El erizo y el zorro

Columna
El Confidencial, 
Ramón González Férriz
  • Mijaíl Gorbachov, vida y leyenda del hombre que acabó con el comunismo

Mijaíl Gorbachov. (EFE)

En 2006, cuando William Taubman llevaba un año trabajando en la biografía de Mijaíl Gorbachov, se reunió con él para seguir con las entrevistas. Gorbachov le preguntó cómo iba la escritura, y Taubman le respondió que lenta. “Está bien. Es difícil entender a Gorbachov”, dijo el exmandatario soviético hablando de sí mismo en tercera persona, como al parecer es habitual en él.

Y sí, es difícil entender a Gorbachov, como atestiguan las 800 páginas de esta canónica, monumental, larguísima y en general extraordinaria biografía (publicada por la editorial Debate) de uno de los personajes clave del siglo XX. Un personaje que es adorado en buena parte de las democracias liberales, por su enorme contribución al fin del espantoso régimen soviético, y bastante detestado en la Rusia actual, porque acabó con un imperio y una forma de vida, generó una enorme crisis económica y rompió con la tradición autoritaria de gobierno del país, que desde hace casi dos décadas ha retomado Vladimir Putin. También es odiado en China, donde pronto aparecerá esta biografía: los mandatarios del Partido Comunista del país pensaron que su apertura podría servir de modelo a los anticomunistas chinos. Y en su momento lo fue, pero la élite china no tuvo ningún problema en reprimirlos salvajemente. Eso era lo que Gorbachov nunca quiso hacer.

'Gorbachov' (Debate)

Y eso que Gorbachov fue un “homo sovieticus” ejemplar, lo cual le permitió llegar a la cumbre de la estructura social de la Unión Soviética. Su padre Serguéi, de orígenes familiares rurales, combatió en la Segunda Guerra Mundial mientras su familia sufría los enormes rigores de la época. Un día, a finales de 1943, Mijaíl y unos amigos salieron a pasear por el bosque y, de pronto, encontraron restos de soldados del Ejército Rojo caídos en combate: “Cuerpos ya degradados, devorados parcialmente por los animales, cráneos con el casco puesto y oxidado […]. Yacían todos allí, sobre el denso barro de las trincheras y los cráteres, insepultos, mirándonos con sus cuencas vacías y a oscuras”. Contra todo pronóstico, Serguéi volvió del frente, fue condecorado y se incorporó al trabajo en la nueva era pacífica, hambrienta y enormemente represora del estalinismo de posguerra. Pero logró convertirse en un agricultor ejemplar, tanto que el Presídium del Sóviet Supremo le concedió la Orden de Lenin por conseguir un récord en la producción de cereales. Serguéi quiso compartir el premio con su hijo, que le ayudaba en las tareas del campo. A los diecisiete años, pues, aunque fuera de manera compartida, “recibió uno de los más altos honores de la Unión Soviética” (62).

 

"Un líder natural"

Por aquel entonces, el joven Mijaíl ya destacaba como un niño listo y “un líder natural”, en palabras de Taubman. “Me habitué a ser un líder desde que era un niño. Fue una ambición que siempre quise cumplir”, dijo el propio Gorbachov. Y la cumplió. En lo que suponía una hazaña para los jóvenes de entornos rurales ajenos a la élite política, fue admitido en la Universidad Estatal de Moscú, el equivalente en “la Unión Soviética a lo que Harvard representa para Estados Unidos”. Desde allí, Gorbachov, un “ambitsioznyi” (palabra rusa que tiene connotaciones bastante negativas, más asociadas a la arrogancia que a la ambición) fue escalando puestos, gracias también a la ayuda de Raisa, la que sería su muy influyente, culta y sofisticada esposa, en la sofocante y jerárquica sociedad soviética.

Primero fue el gobierno de la región de Stavropol, luego el departamento de agitación y propaganda del Konosomol (las juventudes del Partido Comunista), la secretaría regional del partido, los cargos de diputado del Sóviet Supremo (una parodia de parlamento), de presidente de la comisión para la juventud, de secretario de agricultura para el Comité Central… Para entonces, Jrushchov, el sucesor de Stalin, ya había denunciado los abusos y la crueldad homicida de este, y ahora el objetivo era que la Unión Soviética superara a Estados Unidos en renta, PIB, bienestar y logros materiales. Gorbachov se veía a sí mismo como un reformista, un verdadero marxista y leninista que quería recuperar el espíritu original de la revolución; es decir, a sus ojos, abogar por la democracia, y dejar definitivamente atrás el totalitarismo estalinista.

El resto es historia. Una historia que Taubman cuenta con detalle, paciencia y ritmo. El joven bien considerado por todo el mundo, trabajador, que se preparaba como nadie los temas, en medio de una élite política soviética cada vez más envejecida y desconectada de la realidad, llegó a ser, en 1985, el secretario general del Partido Comunista de la Unión Soviética y toda la sucesión de cargos protocolarios (presidente del Presidium, presidente del Sóviet Supremo) que le conviertieron en el líder de lo que en buena medida era un imperio. En parte con plena conciencia, en parte sin querer, Gorbachov destruyó ese imperio. Inició procesos políticos ―la “glasnost” (transparencia), la “perestroika” (reforma)― que el comunismo no pudo sostener. Lo hizo entre las presiones de los intelectuales, los políticos y los miembros de la sociedad civil que querían que esta transformación fuera más rápida ―muchos en su entorno querían que avanzara directamente hacia el modelo occidental de propiedad privada y elecciones libres― y de los viejos comunistas, que eran plenamente conscientes de que todo eso acabaría con el monopolio del poder que tenía el Partido.

George Bush y Mijaíl Gorbachov

En 1989, “por primera vez en siete décadas, tuvieron lugar elecciones en buena medida libres y un parlamento genuino y operativo sustituyó al fin al Sóviet Supremo y sus decisiones aprobadas de antemano. Con todo, ese mismo año marcó el comienzo del fin de la perestroika, puesto que esas mismas innovaciones debilitaron a las instituciones que antes cohesionaban a la Unión Soviética”. El resultado fue “el declive económico, el separatismo étnico y la polarización política”. Cayó el muro. Se deshizo el bloque. Estallaron guerras. Se sucedieron los golpes. Gorbachov fue brutalmente apartado del poder. El comunismo se convirtió en otra cosa allí donde perduró: en China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba.

'Gorbachov: Vida y obra' es una biografía ejemplar, aunque requiera un lector valiente. Es una crónica de la normalización, el auge y la caída del comunismo en Europa, encarnada en un hombre que percibió claramente sus arbitrariedades y crueldades y en buena medida acabó con él. Aunque como explica el libro, quizá se comportara más como un ideólogo ―sabía lo que estaba mal del comunismo― que como un estratega ―no previó cómo hacer una transición estable hacia lo que él imaginaba una especie de socialdemocracia escandinava―. Pero, seguramente, era imposible hacer bien ese trabajo.

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