Dos varas de medir

Columna
El Confidencial, 03.07.2019
Jorge Dezcállar de Mazarredo, Embajador de España
  • Mientras EEUU amenaza y trata de ahogar a Irán, que no posee bombas nucleares, Trump dialoga con Kim Jong-un, que posee esas bombas y que no parece dispuesto a renunciar a ellas

Quizá las dos crisis potencialmente más peligrosas hoy son las de Corea del Norte e Irán, dos países con regímenes muy poco atractivos que exhiben una anquilosada dictadura comunista y una teocracia medieval. Las crisis tienen que ver, al menos en teoría, con los programas nucleares de ambos países y ambas pueden arrastrarnos a un conflicto de mayor envergadura en el que se vean involucradas las grandes potencias. Junto a ellas palidecen otros problemas que ocupan las páginas de los medios de comunicación, desde Siria a Yemen, y desde Venezuela a Libia, Argelia y Sudán, que también son problemas graves que requieren mayor compromiso internacional pero que, al menos por ahora, no amenazan de forma inmediata la estabilidad mundial.

Y sin embargo el tratamiento que Estados Unidos les da a ambos es muy diferente, pues mientras amenaza y trata de ahogar a la República Islámica, que no posee bombas nucleares y que según la ONU cumple con los compromisos adquiridos en el acuerdo nuclear (PIAC) suscrito con la comunidad internacional, Donald Trump dialoga con Kim Jong-un, que posee esas bombas y que no parece dispuesto a renunciar a ellas.

Se podrá argüir, con razón, que Corea del Norte exige ser tratado con deferencia porque es miembro del selecto club nuclear al que solo pertenecen los Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Reino Unido, India, Pakistán e Israel, y que ya no puede ser ninguneado sin correr un grave riesgo, lo que ciertamente no ocurre en el caso de Irán y que solo puede conducir a que también este país trate de cruzar cuanto antes ese umbral para reclamar el mismo trato. Esa es una razón que ayuda a explicar la actitud de Washington, pero yo creo que hay otra: en el caso de Irán, Trump y sus asesores (Pompeo, Bolton) parecen desear desde hace tiempo un cambio de régimen, echar a los ayatolás del gobierno, y el resto es solo una excusa para hacerlo.

Washington, plenamente alineado en esto y otras cosas con el Israel de Netanyahu y la Arabia Saudí de Mohamed bin Salman, ve a Irán como una fuerza desestabilizadora en Oriente Medio por sus intervenciones en Siria, en Yemen y en Líbano, sin recordar que fue precisamente la desastrosa intervención norteamericana en Irak la que abrió este país, también de mayoría chií, a la influencia de Teherán. Tampoco gusta en Washington el desarrollo de potentes misiles en Irán.

Estas preocupaciones las comparte Europa sin por ello poner en peligro el tratado nuclear, que considera un elemento importante para la seguridad regional y para evitar una carrera de armamentos. Europa tampoco está de acuerdo en pretender cambiar por las bravas el régimen de Irán, un viejo y orgulloso país heredero de un imperio hegemónico en la región, al que las sanciones norteamericanas contribuyen a radicalizar segando la hierba bajo los pies del Gobierno 'moderado' de Rohani. Igual que favorece a los más radicales la decisión de Trump de etiquetar como grupo terrorista a los Guardianes de la Revolución (algo a lo que se opuso sin éxito el mismo Pentágono) y el envío de un grupo aeronaval de combate a la zona del que con buen criterio se descolgó a tiempo una fragata española, porque los europeos no ven nada clara esta escalada basada en confusas alegaciones de ataques a petroleros en Ormuz, de amenazas en Irak y de injerencias en Baréin.

En algunos momentos da la impresión de que estamos ante una crisis 'made in Washington', que está en el proceso de 'construir un enemigo', y lo que pasa recuerda a los preparativos que llevaron al ataque sobre Irak en 2003. Lo último ha sido el derribo por Irán de un dron norteamericano que unos dicen que estaba en un sitio y otros en otro, y que los rusos afirman que sobrevolaba territorio iraní (es increíble la credibilidad que han perdido los EEUU), y la amenaza de Jamenei de reiniciar el enriquecimiento de uranio por encima de los límites establecidos en el acuerdo nuclear, lo que sería un grave error.

Los iraníes lo pasan mal con las sanciones, el régimen se radicaliza y los europeos se distancian de los norteamericanos mientras buscan infructuosamente mecanismos para animar a Irán a mantenerse dentro del acuerdo, como el parche del otorgamiento de líneas de crédito que suavicen los efectos del embargo. Pero poco puede hacer Europa cuando son los EEUU los que dominan el sistema financiero mundial.

A Trump también le gustaría cambiar el antipático régimen de Pyongyang, pero no se atreve porque tiene la bomba y por eso se reunió en Singapur y en Hanói con 'el hombre cohete' convertido de la noche a la mañana en líder preclaro sin que esos encuentros hayan producido otro resultado que un subidón del ego de Kim, que de ser un apestado internacional ha pasado a darse la mano con el hombre más poderoso del mundo.

Pero ni Kim ha logrado levantar o reducir las sanciones que agravan la desastrosa situación económica de su país, ni los EEUU han conseguido que frene su programa nuclear, porque hay que ser muy ingenuo para pensar que Corea aceptaría una desnuclearización “total, irreversible y verificable” a cambio del levantamiento de unas sanciones que Washington podría restablecer al día siguiente si lo deseara. Sobre todo a la vista del poco respeto que Trump ha mostrado con el tratado nuclear firmado con Irán.

Y mientras Irán da dos meses a los europeos para que encuentren mecanismos que le permitan vender petróleo y amenaza con dejar de cumplir algunas obligaciones del PIAC, también Kim se impacienta porque las sanciones ya afectan al partido y a la jerarquía militar, y ha dado hasta fin de año a Washington para que las suavice, haciendo entre tanto pruebas balísticas (no nucleares) como aviso, mientras recomendaba que se aparte de la negociación a Michael Pompeo y se ponga en su lugar a alguien "más maduro". Trump presume de que Pyongyang no ha hecho más ensayos nucleares, ha liberado a algunos norteamericanos detenidos y entregado cadáveres de soldados muertos en la guerra. Pero Kim no ha renunciado a su arsenal, que es lo de verdad importante.

Como en ninguno de los dos casos las sanciones americanas parecen dar los resultados apetecidos, hay indicios de un cambio de actitud en Donald Trump, más moderado que sus asesores y poco dado a seguir el consejo de nadie. Trump ofrece ahora a Irán un diálogo “sin condiciones previas” que Jamenei se ha apresurado a rechazar mientras se mantenga el régimen de sanciones, y tras hablar con Xi Jinping ha invitado a Kim Jong- un a reunirse con él en Panmunjom, sobre la zona desmilitarizada que hay entre las dos Coreas, aunque fuera “solo para estrechar su mano y decir hola” al que antes llamaba 'hombre cohete' en un ambiente que luego calificó de “gran amistad” (!) y tras el cual ha anunciado la reanudación de las conversaciones entre los dos países para llegar a un acuerdo nuclear.

Da toda la impresión de que en el caso de Corea los norteamericanos se dirigen hacia una aceptación del 'statu quo' con congelación —al menos en una primera etapa— de los arsenales coreanos actuales y el consiguiente reconocimiento de Corea del Norte como miembro del club nuclear. Es lo que se llama hacer de la necesidad virtud. Y sería también bueno que Washington fuera capaz de distinguir entre el acuerdo nuclear con Irán, para mantenerlo, y buscar otro foro para hablar con los ayatolás de las otros problemas existentes, para lo que contaría con el apoyo europeo. El cambio de actitud con Pyongyang puede marcar el camino a seguir.

Y ojalá que coreanos e iraníes recojan el guante del aparente cambio de estrategia por parte de los EEUU (con Donald Trump nunca se puede estar seguro de nada) porque, sin ser alarmista y sin que nadie lo desee, la chispa puede saltar en cualquiera de los dos escenarios en el momento menos pensado y complicarnos la vida a todos.

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