El nuevo presidente tendrá que restaurar la imagen de Brasil

Columna
El Mercurio, 01.11.2022
Guga Chacra, columnista (O Globo/GDA)

Bolsonaro es visto como un paria internacional, mientras que el PT gobernó durante ocho años y se destacó como líder en el contexto global.

La imagen de Brasil mejorará automáticamente en todo el mundo con la derrota de Jair Bolsonaro, tal como lo hizo Estados Unidos después de que Donald Trump perdiera ante Joe Biden y Barack Obama sucediera a George W. Bush en la Casa Blanca. Los dos republicanos eran extremadamente impopulares en otros países. La medida fue un alivio internacional. La llegada de Lula debería causar el mismo sentimiento positivo, independientemente de las decepciones en el futuro.

El actual presidente y candidato derrotado en las elecciones de ayer es visto en gran parte del mundo occidental como un paria por sus posiciones sobre la pandemia y los temas ambientales. En África, Latinoamérica y Asia tampoco goza de simpatías. Viktor Orbán, autócrata de Hungría, y el dictador de Arabia Saudita, Mohammad bin Salman, son de los pocos que muestran cierta cercanía con el líder brasileño, que dejará el Palacio de Planalto a fines de año.

Lula, por su parte, no es nuevo para la comunidad internacional. Gobernó Brasil durante ocho años y se destacó como líder prominente en el contexto mundial, siendo admirado en África, Asia, Medio Oriente, Occidente y especialmente en América Latina. Mantuvo buenas relaciones con Bush en EE.UU., mientras ayudaba a desarrollar los BRICS con Vladimir Putin y líderes en China, India y Sudáfrica. Su regreso complacerá a los gobernantes en las principales capitales del mundo, incluido Washington, donde la actual administración de Biden no ve con mucha simpatía a Bolsonaro por ser uno de los últimos líderes del mundo democrático en reconocer la derrota de Trump.

Uno de los principales puntos a favor de Lula será el cambio de discurso y de políticas relacionadas con el medio ambiente. Tiende a estar más en sintonía con los gobiernos de Occidente e incluso de otras regiones del mundo.

Pero la agroindustria aún debe guiar la política exterior brasileña. Lula deberá adoptar una postura pragmática para mantener y expandir los mercados para los productos brasileños.

En el tema de China, Lula se enfrentará a un escenario diferente. Los BRICS en la práctica perdieron fuerza como bloque. Beijing sigue siendo la segunda potencia económica del mundo, pero hoy está gobernada por un Xi Jinping cada vez más autocrático. El país también permanece relativamente cerrado con la política de “covid cero”. Rusia, por supuesto, está cada vez más aislada por su invasión de Ucrania. Bolsonaro ha negociado el mantenimiento del suministro de fertilizantes y su gobierno ni siquiera ha condenado a Moscú por la anexión ilegal de partes del territorio ucraniano. Lula tiende a seguir la línea de Bolsonaro, evitando enfrentamientos con Putin y manteniendo la neutralidad.

En América Latina, Lula regresa al poder en medio de una ola de victorias de la izquierda democrática. Seguramente, sus relaciones serán buenas con Gustavo Petro, en Colombia, y Gabriel Boric, en Chile. Tenderá a retomar las relaciones con Venezuela y será criticado por eso. Habrá que calibrar esta medida con condenas a las violaciones de derechos humanos no solo en la dictadura de Caracas, sino también en Cuba y Nicaragua.

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