Cuba

Columna
El Líbero, 23.03.2024
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

El “paraíso” revolucionario de Cuba arrastra 66 años de existencia bajo el férreo control del Partido Comunista, la represión, la aniquilación de las libertades y de la iniciativa privada. Resultado de lo anterior son los varios millones de emigrantes. Hoy día hay más cubanos de primera, segunda o tercera generación que viven fuera de la “arcadia” que en ella. Sin embargo, este paraíso caribeño tan admirado por parte importante de nuestra izquierda no ha sido capaz de resolver en seis décadas y media el hambre de la población, aunque cuentan con más de 6 millones de hectáreas, en su mayor parte de suelos privilegiados.

A los gritos de “libertad” y “tenemos hambre” miles de personas salieron desesperadas el 17 y 18 de marzo a protestar por las calles de Santiago de Cuba, Bayamo, El Cobre, Santa Marta y otros pueblos y ciudades. Irónicamente, los cortes de energía enmudecieron las explicaciones y llamados del régimen a la calma, porque la radio o la TV no funcionaron la mayor parte de la jornada.

En 1960 Cuba tenía 7,2 millones de habitantes, concentrados en su inmensa mayoría en la base de la pirámide poblacional. Chile tenía 8,1 millones. En 2023 Cuba llegó a los 11,2 millones, en su mayoría entre los 45 y 64 años. Nosotros a los 19,6, concentrados entre los 25 y 40 años. Las cifras cubanas hablan por sí mismas del fenómeno de la emigración y del aborto (la tasa más alta de América Latina) y, en los dos países, de un preocupante envejecimiento. No obstante, mucho más complicado en el caso cubano, país donde casi el 25% de la población está más cerca de la edad de jubilación. Peor aún, estos pasan hambre, ya no tienen fuerzas para salir y si lo hacen es difícil que encuentren empleos.

El año pasado casi 314.000 cubanos llegaron a la frontera con los Estados Unidos, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de ese país. Otros 86.000 lo hicieron a España entre octubre del año pasado y febrero del 2024. En Chile vivían unos 24 mil hace cuatro años atrás y el número ha aumentado. No sabemos cuántos se encuentran en otros países sudamericanos, en Centroamérica y México, en Canadá, en el resto de la UE. Son estos millones de cubanos los que sostienen la economía familiar de la isla, el paraíso en la tierra. Según Havana Consulting Group, antes de la pandemia enviaban a Cuba US$ 3,13 mil millones, mientras que las exportaciones de bienes de la isla alcanzaban apenas a US$ 1,6 mil millones. El envío de remesas era y es la expresión más evidente del rotundo fracaso en la construcción del socialismo.

El régimen jamás va a entregar cifras acerca de la importancia de estas, pero lo único que quieren es estimularlas. Por eso, en julio pasado liberaron la entrega de pasaportes a sus nacionales y disminuyeron el costo del mismo. Para la Cancillería en La Habana las medidas eran “parte del continuo fortalecimiento de los vínculos de Cuba con el exterior”.

El turismo, que es la tercera fuente de ingresos de la isla, después de la venta de otros servicios (salud, telecomunicaciones, educación) y de las remesas, anotó en 2022 apenas 1,6 millones de visitas que dejaron en el país unos US$ 800 millones. El sector está controlado por el gobierno y particularmente por el sector militar. La magra cifra de turistas contrasta con las de República Dominicana, país vecino del Caribe, al que llegaron ese mismo año 7,16 millones de pasajeros que dejaron cerca de US$ 8 mil millones. Antes de la pandemia llegaban a Cuba entre 4 y 5 millones de turistas. ¿Qué pasó? ¿Culpa del bloqueo norteamericano también, cuando las visitas en su mayor parte provienen de Canadá, Europa, Rusia o los propios Estados Unidos?

En 1959 la producción azucarera cubana llegaba a 5,6 millones de toneladas y su producción se exportaba al mundo, la mitad a los Estados Unidos. Hasta 1989 el país fue líder mundial en este rubro. Todo esto se desmoronó hace tiempo, en la época de Fidel, cuando el “líder” ocultó el fracaso de la zafra con su oratoria: “El azúcar no volverá jamás a este país, pertenece al tiempo de la esclavitud”. En 2021 – 2022 la producción azucarera de la isla, controlada por AZCUBA, entidad que depende del Consejo de Ministros, alcanzó apenas a 431.000 toneladas. No obstante, el precio promedio anual del producto ha crecido casi un 150% entre el 2002 y el 2022. ¿Tuvo algo que ver el “bloqueo” en el desmoronamiento de la producción? Absolutamente nada. Los mercados para el azúcar cubana siguieron abiertos en todas partes, excepto en los Estados Unidos. La ineptitud gubernamental con respecto al azúcar fue la responsable del fracaso, y lo fue de tal magnitud que la isla tuvo que comprarle a Francia el producto entre 2017 y 2018.

En otras palabras, el hambre que padecen los cubanos hoy día, la falta de leche y de pan, así como los cortes de luz, de agua potable, de combustible o los cuellos de botella en el sistema de salud son en su casi totalidad autoinfligidos. Por varias vías el gobierno cubano pudo haber generado divisas para comprar lo necesario, y no lo hizo. Así, la revolución hoy día no es más que un férreo esquema de poder. Se encuentra justificado ante la izquierda y los intelectuales occidentales, por un lado, en el triple empaque de la ideología comunista, la construcción del socialismo y la afirmación del “sur global” y, por otro, en una narrativa nacionalista, tenaz, quijotesca y una imaginaria resistencia numantina antiamericana. Sin embargo, el hambre tiene cada vez menos gracia.

Los padecimientos de los cubanos no son culpa de los Estados Unidos de Joe Biden, y mucho menos de una UE o Canadá que han sido generosos con Cuba. Son culpa de la ineptitud de sus dirigentes. Sin embargo, persisten hasta ahora en el discurso de siempre. Para el presidente y Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, Miguel Díaz-Canel, las protestas del 17 y 18 de marzo están causadas por el bloqueo, “los enemigos de la revolución” y por “sus objetivos desestabilizadores” … los que “montaron la dinámica mediática con incitadores (y) la embajada de EE.UU. con un mensaje injerencista, hipócrita, prepotente”. Para él los incidentes “demuestra(n) la perversidad y el desprecio del Gobierno de EE.UU.”.

Cada vez son menos los que aguantan la narrativa majadera. Por ello, los incidentes de Santiago de Cuba y demás ciudades de la isla, fruto de la desesperación, pueden ser explosivos para el régimen si es que no dispone de cambios urgentes en la conducción de la economía y también en la dirigencia responsable. No disponen de mucho tiempo para ello si no quieren que el edificio paradisíaco se les venga abajo y tengan que echar mano de una brutal represión.

En lo internacional cuentan por ahora con gobiernos cómplices tales como las dictaduras de Venezuela, Nicaragua, Rusia, Irán y varias otras. También disponen de un esquema de lealtades en el Brasil de Lula; en el México de AMLO; en la Colombia de Petro; en la Bolivia de Arce; en la presidencia de la Celac; en el Grupo de Puebla; en algunos gobiernos de Caricom. Sin embargo, los amigos que le van quedando en la región son cada vez menos.

Lo acabamos de ver en las reacciones de condena a la represión contra la oposición venezolana y las groseras manipulaciones del régimen de Maduro para convocar elecciones amañadas en julio próximo, que involucraron inclusive al Chile de Boric. Si los cubanos leen bien esta señal, la narrativa de una represión en la isla para limpiarla de los “enemigos de la revolución” ya no sería fácilmente digerible por los mismos que hoy le ofrecen solidaridad contra el “bloqueo americano”.

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