Columna Infobae, 31.10.2019 Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino
Europa se encamina a una política exterior más autónoma en un mundo caracterizado por la inestabilidad y la puja de poder entre Estados Unidos y China. El Presidente de Francia definió ese propósito como la de actor geopolítico de equilibrio en la búsqueda de polos de equidistancia entre Washington y Beijing. Lo mismo ha reafirmado la próxima presidenta de la Comisión Europea. De las discusiones preliminares en la UE existiría un consenso preliminar sobre que Europa debería encaminarse hacia la clarificación de intereses propios y reducir la dependencia de los dos principales poderes económicos globales. El concepto es en realidad un eufemismo para marcar distancia con el socio histórico desde la segunda post guerra, Estados Unidos. El futuro canciller europeo, Joseph Borrell, ha indicado que la UE debe jugar una lógica de potencia frente a Estados Unidos. La puja comercial han fortalecido esas aspiraciones.
La intención de impulsar una UE más independiente guarda relación con el hecho de que Europa es, en definitiva, uno de los mercados más grandes del mundo y representa el segundo actor político global con mayor gasto de defensa y cuenta, tras el Brexit, con un socio con armas nucleares (Francia). También es el que dispone del mayor cuerpo diplomático del mundo. Sin embargo, el diseño de ese perfil autónomo tiene complejidades diversas en un espacio cuya cohesión política aún no está asegurada. También por el tejido de intereses económicos y políticos que mantiene con Estados Unidos y los problemas de seguridad que enfrenta en el Este y en el Báltico. La OTAN es un ejemplo y las características del sistema financiero, otro. La rivalidad con Rusia es un tercer aspecto que puede también limitar esa autonomía al depender en gran medida de la presencia militar de Estados Unidos.
La profundización de una política exterior común con acento en visiones geopolíticas entre más de dos docenas de socios no será una tarea sencilla. Por los instrumentos constitutivos de la UE, cada Estado miembro conserva su propio accionar en relaciones exteriores y diversas crisis internacionales han mostrado que las coincidencias son poco claras. Fue el caso de Libia, Siria, Irán, la incursión turca contra los kurdos e incluso Venezuela o en cuestiones migratorias. Sin embargo, desde hace 20 años Bruselas intenta fortalecer un consenso europeo en política internacional y en particular en el campo multilateral. Ese propósito se consolidó con el Tratado de Lisboa de 2009.
El primero en sentar los cimientos fue Javier Solanas, quien diseñó las bases de una acción diplomática europea. Ahora le corresponderá a otro español, Josep Borrel, como Alto Representante, dar el paso adicional de una política exterior estratégica más definida. La duda si tendrá las dotes de convencimiento para fijar políticas comunes geopolíticas cuando impera la regla de la unanimidad en las decisiones. Cuenta a su favor con el hecho de que Alemania, junto con Francia, promueven ese camino. El peso de Berlín en la UE ya tiene una presencia desequilibrante.
El perfil internacional que vaya adquiriendo Europa puede servir de orientación a otros grupos de países de distintas regiones para evitar quedar atrapados en la puja de poder entre Estados Unidos y China. También para mejor preservar los intereses nacionales y regionales. El Mercosur podría ser un caso si algún día decide dar el paso de pensar como actor geopolítico y aumentar las respectivas capacidades individuales, en particular porque el mundo del siglo XXI requiere mirar el horizonte con una mayor lógica de soberanía estratégica.