas, no queda más que observar y tratar de entender.

Evidentemente un cambio de esta magnitud produce intranquilidad y desazón; no olvidemos que Estados Unidos y Brasil son los dos países más importantes de las Américas, por lo que parece de toda prudencia aguardar el paso del tiempo y ver cómo se desarrollan los acontecimientos; ver cómo se inicia un mandato y estar atentos al cambio de los múltiples indicadores sociales y económicos, que son los que al final cuentan, porque son los que importan a la población. Trabajo, educación, salud, seguridad y economía, más algunos cambios que parecen importantes en la escena internacional, donde un multilateralismo muy intrusivo ha estado disminuyendo la cuota de soberanía de los países.

Aparte de la gran sintonía que exhibieron ambos líderes en Washington, existió un apoyo implícito y obvio a los esfuerzos del Brasil por volver a encarrilar su economía. Esto resulta esencial, ya que, aparte del detalle de nuevas inversiones y más comercio, refuerza el hálito de confianza que está envolviendo a la economía Brasileña. En temas de seguridad hay otra convergencia, no menor, en momentos en que los retos regionales son muy significativos. No es solo el tema de la resolución del drama venezolano (que trae aparejado el fenómeno de una bomba inmigratoria, como ya casi todos reconocen), sino también el creciente narcotráfico y el factor desestabilizador de la guerrilla y el terrorismo, de raíz regional y extra regional. Son problemas complejos que requieren del concurso de más actores regionales. Acá hay espacio para todos, pero para que la acción sea eficiente es muy importante que Brasil pueda ejercer un verdadero liderazgo. Las condiciones están dadas. Hay una mayoría de regímenes de clara sintonía política en la región, por lo que una acción concertada es posible.

Pero restarán algunos escollos: el sistema multilateral de Naciones Unidas está en entredicho, tanto en Washington como en Brasilia. Hay muchas razones. Pero parecen importantes de singularizar las que dibujan la pérdida de soberanía individual de los países, la supranacionalidad de cortes y tribunales internacionales en crecientes instancias y la disminución de la libertad individual de los ciudadanos, que son, al final del día, los que con su voto, ejercen la principal voz de soberanía individual, y de la cual deriva la legitimidad de los Gobiernos: el sufragio universal. Se debe tomar razón que hoy, en el año 2019, los ciudadanos exigen información de calidad y una creciente participación en asuntos de interés públicos. Si antes fue más práctico organizarse para apoyar temas multilaterales a través de una multiplicidad de Organizaciones No Gubernamentales, hoy, ante la preeminencia de temas eminentemente domésticos sin resolver, el soberano va eligiendo, paulatina pero seguramente y con convencimiento, el camino de resolver los problemas internos primero.

Ese es el mandato observable no solo en Estados Unidos y en Brasil, sino también en varios otros países de la región y del mundo occidental. Un clamor por preocuparse de la casa primero. Es quizás la razón principal de este giro político que se observa cada vez más.  De la efectividad de alianzas como las de Trump y Bolsonaro podrán derivarse éxitos mayores en otras naciones del globo.

Por cierto que ello conlleva en concentrarse en la sustancia y no en la minucia. Los grandes giros en la política mundial se analizan con sus trazos gruesos y sus resultados, y no con la pequeña historia de lo incidental. No es este un concurso de popularidad. Más bien es el clamor de los ciudadanos, de muy diversas naciones, que ya no solo buscan, sino exigen, mayores espacios de libertad individual y una mayor eficiencia en el Estado, que, dicho sea de paso, está cada vez más entrampada en una hiperregulacion. Lo vemos en Chile, así como Bolsonaro lo ha constatado en Brasil.

Sigamos observando, y siendo testigos de la construcción de un nuevo bloque regional, y global, donde la cercanía ideológica estará reflejada en la búsqueda de mayores y mejores resultados en la gestión. Con las necesarias reformas, y con dar una contestación clara a sistemas políticos que han quedado al debe con sus votantes y ciudadanos. Es que, en el año 2019, es cada vez más difícil satisfacer a una población que es capaz de ejercer su voto de forma informada y soberana.

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