Caracas, Moscú, Washington. Un triángulo vicioso

Columna
Realidad & Perspectivas, N*103 (marzo 2022)
Milos Alcalay, embajador (r) y ex viceministro de RREE venezolano

Las posiciones agresivas de Nicolás Maduro son conocidas. Más de un país –aliado o no– han recibido sus insultos por no adoptar una posición incondicional con su Régimen. No entiende que es difícil justificar las graves violaciones de lesa humanidad o esconder el drama que sufren más de 6 millones de refugiados venezolanos que escapan para poder sobrevivir.

En el caso de Ucrania, las posiciones oscilantes y contradictorias asumidas por el régimen de Maduro son difíciles de entender. En un momento de profunda preocupación mundial, el oficialismo demuestra la perdida de la brújula geopolítica, debido a las constantes y sorpresivas piruetas bolivarianas.

El 24 de febrero, cuando se inició la invasión militar rusa, ésta fue rechazada de inmediato por el G7, la OTAN, la Unión Europea, la Asamblea General de la ONU, la OEA y la inmensa mayoría de parlamentos del mundo. Maduro, tras pronunciar las conocidas arengas antinorteamericanas, expresó su respaldo categórico a Rusia. Para no dejar dudas, llamó por teléfono a su amigo Vladimir Putin para expresarle su apoyo irrestricto a la intervención militar contra las fuerzas nazis de Ucrania, sin tener en cuenta que este país está dirigido por un presidente judío, sobreviviente del holocausto nazi.

Ese apoyo incondicional a Putin –muy publicitado por la prensa oficial rusa– se hizo para no dejar dudas sobre la clara solidaridad, ya que, en el tablero de votación de la Asamblea General, Venezuela no pudo consignar su voto por falta de pago de las cuotas adeudadas a la ONU. Con la llamada telefónica, el oficialismo informaba que asumía la misma posición incondicional expresada en la votación por países de tanta credibilidad como Bielorrusia, Corea del Norte y Siria.

La historia no termina allí. Cuál no sería la sorpresa, cuando poco tiempo después, Maduro recibe con bombos y platillos en el Palacio de Miraflores a una delegación norteamericana de nivel medio. Para evidenciar su agrado con la visita del Imperio, Maduro lo hace rodeado de banderas de los dos países, y se pronuncia de manera emocionada sobre lo lindas que se ven. A raíz de esa reunión, libera a norteamericanos detenidos injustificadamente, anuncia que reasumirá el dialogo con la oposición en México y cambia su discurso sobre Ucrania, para propiciar esta vez el dialogo, la negociación y la búsqueda de la Paz.

El tercer capítulo de esta novela es el viaje de la vicepresidenta Delcy Rodriguez acompañada por el Canciller Félix Plasencia a Turquía, en plena reunión de negociación del Canciller Sergei Lavrov con su homólogo de Ucrania en el II Foro de Antalya. En la reunión Venezuela-Rusia ambas partes aseguran en un comunicado conjunto que condenan las medidas coercitivas unilaterales.

Con esa diplomacia tipo zigzag, se concreta un triángulo vicioso, muy alejado de una posición seria de Estado. Con ello, no podrá convencer a los rusos de su lealtad incondicional, ni mucho menos a los norteamericanos de su identificación con la Paz. Hasta la diplomacia de Cuba, de Nicaragua y –por supuesto– de China ha sido más coherente y cautelosa. Por lo señalado, sería triste que la opinión pública identificara esos malabarismos diplomáticos con la célebre afirmación de Cantinflas: No estamos ni a favor ni en contra, sino todo lo contrario.

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