El candidato monologante

Columna
El Líbero, 13.12.2017
Roberto Ampuero, escritor

No soy imparcial en estas elecciones presidenciales, mi candidato es el ex Presidente Sebastián Piñera, como muchos lo habrán notado, pero vi el reciente debate de ANATEL tratando de encontrar y valorar las fortalezas del candidato oficialista, Alejandro Guillier. Sospecho que esa noche pocos sacaron cuentas alegres en su comando. El debate dejó al descubierto más bien sus debilidades. Supongo que fue una oportunidad desperdiciada. Cuesta encontrar a quienes lo estiman triunfador. La disputa gira hoy en torno a si Piñera derrotó por mucho o por poco a Guillier, y si un debate final incide o no en el ánimo de los electores, mas no en torno a quién triunfó.

¿Era previsible el resultado? Creo que sí. Tal vez la baja actividad de Guillier, su temor a enfrentar a periodistas más incisivos y el respaldo acogedor, pero paralizante, de Michelle Bachelet y todo el gobierno, le pasaron la cuenta. Y eso quedó de manifiesto. No está “fit” para el cargo, dicen los gringos. Por preparación, conocimiento del programa, carácter, estilo, claridad, visión de futuro, lógica y vitalidad, se suponía que Piñera ganaba, y ganó. Sin embargo, muchos suponíamos que Guillier acumularía puntos en lo relativo a la “cercanía” y “empatía” con el electorado, pero su falta de preparación, su apego al libreto del cual le costaba levantar la vista, sus largos monólogos, su lentitud intelectual, su sordera (real o fingida) e irascibilidad impidieron el surgimiento del nexo seductor con el electorado.

Dicho esto, y dada la cercanía del balotaje, quisiera plantear algunas de las inquietudes que me causa la eventualidad de que Guillier llegase a La Moneda. En rigor, se trata de cinco aspectos:

 

1.- Su división discriminatoria de los chilenos entre buenos y malos, patriotas y anti patriotas, víctimas y victimarios, pobres y “poderosos de siempre”. Esa visión no promueve el pluralismo, la unidad ni la búsqueda de acuerdos para hallar respuestas a los cruciales desafíos ante los cuales el país se encuentra. Esta visión, llevada a la práctica política desde La Moneda, implicaría sembrar vientos que probablemente nos harían cosechar tempestades. Desde 1970 que la izquierda no presentaba un candidato presidencial con un discurso tan polarizador y “sesentero” como el de Guillier.

Su visión del Chile político se basa en la antinomia “amigo-enemigo” del politólogo alemán Carl Schmitt —adherente del nacional socialismo, aunque posteriormente renegó de este—, y quien, dato curioso, ha despertado simpatías en sectores de la izquierda mundial. Schmitt afirma que el rasgo esencial de lo político es el establecimiento de esa dicotomía: quienes están conmigo, integran mi “tribu”, los demás son ajenos, extraños, “el otro”. Si eres incapaz de establecer esa dicotomía, no entiendes “lo político”.

Una pensadora belga de izquierda, Chantal Mouffe, rescató ese concepto de Schmitt en un apasionante libro titulado En torno a lo político (2005). La intelectual, viuda del pensador argentino Ernesto Laclau, rescata el concepto para la izquierda y subraya su discrepancia con el nacional socialismo. Mouffe emplea el concepto de Schmitt para criticar las políticas de acuerdos y consensos que la izquierda mundial, en especial la europea, practicó durante decenios. Mouffe considera que esos consensos la debilitaron, porque la hicieron co-responsable de políticas “neoliberales”, la llevaron a perder identidad ante la ciudadanía y atractivo entre los jóvenes. Concluye que para la izquierda era urgente desechar la política de los acuerdos y consensos, y pasar a otra fase.

Y esa ya la conocemos. Guillier, o su comando, o ambos, siguen la política planteada por Schmitt, adaptada por Mouffe y postulada hoy por el Foro de Sao Paulo, articulación máxima de más de un centenar de partidos comunistas, filo comunistas, de izquierda tradicional y alternativa, entre los que se hallan partidos de la Nueva Mayoría y el Frente Amplio. Es una política que conduce deliberadamente a la construcción en Chile de un enemigo, la polarización política, la agonía de la amistad cívica, el emponzoñamiento de la convivencia democrática y al estancamiento de la economía. Es una política que surge de la ausencia de un modelo inspirador. En rigor, la izquierda logra unirse hoy sólo en contra de una causa, no a favor de una propia. Las fuerzas que respaldan a Guillier lo ilustran con claridad.

 

2.- Me pregunto qué credenciales políticas exhibe Guillier para dirigir al país durante una etapa en que asoma un horizonte extremadamente borrascoso, en que tendremos un vuelo turbulento que requiere un piloto probado. Algunos dirigentes del Frente Amplio, cuyos votos son imprescindibles para que Guillier pueda llegar a la Presidencia, dicen que votarán por él, otros mantienen en secreto su decisión, pero la mayoría afirma que el FA será oposición al gobierno que haya en 2018, porque planean entrar a La Moneda en 2022 (les aconsejaría modestia). El anuncio permite presagiar que tendremos un FA que no dejará de presionar desde la calle.

Por ello persiste una pregunta que uno debe responderse con la mano sobre el corazón: ¿Será capaz Guillier, cuya experiencia política no llega a cuatro años y no logra liderar al conglomerado, de conducir y alinear a la Nueva Mayoría con todas sus cuitas, a una DC debilitada e izquierdizada, a un PC que tiene 4% pero influye en la NM como si tuviese 20%, y a un Marco Enríquez-Ominami auscultando el 2021? ¿Y creemos a Guillier capaz de concitar hoy, y entre 2018 y 2022, el apoyo del FA sin hacer las concesiones que éste exige? ¿Cuántos partidos suman todas esas fuerzas? ¿Veinte, veinticinco o más? ¿Podrá Guillier ponerlos en orden desde La Moneda cuando hoy no logra coordinarse ni con su equipo económico de la campaña? Supongo que es complejo ejercer la Presidencia para quien carece de experiencia política, no ha dirigido a políticos ni ha descollado como legislador.

3.- Hay una característica adicional que me inquieta en Guillier: su tendencia a negar las cifras, a creer que cada uno no sólo es dueño de sus interpretaciones, sino también de datos propios. Hay en él una fuga hacia el voluntarismo y el utopismo. Tal vez esto se debe a su necesidad de coquetear con él, pero también a su desconocimiento de la economía. Para él los datos no son importantes y, lo sorprendente, es que ante un especialista en finanzas como Piñera, optó en el debate de ANATEL por desconocer los datos que entregan instituciones chilenas e internacionales. Con esta estratagema rechazó lisa y llanamente el crecimiento económico bajo el gobierno de Piñera, la cifra de creación de empleos y las tasas de inversión. Es decir, en lo económico el de Piñera fue tan mediocre como el de Bachelet II. Y punto. Asusta que Guillier patee el tablero cuando no domina los temas; algo delicado, ya que son numerosos los asuntos de Estado en los que no parece manejarse con soltura por razones de inexperiencia política y formación.

En el caso migración esto se demuestra con elocuencia. Guillier estima que Chile debe mantener las puertas abiertas de par en par a la inmigración porque por cada extranjero que viene, salen dos chilenos al extranjero. Y en esto incluye a los chilenos que van a estudiar y los que “salen a turistear”. Urge que su comando le explique la diferencia entre ingresar a un país como turista para buscar en verdad trabajo, por un lado, y los turistas y estudiantes chilenos que obtienen becas para ir a otros países, y vuelven a Chile, por otro. ¿Por qué el turista chileno, que viaja pagando sus gastos, aporta a otras economías y retorna a Chile, o el estudiante nuestro que se especializa en el extranjero vía becas privadas o estatales, o financiándose del bolsillo familiar, obligaría a Chile a recibir una cantidad equivalente en inmigrantes permanentes? Es desconcertante que alguien que aspira a dirigir al país tenga una confusión tan macarrónica en migración.

4.- Otros rasgos de Guillier que han quedado de manifiesto en debates y entrevistas son su ya mencionada conducta monologante (que exasperó al panel de ANATEL), su falta de flexibilidad y rapidez para reaccionar ante ciertas preguntas, y su tendencia a envolver los temas que no domina en respuestas vagas y vaporosas. Sospecho que es el síndrome de quien se acostumbró a preguntar y no a responder. Ni don Patricio Aylwin con su tonelaje ético, ni Eduardo Frei con su visión de ingeniero, ni Ricardo Lagos con su talante de estadista, ni Piñera con su espíritu analítico, han mostrado déficit semejante.

Junto a estos rasgos se ubica otro, revelador de su carácter: su incapacidad para pedir disculpas al país. Cuando en el debate de ANATEL se les pidió a los candidatos hacerlo, debido al tono álgido, belicoso y descalificador que adquirió a ratos la brega en las últimas semanas, se llegó a un instante crucial. Creció la curiosidad por saber cómo reaccionarían ambos presidenciables. Es un gesto que muchos esperábamos, porque somos republicanos y nos enorgullecemos de serlo. Piñera pidió disculpas, Guillier no. Y Guillier tampoco fue capaz de mencionar alguna característica positiva que ve en su contrincante para ser buen Presidente. Sorprendió su ofuscación irreductible, una pésima consejera tanto para un senador como para un candidato La Moneda.

5.- Y hay algo adicional, sorprendente, inesperado, para alguien que se identifica con la masonería y la socialdemocracia, defensores del pluralismo y la tolerancia: Guillier citó a Ernesto Guevara en el cierre de uno de sus discursos más importantes de la campaña, “Hasta la victoria siempre”. El tema no es la frase en sí misma, sino lo que ella representa y engloba. Es la frase icono del Che y de Fidel Castro, dos enemigos y represores de los masones y los socialdemócratas (también de los democratacristianos), a los cuales nunca permitieron existencia legal en Cuba. Y ya que hablamos de América Latina, corresponde agregar que, a diferencia de la condena mundial, Guillier no se atreve a calificar de dictador a Nicolás Maduro. ¿Por qué un masón y socialdemócrata hace guiños al Che, a Fidel y Raúl Castro, y al dictador del régimen chavista? ¿Y cómo se expresaría esa visión de Guillier en la política exterior de un eventual gobierno suyo?

A la luz de su actuación en el debate de ANATEL, creo que Guillier hizo bien la semana pasada al zafar de un punto de prensa general, previamente acordado entre ambos comandos y los medios, en el cual sí participó Piñera; y al evitar asimismo la legendaria, incisiva y, por muchos, temida entrevista individual con Tomás Mosciatti, Nibaldo Mosciatti y Katherine Cubillos, en Radio Biobío, a la que sí acudió el ex Presidente Sebastián Piñera.

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