Reportaje La Tercera, 10.01.2017 Constanza Cruz y Constanza Morales
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El mandatario hizo historia cuando en 2009 asumió como el primer Presidente negro de EE.UU. En sus ocho años, logró sacar al país de la recesión, pero fue incapaz de heredar su legado a un demócrata y le entregará el poder a un rival político.
La noche del martes 4 de noviembre de 2008, el entonces senador de Illinois, Barack Obama, se subió a un escenario en Grant Park, Chicago, para dar su discurso de victoria en las elecciones presidenciales. Se estima que 240 mil personas ovacionaron a quien se convertiría oficilamente en el primer Presidente negro de EE.UU. Aquella noche se vivió un momento histórico. “Si hay alguien que aún duda que EE.UU. es un lugar donde todo es posible; que aún se pregunta si el sueño de nuestros fundadores está vivo en nuestros tiempos; que aún cuestiona el poder de nuestra democracia, hoy es su respuesta”, dijo el mandatario electo, quien hoy en esa misma ciudad dará su último discurso antes de dejar la Casa Blanca.
Obama no fue elegido por su experiencia o por su rol como líder de un partido. No había sido gobernador ni había tenido una destacada carrera en el Ejército. Llevaba poco más de una década en política y tenía 47 años. Pero dejó atrás a la favorita de su partido, Hillary Clinton, en las internas demócratas y luego al republicano John McCain y fue electo enarbolando un mensaje de “cambio y esperanza”.
Con su eslogan “Yes We Can”, el éxito de su campaña lo convirtió en un fenómeno global y en una figura que reflejaba la transformación en un país golpeado por el terrorismo y las guerras de Irak y Afganistán. El carismático senador logró cautivar a la mayoría -consiguió 365 votos electorales de los 270 que necesitaba- con su retórica de cambio, que inspiró a muchos votantes, especialmente jóvenes.
Pero desde el comienzo de su Presidencia en 2009, reconoció que no sería capaz de cumplir las expectativas de su campaña. Y así fue.
Al igual que su antecesor, George W. Bush, Obama fue reelecto en 2012, pero el próximo 20 de enero le entregará la Casa Blanca a uno de sus enemigos políticos: Donald Trump. Eso, a pesar de su alta popularidad (55% según Gallup).
Según el experto en legados presidenciales y autor de The Last Campaign, Anthony Clark, a diferencia de otros mandatarios, el hecho de que el Congreso está dominado por republicanos, significa que a partir de ahora Obama deberá pasar mucho tiempo defendiendo su herencia. “Trabajará desde su biblioteca presidencial que se construirá en Chicago. Gran parte de su labor de los últimos ocho años está en peligro”, dice a La Tercera.
Cuando sólo llevaba nueve meses de gobierno, Obama recibió el primer empujón que le dio validez a su gestión: el Premio Nobel de la Paz. Al mandatario se le otorgó el galardón aún cuando no había realizado grandes iniciativas y apenas daba discursos sobre Medio Oriente y las armas nucleares.
En el plano interno, en 2010 lanzó una de sus promesas de campaña más emblemáticas, la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible, más conocido como Obamacare. A partir de 2012 esta nueva normativa logró extender los seguros médicos a más de 20 millones de estadounidenses, especialmente de bajos recursos. Fue una medida inédita, ya que logró la mayor cobertura de seguros de salud en la historia del país. El sistema establece la obligatoriedad de contar con un seguro médico y funciona a través de pólizas que son subvencionadas por el Estado. Sin embargo, Trump ha dicho que “pulverizará” el Obamacare.
A su vez, uno de los logros más emblemáticos en el plano internacional es el deshielo con Cuba. El 17 de diciembre de 2014, Obama y el Presidente de Cuba, Raúl Castro, anunciaron un histórico proceso para normalizar las relaciones entre ambos países después de cinco décadas. Incluso, en marzo de 2016, Obama viajó a La Habana para sellar la nueva era entre estos antiguos enemigos de la Guerra Fría.
También la diplomacia de Obama logró otro hito: el nuclear con Irán. El pacto, alcanzado en julio de 2015 en Viena entre Teherán y seis potencias, limita el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales impuestas en 2006 por la ONU por la amenaza que representaba Irán. La elección del Presidente iraní Hassan Rouhani fue vista en su momento como un golpe de suerte que benefició a Obama.
El mandatario también se convirtió en el “primer Presidente climático”, ya que firmó el Acuerdo de París para disminuir las emisiones de 196 países. Además, prohibió la perforación de petróleo en aguas del Artico y el Atlántico. Y, bajo su administración, la Corte Suprema permitió el matrimonio homosexual en los 50 estados del país, desde junio de 2015.
En diciembre pasado, Obama afirmó que “en casi todas los índices económicos de Estados Unidos está mejor que cuando asumí el cargo”. Y tiene razón.
Obama llegó a la Casa Blanca cuatro meses después de que el banco de inversión Lehman Brothers se declarara en bancarrota y provocara la peor crisis financiera en 80 años. Hace ocho años, la economía estadounidense se estaba contrayendo a una tasa anualizada de 5,4%, con la destrucción de cerca de 800 mil empleos al mes.
Para superar la “Gran Recesión”, el gobierno implementó un enorme programa fiscal por US$ 787 mil millones, lo que estuvo acompañado de un estímulo sin precedentes por parte de la Reserva Federal. Después de haberse contraído 2,8% en 2009, el PIB promedió un crecimiento de 2,2% en los seis años posteriores. En cuanto al mercado laboral, se añadieron 10,46 millones de puestos de trabajo netos entre enero de 2009 y diciembre de 2016 y el país acumula 75 meses (más de seis años) creando empleos de manera ininterrumpida, algo nunca antes visto en la historia.
La tasa de desempleo también ha mostrado una sólida recuperación. Luego de haber llegado a 10% en octubre de 2009 -su nivel más alto en 26 años-, la proporción de personas sin trabajo retrocedió hasta 4,7%, lo que es consistente con un mercado laboral saludable. Estas mejoras han permitido un repunte en diversos indicadores socioeconómicos, como los salarios. El ingreso real promedio de los hogares subió 5,2% en 2015, el ritmo más acelerado desde que comenzaron los registros en 1967. A su vez, el número de personas pobres bajó en 3,5 millones, lo que generó que el nivel de pobreza disminuyera de 14,8% a 13,5%, el mayor declive anual desde 1968.
Por otro lado, la administración de Obama también aprobó una serie de regulaciones bancarias con el objetivo de fortalecer al sistema financiero y así hacer menos probable una nueva crisis como la de 2008.
Cuando Obama asumió el cargo, prometió poner fin a las guerras que heredó de Bush. Y en múltiples frentes. En octubre de 2011 anunció que el último soldado abandonaría Irak a fines de ese año, pero tres meses después dijo que enviaría a 475 asesores militares a ese país para colaborar en la lucha contra el Estado Islámico. A abril de 2016, más de 5.000 soldados estaban aún en Irak.
Asimismo, en mayo de 2014 dijo que Washington buscaba retirar las tropas de Afganistán para finales de 2016. Sin embargo, según anunció en julio del año pasado, permanecerán en terreno 8.400 militares hasta que concluya su gobierno.
El mandatario también reconoció que la guerra en Siria ha sido un fracaso para su gobierno. “Puedo afirmar que no hemos tenido éxito y tengo que irme a la cama con eso todas las noches”, dijo. A pesar de que lo evitó durante años, Obama autorizó los ataques aéreos contra las posiciones del Estado Islámico de manera tardía, en 2014. En septiembre de ese año comenzó a bombardear Siria junto a la coalición internacional. Pero evitó desde un comienzo bombardear a las fuerzas de Basher Assad. “Con un número de víctimas cercano a medio millón, Siria eclipsa el legado de política exterior de Obama al igual que Irak oscureció a George W. Bush”, destacó el diario británico The Guardian.
Obama llegó al Salón Oval con la promesa de cerrar la cárcel de Guantánamo, en Cuba. En 2009 había 241 presos en esa base, mientras que hoy sólo permanecen 59, de los cuales 23 han sido calificados como seguros para su repatriación o traslado a otros países. En su último intento por vaciar la cárcel, la semana pasada el gobierno estadounidense ordenó que cuatro presos fueran trasladados a Arabia Saudita mientras que 19 podrían viajar a Emiratos Arabes Unidos. Trump, por su parte, busca frenar la transferencia, ya que ha dicho son “extremadamente peligrosos”.
Aunque lo intentó, especialmente durante su segundo período, uno de las derrotas más duras que se lleva Obama de su Presidencia fue el control de armas. Luego del tiroteo en Sandy Hook en 2012, donde murieron 20 niños y seis adultos, Obama se volcó en endurecer el control de armas. Pero el Congreso se opuso. A pesar de que en enero de 2016 Obama implementó acciones ejecutivas con respecto a las armas, como que todos los vendedores deben contar con una licencia y los estados deben proveer información sobre las personas que sufren enfermedades mentales, no ha sido mucho lo que ha cambiado.
Obama también dejará el oscuro legado de haber sido el Presidente que más ha deportado ilegales en los últimos 30 años. Catalogado como “deportador en jefe” por sus detractores, rompió el récord con más de 2,8 millones de personas deportadas desde 2009 hasta septiembre de 2016, superando a George W. Bush (poco más de 2 millones) y a Bill Clinton (869.646). No obstante, también será recordado como un Presidente que realizó grandes esfuerzos para proporcionarles un estatus legal y papeles de trabajo a parte de los 11 millones de indocumentados, a pesar de la oposición del Congreso que les impidió la ciudadanía. En ese sentido, más de 700 mil jóvenes inmigrantes que fueron traídos de niños de manera ilegal a Estados Unidos (conocidos como dreamers) se han beneficiado de un programa que concede autorización de empleo a quienes ingresaron al país antes de los 16 años y están en EE.UU. desde 2007.
Al mismo tiempo, en el plano netamente político, uno de los grandes golpes que recibió fue no haber sido capaz de asegurar que su correligionaria y ex secretaria de Estado, Hillary Clinton, tomara la posta en la Casa Blanca, aunque varios analistas coinciden que las principales fallas las cometió la candidata demócrata y no Barack Obama.