Continuando el diálogo de conversos

Columna
Pulso, 12.09.2017
Mauricio Rojas, economista, académico (FPP) y director de la Cátedra Adam Smith (U. del Desarrollo)
En la encrucijada política actual, Chile requiere más de estadistas que miren a largo plazo que de simples gobernantes

En “El arte de la quietud” el incansable viajero Pico Iyer nos dice: “En una época de aceleración, nada puede ser más emocionante que ir lento. En una época de distracción, nada es tan lujoso como prestar atención. Y en una época de constante movimiento, nada es tan urgente como sentarse y quedarse quieto”. Y si lo haces con un amigo, mejor aún. Ese fue el inusual ejercicio que emprendí con Roberto Ampuero hace ya casi tres años y que quedó plasmado en “Diálogo de conversos”.

La generosa acogida de nuestro primer diálogo nos motivó a reiniciar esta aventura intelectual a dos voces. Esta vez no contamos con la refrescante sombra del parrón del Jardín de Epicuro que Roberto tiene en Olmué, pero a pesar de la distancia que Skype nos permitió sortear no olvidamos el sabio consejo del gran filósofo de Samos: “Que nadie se abstenga de filosofar por ser joven, ni por ser viejo de filosofar se canse”.

“Diálogo de conversos 2” se enclava en el presente y sus desafíos para desde allí mirar hacia el pasado que lo explica y los posibles futuros en que desembocará. Su punto de partida es un cambio de era a escala global, donde la espectacular ampliación de las libertades y la democracia que caracterizó las décadas finales del siglo XX tiende a ser reemplazada por una fuerte ofensiva autoritaria y populista, que va desde el endurecimiento del autoritarismo en países tan importantes como China, Rusia, Turquía y Venezuela hasta los notables avances del populismo en una serie de naciones desarrolladas con los Estados Unidos de Donald Trump a la cabeza. No es por ello casual que el último informe anual del prestigioso instituto Freedom House se titule “Populistas y autócratas: la doble amenaza a la democracia global”.

Este paso de una era liberal a una de corte crecientemente iliberal es el marco general de nuestro diálogo, que también hace el balance de la experiencia marxista revolucionaria al cumplirse cien años del golpe de Estado que llevó a Lenin y sus bolcheviques al poder dando así inicio a la era de los totalitarismos. Ese balance es desolador: se sacrificaron incontables vidas humanas por una utopía que prometía un paraíso terrenal y terminó creando verdaderos infiernos. Como dice la premio Nobel Svetlana Alexiévich, esta es “la historia de cómo la gente quiso construir el Reino Celestial en la Tierra. ¡El Paraíso! ¡La Ciudad del Sol! Y, al final, todo lo que quedó fue un mar de sangre, millones de vidas arruinadas”.

La comparación entre América Latina y la otra América, la que bajo el nombre de Estados Unidos se elevó al rango de potencia hegemónica mundial, forma un capítulo central en el cual, con la ayuda de las agudas observaciones de Alexis de Tocqueville, buscamos una explicación a la notable divergencia en el desarrollo de ambas Américas.

Finalmente, llegamos a la presencia o ausencia de lo que Tocqueville llamó “igualdad de condiciones”, es decir, aquella igualdad básica dada por el acceso del inmigrante a la tierra que caracterizó las colonias de Nueva Inglaterra y que con la victoria de los estados del norte de la Unión en la Guerra de Secesión se extendió vigorosamente hacia las grandes planicies del oeste norteamericano. Se creó así una sociedad definida por su igualitarismo de las oportunidades que era el opuesto absoluto a las sociedades latinoamericanas conformadas, en lo esencial, por poderosas élites terratenientes y grandes masas de pobres del campo. Ese fue nuestro pecado original y no es casual que aún hoy nuestra región exhiba los niveles más altos de desigualdad del mundo con sus inevitables consecuencias en términos de tensiones sociales e inestabilidad política. Este es el telón de fondo de nuestros análisis de la historia chilena y su encrucijada actual. Allí destacan tanto nuestra excepcionalidad institucional como aquellos rasgos más propiamente latinoamericanos de nuestra estructura social. Las oportunidades perdidas de la época salitrera hicieron patente la fragilidad de un crecimiento económico que no fue capaz de promover un desarrollo sustentable dada la precariedad de las condiciones vitales de la mayoría y las limitaciones de su capital humano.

Así, las desigualdades cobraron su precio y dieron paso a un siglo XX de frustraciones y tensiones crecientes que propiciaron las agudas pugnas ideológicas que culminaron con el colapso de nuestra democracia en 1973. Sobre ello reflexionamos con detención por las importantes enseñanzas que nos deja para luego pasar a la época más reciente, analizando desde los cambios radicales introducidos por la dictadura militar hasta la sabiduría del continuismo con reformas de la restauración de la democracia, el significado profundo del malestar de 2011, el oportunismo negacionista de su propio pasado de la Concertación convertida en Nueva Mayoría y las razones del auge y la caída de Michelle Bachelet.

Nuestro diálogo concluye dándoles una mirada a los desafíos de la política en sociedades cada vez más contestatarias, fragmentadas y vacías de comunidad. En ese contexto, discutimos nuestra coyuntura actual, con el surgimiento del Frente Amplio, el colapso de la alternativa socialdemócrata y los retos de un eventual segundo mandato de Sebastián Piñera. Todo indica que su desafío más importante no será tanto ganar la próxima elección como gobernar con la vista puesta en los grandes consensos que puedan darle rumbo y gobernabilidad a nuestro país en el largo plazo. En la encrucijada actual, Chile requiere más de estadistas que de simples gobernantes.

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