Desfonde del Multilateralismo

Columna
El Dínamo, 15.10.2023
Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado (PUC), exdiplomático y columnista

No es novedad que el sistema multilateral, ese que se construyó después de la Segunda Guerra Mundial, se viene erosionando desde principios de este siglo.

Su arquitectura fue en buena medida producto de las dos guerras mundiales y sus devastadoras consecuencias humanas, además de la reconfiguración del poder mundial. En su génesis estuvieron la voluntad de nunca más pasar por lo que significaron esos conflictos y el liderazgo de Estados Unidos. El orden creado con Naciones Unidas, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional tiene el sello indeleble de la potencia norteamericana y de su tradición democrática. Esto es muy importante, porque en mi opinión explica la fuerza del desarrollo del Derecho Internacional, incluyendo la Carta de Naciones Unidas, como nunca.

Estados Unidos como toda potencia tiene una conducta y vocación hegemónica, pero al mismo tiempo y por su sólido régimen democrático hasta la fecha, ha tenido mayor disposición que otros para auto limitar su poder y actuar con las reglas que impulsó. Obviamente eso es relativo, pero en esa línea y desde una perspectiva histórica se puede catalogar como una potencia “benigna”, en oposición a otras cuyo sello y métodos se han sostenido principalmente sobre el poder duro.

Pero con la segunda Guerra de Irak, a comienzos del siglo, el propio creador principal del sistema internacional imperante empezó a desconocerlo y, como sabemos, no hay peor daño que el autoinfligido. El desapego de Estados Unidos que alcanzó un punto estridente con la presidencia de Trump (y que puede repetirse y profundizarse), sin duda potenció los esfuerzos de otras potencias que buscan reemplazar el orden existente.

Crecientemente, entonces, el sistema se está debilitando y fragmentando, sin perjuicio de seguir tratando de funcionar. Pero si ya ni siquiera su autor principal cree en él, entonces es inevitable que se erosione y eventualmente destruya, como ocurrió con la Sociedad de las Naciones. Un síntoma de esta descomposición es el surgimiento de bloques y alianzas y el traslado del eje de la agenda global a este nivel.

El proceso de descomposición se ha visto acelerado por los conflictos. Cada guerra pone a prueba el sistema multilateral de Naciones Unidas cuyo propósito fue prevenirlas y mitigarlas. Mientras estas se dieron entre actores secundarios o en zonas sin importancia estratégica para los estados principales, el daño fue acotado. Sin embargo, la creciente reivindicación del poder duro como elemento central en las relaciones internacionales y la legitimación de su extensión con el recurso a la guerra por parte de las principales potencias, está desfondando el sistema multilateral actual, o lo que está quedando de él.

En ese sentido, un efecto colateral relevante de la invasión rusa a Ucrania es justamente un golpe mortal al orden multilateral, por cuanto una de las potencias que se suponía era garante de este, de la paz y del Derecho Internacional (con todos los bemoles conocidos), flagrantemente va en contra de él. Además, esta guerra se da en una zona que sí es estratégica desde el punto de vista de las principales potencias.

A esta conducta creciente de desconocer, incluso en su formalidad el Derecho Internacional y la arquitectura multilateral, se suma la vulneración de las normas de la guerra y del Derecho Humanitario. Hemos visto como la población y la infraestructura civil han sido atacadas sistemáticamente, con numerosos y horrendos episodios de crímenes de guerra, sin percibirse ningún cambio de estrategia por parte de Rusia.

Al igual que en Ucrania, se están vulnerando las normas de la guerra y del Derecho Humanitario. Pero más allá de esta terrible situación que solo incubará más odio y muerte, está el silencio o aval occidental a lo que está pasando.

Apoyar a Israel y su legítimo derecho a defenderse de un ataque, en este caso de una organización terrorista, entra en colisión con el silencio o soporte ante su desmedido ejercicio, por parte de las potencias occidentales encabezadas por Estados Unidos. Esto sea quizá el mayor daño al sistema, porque se cae en la lógica de apoyar irrestrictamente a un aliado sin consideración a las instituciones que buscaron precisamente fortalecer el respeto del Derecho Internacional y evitar las brutalidades que se vivieron en las conflagraciones mundiales.

Como en muchos casos de la vida y de la Historia, la omisión tiene graves consecuencias. En este caso permitir que se normalice el recurso a la fuerza sin ningún tipo de restricción. Esto debilita el Derecho Internacional y aumenta la inseguridad colectiva porque pavimenta el camino hacia la ley del más fuerte.

Cuando más se necesita de un sistema multilateral capaz de articular a los países en los tremendos desafíos que tiene la humanidad, partiendo por la paz y seguridad mundial e incluyendo el cambio climático en curso, más lejos estamos de él. La conducta occidental de los últimos días profundiza esa crisis.

El mundo vive la misma paradoja que las naciones. Todos coincidimos que se requiere articulación y moderación, pero se fortalecen los extremos y la fragmentación.

Claramente no hay una respuesta sencilla y el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Lo dramático y desgarrador es que el tropiezo en curso implica e implicará muchas muertes y un gran dolor.

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