El mito Allende

Columna
El Mercurio, 10.09.2015
Álvaro Góngora, historiador

Se han cumplido 42 años desde el golpe de Estado de 1973 y aún la izquierda sigue evocando el episodio pasando por alto la situación que vivió el país bajo la Unidad Popular (UP). Se enfoca -seguirá haciéndolo- en el régimen dictatorial que le sucedió, acentuando sus episodios represivos. Ni una mención a responsabilidades -¡alguna que fuese!- imputables a Allende. El punto no es menor. Son miles los jóvenes universitarios que tienen una distorsión histórica atroz. ¿Cuál es la explicación?
Se encargaron de instalar el mito Allende. Mito que nació por su muerte. Es cierto, el hecho fue infausto y recorrió el mundo. La escena, inolvidable. Se inmoló en una Moneda bombardeada.
Pero la leyenda la forjaron sus partidarios, mediante la interpretación o idealización que quisieron propagar o construyeron a propósito. Porque, en rigor, el mito es un relato elaborado con la intención de magnificar personas, crear paradigmas que contribuyan a promover un orden o el comienzo de una historia. Sus componentes son emocionales y racionales.
La izquierda medianamente dura, o dura de frentón, necesitaba y necesita un mito para proyectarse o mantenerse. Por lo mismo, el lector puede haber leído y escuchado de todo sobre Allende. Pocos estudios serios y muchos panegíricos de diferente naturaleza: académicos, testimoniales, artísticos, varios fílmicos ("Mi abuelo Allende", el último). Discursos hay miles. Por ejemplo, los del 4/9/2010: Somos "profundamente allendistas" y desde esta posición queremos entendernos con "aquellos que estén dispuestos a producir cambios que Chile necesita" (Teillier); somos "dignos herederos" de aquel gracias a quien "el pueblo se sintió constructor de su destino" (Andrade); "Ejemplo de dignidad para las nuevas generaciones... Al empuñar un fusil quiso simbolizar su misión de presidente, que defendió la democracia hasta el último" (C. Tohá). ¿Uno más reciente? "Para asumir las reformas que Chile demanda y para compartir aquellas anchas alamedas que el Presidente Allende anunció" (Bachelet, 11/9/2014).
Portaba una trayectoria política respetable (1933-1964). Con todo, después de tres fallidos intentos presidenciales llegó al poder. Ambicionaba --legítimamente- la Presidencia, pero ya había cambiado. Al punto que el Comité Central del PS lo proclamó candidato con abstención mayoritaria de sus miembros. Fue candidato de la minoría socialista. Hecho que hoy se quiere olvidar.
Tampoco fue líder de la UP. Quedó prisionero del programa que la multipartidaria marxista elaboró sin haber pensado siquiera en el candidato (1969). Quien lo fuese debía aceptarlo completo, y para vigilar su cumplimiento se formó el Comité Político, integrado por todas las fuerzas. Así el Comité resolvería las medidas clave definidas de antemano. Fue un pacto que Allende aceptó y así se anuló ante la UP y, como Presidente, ante el país (el documento existe).
Sumemos algo desconocido y grave. Adhirió totalmente a Alemania del Este, viajó a ella en 1966, defendió la existencia del Muro y solicitó "ayuda solidaria" (larga lista). No era extraño entre los socialistas en esos años y Allende pidió en 1967 algo más, "para el trabajo ilegal". Un detalle: era entonces presidente del Senado chileno. Para la campaña de 1970 demandó materiales en cantidad.

¿El Allende real es coherente con la creación mítica? Problema que solo pueden resolver quienes se informen con mente abierta.
Hay una obra muy documentada al respecto, que no se debiera ignorar. Todas las afirmaciones en ella tienen fundamento. Se lee bien y es la mejor sobre Allende y la UP en mi opinión: "La Revolución inconclusa", de Joaquín Fermandois (CEP 2013). ¡Que algún día figure entre los libros sugeridos en los programas oficiales de enseñanza media! ¿Es iluso? Pienso en las generaciones que únicamente han conocido el mito Allende.

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