El mensaje de Alberto Fernández en Moscú: un ejemplo de imprudencia política

Columna
Clarín, 04.02.2022
Roberto García Moritán, embajador (r) y ex viceministro de RREE argentino

La falta de tacto y sagacidad del presidente en el encuentro con Vladimir Putin tiene pocos antecedentes en la historia diplomática argentina

La primera escala de la gira exterior del presidente de la Nación ha sido un antónimo de diplomacia. No solo la oportunidad de la visita a Rusia y China es polémica por circunstancias geoestratégicas delicadas en Europa y Asia, sino por el énfasis de privilegiar a ambas potencias frente al intento de Washington de aislar diplomáticamente a Rusia y China.

Cuestionar en el Kremlin el grado de la presencia de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, es un serio desacierto de política exterior e incluso puede ser interpretado como un abuso del ejercicio de la Presidencia pro tempore de la CELAC. Los mensajes esgrimidos en Moscú han sido un ejemplo de imprudencia geopolítica. Tampoco se condicen con la información púbica de la reciente reunión entre el Canciller argentino y el secretario de Estado norteamericano. Contradicciones diplomáticas que difícilmente contribuyan al fomento de la confianza internacional de Argentina.

La falta de tacto y sagacidad de Alberto Fernández en el encuentro con Vladimir Putin tiene pocos antecedentes en la historia diplomática argentina. Pone de manifiesto improvisación diplomática. Ofrecer a Rusia ser la llave de entrada en América Latina parece desconocer varias décadas de presencia rusa activa en Cuba, Nicaragua y Venezuela e inclusive del próximo viaje del presidente de Brasil a Moscú.

Trasluce que el acercamiento de Buenos Aires al Kremlin es resultado a la subordinación del voluntarismo ideológico de un sector de la coalición gobernante. En julio de 2021 hubo un anticipo con la trama de las vacunas. Posteriormente, el Ministerio de Economía alentó una mayor participación rusa en actividades económicas en la Argentina. Hasta ahora los resultados prácticos han sido casi indiferentes por parte de Rusia.

En las actuales condiciones globales, apostar casi con exclusividad al eje Ruso Chino no parecería ser la decisión más acertada para el interés nacional ni para la intención de promover una política exterior autónoma. El acercamiento militar con Rusia, la adhesión a la gobernanza global que presupone la Nueva Ruta de la Seda y el avance bilateral con China en tecnologías sensibles incluyendo la energía nuclear, adelantaría la eventual postergación sine die de Argentina a la invitación para iniciar el proceso de membresía de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que representa el 80% del comercio y las inversiones mundiales y que integran los países desarrollados más importantes del mundo. En el 2017, la Argentina fue admitida como miembro pleno de la Agencia de Energía Nuclear (AEN).

Sería desilusionante que Argentina se aleje de la posibilidad de integrar la OCDE, el único ámbito multilateral donde todos los Estados miembros son democracias pluralistas y economías de mercado. Los pasos que se encuentra inaugurando el presidente en Moscú y Beijing, parece ser una opción diplomática diferente y que aleja inversiones tradicionales. Un horizonte que, en cambio, expone a la Argentina a efectos de tensiones globales y a la guerra comercial que domina el mercado mundial.

La Argentina debería considerar las relaciones exteriores con mayor atención, equilibrio y responsabilidad. El presidente argentino ni siquiera aludió a la necesidad de desescalada militar en Europa del Este y a que Rusia respete la integridad territorial, soberanía e independencia política de Ucrania. Un viaje presidencial, lamentablemente, con mensajes confusos de política exterior.

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