El Perú no es un oasis

Columna
El Montonero, 21.11.2019
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajador (r) y ex viceministro de RREE peruano
  • Agitación en el vecindario impone ajustes de política externa

Ecuador, Chile, Bolivia y el paro nacional en Colombia evidencian que el Perú está rodeado de situaciones explosivas. Pero lejos de llevarnos a encender la alerta roja, lo que percibimos diariamente en los medios no refleja preocupación. Emulando al Presidente Piñera, parecen convencidos de que nuestro país es un “oasis” en el que todo seguirá girando alrededor de las próximas elecciones congresales, la corrupción, el antifujimorismo, las encuestas y la ola delincuencial, temas que abarrotan las primeras planas, relegando a la información sobre hechos tan graves y peligrosos como la acción subversiva de los agentes cubanos, venezolanos y de las FARC en los levantamientos que han provocado al otro lado de nuestras porosas fronteras con cuatro de nuestros cinco vecinos.

Fuentes confiables sostienen que el reputado servicio de inteligencia chileno fue severamente disminuido en el Gobierno de la señora Bachelet. Ello explicaría que no estuvieran advertidos de la explosión de los tremendos disturbios en Santiago, con un ataque sincronizado a 78 estaciones del Metro, entre otras acciones terroristas eficientemente planificadas. Después de la expulsión de cientos de cubanos y venezolanos comprometidos en los actos de subversión develados a raíz del fraude electoral que Evo Morales orquestó con el eficaz apoyo de La Habana y Caracas, la inteligencia peruana debería detectar y deportar a los agentes que seguramente se han infiltrado en nuestro territorio.

Así como el régimen del Movimiento al Socialismo boliviano (MAS) era un bastión estratégico del castro-chavismo, el Perú también es un objetivo que ese eje siniestro ha venido trabajando de la mano con los gobiernos regionales ideológicamente afines y étnicamente vinculados al movimiento aymara que Evo lideraba, en estrecha asociación con un comunista radical como su Vicepresidente García Linera. Los gobernadores de Puno, Arequipa, Moquegua, Tacna y Junín han apoyado fervorosamente la relación privilegiada del Presidente Vizcarra con el exmandatario boliviano, recordada con candor en sus fraternales declaraciones del 15 de noviembre.

Las principales poblaciones indígenas de Sudamérica están en Perú, Bolivia y Ecuador. Los violentos levantamientos en nuestros dos vecinos corresponden a la profunda y peligrosa politización ideológica y étnica que los divide. ¿Será óptimo el grado de operatividad del sistema de inteligencia peruano y la estrecha coordinación que debería tener con la Cancillería para que estemos en condiciones de prevenir amenazas internas y externas a la nación?

El indisimulado interés del mexicano López Obrador en proteger a Evo Morales y ofrecerle una plataforma política de resonancia internacional (a contramano de la Doctrina Estrada) prueba que ha optado por políticas cada vez más alejadas de la Alianza del Pacífico (AP) y del cuasi extinto Grupo de Lima (G-L), que se agudizarán con la entronización del próximo gobierno peronista en Argentina (Fernández coordinó activamente con AMLO el exilio del dirigente cocalero más importante de Bolivia). El mal orientado activismo de México y su conjunción con Cuba, Venezuela y la Argentina kirchnerista serán factores de perturbación en el futuro inmediato de América Latina.

Ante las crisis de la AP y el G-L, que han sido los pilares más robustos de nuestra política exterior, el Perú debería concentrar su mirada en dinamizar su relación con Brasil y promover la proyección de nuestro gran vecino hacia la Cuenca del Pacífico.

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