Columna Clarín, 04.07.2021 Felipe Frydman, economista argentino, embajador (r) y consultor del CARI
La Argentina se sumó a los festejos por los 100 años de fundación del Partido Comunista de China. El presidente Fernández, el canciller Felipe Sola y el Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Jorge Taiana, no escatimaron elogios por los éxitos desde los modestos inicios hasta transformar a la República Popular China en potencia que disputa la hegemonía mundial con Estados Unidos.
El PC nació como partido marxista leninista en 1921 por iniciativa de los intelectuales Chen Duxiu, quien sería designado primer secretario, y Li Dazhao con el auspicio del Comitern.
La vicepresidenta Fernández ya expresaba en 2015 su admiración por el progreso de China.: “No hay ningún milagro en lo que pasa en la República Popular China, lo que hay es una perseverancia en las políticas de crecimiento y desarrollo a través de modelo propio sin sugerencias externas, confiando en su propia fuerza, confiando en las posibilidades de desarrollar un país con autonomía económica razonable y fundamentalmente con soberanía política”.
También agregaba “No hemos tenido la suerte de tener una dirigencia que desde Mao en 1949 hasta la fecha pensó en un crecimiento permanente, a través de un modelo propio de desarrollo y de incorporación creciente de su población y que hoy se quiere presentar como milagro”.
Los libros de historia enseñan que la transformación de China recién pudo despegar después de la muerte de Mao y del Golpe de Estado de 1976 que permitió el afianzamiento de Deng Xiaoping. En esos años ya se había consolidado el desarrollo de Japón y Corea, y comenzaba una segunda etapa con los países denominados Tigres asiáticos, mientras China era una enorme villa miseria donde la única forma de controlar el hambre fue imponiendo la limitación a la natalidad.
Deng Xiaoping constató los cambios en su viaje a Japón en octubre 1978 y febrero 1979 para firmar el Tratado de Amistad y obtener apoyo económico. El enero viajó a los Estados Unidos para concretar el establecimiento de relaciones diplomáticas y el 1 de febrero se trasladó al Estado de Georgia donde visitó la planta de Coca-Cola.
Estas visitas ratificaron la alianza entre ambos países para contener la expansión soviética expresada en la invasión a Vietnam, el aniquilamiento de los movimientos guerrilleros en el Sudeste Asiático y la colaboración con el régimen de Pol Pot. China aceptó la instalación de puestos militares de Estados Unidos para vigilar a la Unión Soviética ante la invasión de Afganistán.
La transformación de una economía de planificación centralizada a una economía de transición contó con la colaboración del Banco Mundial y del FMI. Deng Xiaoping expresó a la misión del Banco Mundial conducida por Robert McNamara en 1980 “Somos muy pobres. Perdimos la noción del mundo. Necesitamos al Banco Mundial para recuperar el tiempo. Podemos hacerlos solos pero será más rápido con ustedes”. China se convirtió en el principal recipiente de fondos del BM.
Deng también estableció las ZEE con beneficios especiales para las multinacionales. El 1 de enero de 1994 China unificó el tipo de cambio al vigente en el mercado libre de RMB 8,7 por dólar. El resto es conocido: Estados Unidos concedió el status de NMF permanente y la incorporación a la OMC en 2001.
Xi Jinping reintrodujo la arenga nacionalista afirmando que no permitirá las humillaciones del pasado y exhibe la eliminación de la pobreza para cohesionar el apoyo al PC del cual es también Secretario General. El índice de pobreza se elabora sobre la base de 2300 yuan por persona por año que equivalen a 0,94 dólares por día.
Esta base se utiliza para los países de ingresos bajos; China es un país intermedio con un ingreso per cápita de 10.500 dólares. En Argentina, la pobreza se mide con la Canasta Básica Total por adulto de 20.856 pesos mensual. Con los parámetros chinos la pobreza en el país sería inexistente.
La vicepresidenta Fernández tuvo razón al señalar que China eligió su modelo y los tiempos para dejar atrás la economía planificada: se alió con los Estados Unidos, convocó a los organismos internacionales, reformó la educación, mandó miles de estudiantes a las universidades de Estados Unidos, promovió el ingreso de capitales, devaluó la moneda al cambio libre y liberalizó el mercado de cambio para las multinacionales para generar confianza.
La exaltación de Xi Jinping para crear "un relato de 100 años de éxitos" puede resultar muy atractiva, pero la historia confirma que no hubo milagro: hubo racionalidad económica, sacrificio y represión del pueblo, ejecutada por el partido de vanguardia al cual hoy todos elogian.