El mundo de Trump y Putin

Opinión
El Páis, 25.02.2017
Monika Zgustova, escritora y traductora checo-española
  • Sólo una Europa unida y crítica puede ser respetada en el nuevo orden mundial

Las figuras de Donald Trump y Vladimir Putin decorando unas muñecas rusas en San Petersburgo. DMITRI LOVETSKY AP

Hace unas semanas, una noticia no confirmada afirmaba que Rusia dispone de un vídeo de Donald Trump divirtiéndose con unas prostitutas en Moscú. Con razón, no se hizo caso a la novedad. En cambio, hay otras revelaciones que sí pueden tener un amplio alcance. Hace poco, las expuso la bisnieta de Nikita Jruschov.

Nina Khrushcheva, profesora ruso-americana en la New School de Nueva York, ha declarado en entrevistas y por escrito que, con seguridad, Vladímir Putin dispone de información altamente comprometedora sobre Trump. “Lo más seguro”, afirma Khrushcheva, “es que Putin tenga en su poder información sobre los datos fiscales de Trump que el presidente estadounidense se esfuerza por ocultar”.

¿Cuál es la relación entre Trump y Putin? A Trump le atrae el estilo forzudo de Putin, y no es el único; desde el turco Erdogan hasta el indio Modi los líderes autoritarios le profesan admiración. Trump y Putin, dos políticos con tendencias dictatoriales, se inclinan hacia la ultraderecha —la llamada derecha alternativa— islamófoba, nacionalista y partidaria de la supremacía blanca y masculina; el máximo asesor de Trump, Stephen Bannon, admirador de Lenin, fue director de Breitbart News, plataforma de tendencia supremacista. Si Putin se ha rodeado en el Gobierno con semigánsteres como Igor Sechin, Trump ha elegido para su Gabinete algunos de los tipos más oscuros que ha podido encontrar.

Trump persevera en que nunca le han molestado las conversaciones sobre las sanciones a Rusia del dimitido general Flynn, “hombre maravilloso” según él, con el embajador ruso Kisliak. Además justifica cualquier acción bélica de Moscú e insiste en no tener intereses comerciales en Rusia. Sin embargo los tiene ya desde los años ochenta, al igual que su secretario de Estado, Rex Tillerson, tiene miles de millones en juego en este país. Pero si hasta hace poco Rusia veía a Trump con buenos ojos —“la manera de pensar de un hombre de negocios es beneficiosa en la política”, afirmaba el diario ruso Nezavísimaya Gazeta—, algo está empezando a cambiar: el Kremlin acaba de dar órdenes a los medios de no tratar a Trump especialmente bien. Si las afirmaciones de Khrushcheva son fundadas, ¿qué requerirá el presidente ruso de Trump a cambio de guardar su secreto? Sus intenciones están claras como el agua. En primer lugar pedirá la lealtad del presidente estadounidense. Además exigirá que Occidente elimine las sanciones, deseo que EE UU indudablemente cumplirá. Moscú reclamará que Occidente dé su visto bueno a su anexión ilegal de Crimea y a las operaciones bélicas en Ucrania. No es una casualidad que la guerra en este país se reanudara con fuerza poco después de que el Senado aprobara el nombramiento de Tillerson. Moscú sabe que este es su momento para apoderarse de Ucrania.

Otro punto en la agenda de Putin será conseguir el beneplácito de Occidente sobre su despiadado bombardeo de civiles en Siria y en retener a este país bajo la influencia rusa sacando provecho de la reconstrucción de las ciudades bombardeadas. Pero las cosas no se quedarán ahí. Rusia desea tener en su esfera también a cuantos se independizaron del imperio soviético tras la caída del comunismo, entre ellos a Georgia y Asia Central, que considera suyos, al igual que Ucrania.

Cuando en el año 2000 Putin llegó a la presidencia se esforzó por atraer bajo su influencia a los países de la Europa central y del Este que durante el comunismo habían sido satélites de la URSS. Su afán está dando frutos en la Hungría de Orban y la Chequia de Zeman, entre otros Estados. Sin embargo, desde que Trump declaró que prescindiría de la OTAN, entre la población de esta región se nota cierto nerviosismo. Los Estados bálticos empezaron a entrenar sus pequeños Ejércitos con gran ímpetu. Ante el posible debilitamiento de la OTAN, la UE debe establecer un Ejército propio.

Europa, junto con Canadá, se ha convertido en un bastión de la democracia en el mundo y por ello está mal vista tanto en Washington como en Moscú. Solo una Europa unida, crítica y que ejerza la réplica puede ser respetada en el nuevo orden mundial.

Las declaraciones que provienen de Washington y de Moscú están llenas de mentiras que, repetidas muchas veces, según la receta de Goebbels, se convierten en verdades. Pero lo más preocupante no es que salgan políticos como Trump y Putin, sino que cada vez haya más personas que apoyan su política. Eso significa que una parte de la población no confía en que la democracia pueda solucionar sus problemas.

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