Lula en Bolivia

Columna
El Líbero, 27.07.2024
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

La campaña electoral en Venezuela cerró heroicamente el jueves y fue, sin duda, el acontecimiento más relevante de América Latina. Por parte de la dictadura pudimos ver toda suerte de trampas, boicots, persecuciones, multas a quienes apoyaban a Edmundo González y, sobre todo, a María Corina Machado. No sabemos el resultado de este proceso, pero los riesgos de un fraude masivo son muchos.

El único que, tal vez, puede hacer algo para detenerlo es Lula. Él mismo convenció a Maduro sobre la necesidad de aceptar la candidatura de Edmundo González, para recibir luego los insultos del dictador; habló con éste para convencerle que “la única posibilidad de que Venezuela vuelva a la normalidad es mostrar un proceso electoral ampliamente respetado”; mandó a Caracas a Celso Amorim, su asesor internacional para evitar cualquier desmadre. Lula teme que un desenlace violento se vuelva contra él en lo interno por una nueva ola de inmigrantes, inestabilidad fronteriza y por el apoyo que Lula y el PT le entregaron a Chávez y Maduro para consolidarlos en el poder. El prestigio de Lula en el G-20 y en la región se juega en los comicios venezolanos y en la salida pacífica (o pactada) del proceso posterior a las elecciones.

Premunido de este liderazgo el presidente de Brasil viajó el 9 de julio a Santa Cruz de la Sierra, visita que pasó desapercibida entre nosotros, como casi todo lo que dice relación con el país vecino.

El viaje habría tenido tres ejes de menor a mayor intensidad: el regional, el bilateral y el político interno.

Respecto al eje regional, destacó el ingreso boliviano al Mercosur, cuya adhesión se produjo en 2015 por motivaciones políticas. Recién este año Bolivia ratificó la adhesión y depositó en Paraguay el instrumento respectivo. A principios de agosto se incorporará como miembro pleno y en cuatro años más deberá adaptar su acervo normativo. También pesó la coyuntura política, como una eventual solidaridad de Mercosur frente a posibles golpes de Estado como el del 26 de junio. Asimismo, influyó la ausencia de Bolivia de acuerdos de integración exitosos, ya que tanto el Pacto Andino como el ALBA fracasaron. Lula pretende rehacer Mercosur bajo su liderazgo y confrontar a la Argentina de Milei, y en este contexto imagina para Bolivia eventuales encadenamientos productivos para el gas, el litio, la agroindustria.

En suma, la decisión boliviana de adherir a Mercosur después de nueve años no tuvo en cuenta el fracaso de éste, o sus divisiones ideológicas, políticas y económicas, sino la obtención de un respiro para el acosado presidente Luis Arce, y apostar por la influencia de Brasil en este proceso de integración, que pretende la reincorporación de Venezuela después de las elecciones. Para Brasil, Mercosur sería el eje de la integración sudamericana bajo el liderazgo de Lula en la trastienda. Para Arce y Bolivia, la oportunidad de pertenecer a un nuevo esquema de integración, ya que la mayor parte del comercio y de la inversión proceden de la región.

Las elecciones de mañana en Venezuela también habrían sido abordadas. Una salida democrática y pacífica en aquel país validaría la imagen de Lula. Hasta ahora, Brasil ha sido el principal valedor de la dictadura, ya no por convergencias ideológicas y negociados, sino apenas para mantener el contacto y buscar una salida democrática razonable al nudo gordiano venezolano. Brasil quiere, por ahora, darle un respiro a Maduro para que acepte una salida imperfecta, pero posible hacia la democracia y consolidar, de paso, su cetro como co-artífice de la solución. Resulta fundamental, entonces, encontrar concordancias con Bolivia, Colombia, Chile y otros para una reacción conjunta el día después de los comicios. En el G-20, cuya Cumbre se realizará en Río de Janeiro a mediados de noviembre, observan de cerca los movimientos de Lula en este sentido.

Respecto a la dimensión bilateral, el excanciller boliviano, Gustavo Fernández, decía en una reciente entrevista en un canal cruceño que, para la diplomacia brasileña Bolivia fue siempre un punto central al nacer en su territorio la enorme cuenca amazónica, la del Plata y también donde se cruzan los caminos de Brasil hacia el Pacífico.

Efectivamente, la centralidad geográfica de Bolivia, tratada con otros nombres, fue el origen de la agenda bilateral. La conexión hacia el Pacífico, mencionada por el propio Lula, se traduce en “un proyecto de infraestructura para facilitar las conexiones de la nación andina con Brasil y Perú”. Se refiere al Corredor Ferroviario Bioceánico Central, nacido el 2013 por iniciativa de Evo Morales, y que conectaría el puerto de Santos, en Brasil, con el de Ilo, en Perú. El corredor contempla ramales hidroviarios y carreteros que conectarían con Paraguay y Argentina. El eje del proyecto principal es de 3.755 kilómetros y, a pesar de los estudios de viabilidad ya efectuados, sigue siendo una incógnita la fecha de su conclusión. En la Bolivia quebrada de hoy, el proyecto figura en el Plan de Desarrollo Económico y Social 2021-2025, pero la visita le dio un impulso político a la idea.

Las conexiones atlánticas fueron abordadas a través de proyectos en las áreas fronterizas, cuencas compartidas, coordinación de temas relacionados con el clima, salud, control de desastres y preservación de biomasas. Existe un liderazgo internacional de Brasil en varias de estas materias y la cooperación con Bolivia resulta instrumental.

En lo económico, Lula llegó a Santa Cruz con un puñado de empresarios. En la actual coyuntura boliviana el primer objetivo era revisar los suministros de gas a Brasil, que han disminuido significativamente por falta de inversiones de parte de YPFB, obligando a Brasilia a incorporar a su matriz el gas natural licuado, más caro, mientras se finiquitan los contratos para el suministro de gas desde Vaca Muerta, en Argentina. Se proyecta que la producción de gas boliviana disminuiría de los 1.400 millones de pies cúbicos diarios en 2022, a 400 millones el 2030. Brasil, tercer consumidor mundial de gas, quiere diversificar sus importaciones con una mayor presencia de gas boliviano. El tema es crucial, ya que de los US$ 2 mil millones que exporta Bolivia a Brasil, el 88% es gas. Por ello, ahora quieren darle participación al sector privado y a Petrobras en la prospección y análisis de inversión, sobre la que pesa la sombra de la expropiación del 2006.

Pese a todo lo anterior, la dimensión principal de esta visita radica en el apoyo a la democracia para el desarrollo de Bolivia. Según Gustavo Fernández, Lula fue a decirle al MAS y sus aliados que no sólo hay que acabar con la “concertación democrática”, la “democracia pactada”, sino con el partido único, porque crece la desconfianza en las instituciones en una sociedad extraordinariamente diversa y, por lo tanto, proclive a una democracia plural.

En este contexto fue a respaldar a Luis Arce como presidente en un momento crítico en lo político y lo económico. Se especula que habría conversado también con Evo Morales para suavizar posturas y habría hecho lo mismo con diversos movimientos sociales. Adicionalmente, habría abogado por la unidad del MAS porque la desunión sería funcional a la extrema derecha, en alusión a procesos políticos europeos y a Argentina.

Sin embargo, lo más importante son las palabras de Lula que, a modo de consejo de “hermano mayor”, fue a darle a Arce y al mundo político boliviano. La economía y la política van de la mano, dijo en público, y no responden a las leyes de la magia: “Hay palabras clave que no podemos desperdiciar. Primero, es la estabilidad y la credibilidad (políticas). En segundo lugar, es la estabilidad de la economía. En tercer lugar, está la estabilidad fiscal. Cuarto, es la estabilidad jurídica. Quinto, es la estabilidad social. Estas cinco, más la palabra que interesa a todos los empresarios, es previsibilidad”.

Lula vendrá a Chile el 5 y 6 de agosto. Muchos de estos temas van a estar en la agenda de conversaciones, particularmente los referidos al futuro de Venezuela, seguridad regional, conexión bioceánica a través de Paraguay y Argentina. A ellos se agregarán el carácter de Chile como puerta de salida hacia el Pacífico a través del cable Humboldt; Brasil como principal receptor de la inversión chilena en el mundo; el país luso, con sus 210 millones de habitantes, para la diversificación de nuestros mercados de bienes y servicios; encadenamientos productivos; cooperación antártica, etc.

La importancia de Brasil entre nosotros es de tal magnitud, que no se entiende que, aparte de una extendida cáscara lúdica, desconozcamos casi todo de ese país, fundamental para nuestro futuro y del cual presumimos hablar su lengua ignorando su significado.

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