El retiro de Brasilia

Columna
El Líbero, 10.05.2023
Fernando Schmidt, exembajador de Chile en Brasil y exsubsecretario de RREE

En estos días postelectorales hemos tenido poco tiempo para dar una mirada a lo que significa el retiro presidencial “a solas” convocado por el presidente Lula para fines de este mes, en Brasilia. El objetivo: crear una entidad política sudamericana que reemplace a las fracasadas Unasur y Prosur.

Es necesario tener en América del Sur una instancia de coordinación tal como la tienen en nuestro entorno los países centroamericanos o los caribeños. Qué duda cabe. Sin embargo, ¿tenemos claro nosotros qué nos une más allá de la vecindad y la geografía? ¿Tenemos una idea, aunque sea vaga, de un proyecto político sudamericano? ¿Son los valores de la libertad, la democracia y el respeto a los derechos del hombre, parte de este? En otras palabras, ¿hacia dónde queremos ir?

Hasta ahora -que sepamos- no hay conceptos orientadores para esta reunión, no hay debates previos y sí mucha prisa de parte de la Presidencia brasileña (no de Itamaraty) por crear un organismo a la brevedad. Dejan en claro, así, que se trataría de una propuesta que forma parte del plan de posicionamiento global de Lula como gran articulador de acuerdos, un plan que tiene la firma de Celso Amorim y que lleva a este asesor presidencial a Ucrania el 10 de mayo y, en última instancia, a un posible Premio Nobel de la Paz. Un plan que pretende una cierta equidistancia crítica entre el mundo occidental y quienes lo desafían. Sin embargo, lo que a Chile le interesa es la sustancia y no ser parte de la comparsa.

Creo que no está en el interés nacional relativizar la vigencia de nuestros valores fundacionales de corte occidental si no queremos repetir la historia de hace cincuenta años. La libertad -sea política o económica- debe ser uno de los ejes estructurales de nuestra proyección internacional. Es decir, cualquier mecanismo que agrupe a América del Sur debe partir por elaborar, primero, un diagnóstico de la situación regional con total realismo, incluyendo el de la pugna geopolítica global entre nosotros.

Segundo, definir en qué ámbitos es posible alcanzar acuerdos a pesar de nuestras diferencias ideológicas y desequilibrios económicos. ¿Cómo restauramos confianzas? Una vez claras ambas cosas recién podremos discutir qué tipo de estructura necesitamos. En otras palabras, el proceso es reflexivo y no apresurado.

Hoy día hay demasiadas incertidumbres en esta región que no ayudan a un punto de convergencia: la relación alineada de Venezuela y en menor grado de Bolivia con potencias que juegan abiertamente a desafiar los valores occidentales; la falta de sincronización entre el activismo exterior y el déficit político interno en el propio Brasil; la distancia sideral de Guyana y Suriname con sus dinámicas poscoloniales, respecto del resto de la región; la disputa por el protagonismo amazónico entre los presidentes Petro de Colombia y Lula de Brasil; una Argentina con tal nivel de necesidades económicas que no puede ser una voz independiente y prescindir de la voluntad brasileña; un Perú receloso de los objetivos globales del gigante sudamericano, de la corrupción de Odebrecht que fue posible bajo el tutelaje de Lula, o de las declaraciones ideologizadas del Presidente colombiano sobre la legitimidad de la presidenta Boluarte.

Nosotros mismos enfrentamos más dificultades que las habituales con nuestros vecinos regionales a la hora de enfrentar el tema de los migrantes.

Pienso que no podemos dejar de acudir a la invitación brasileña, pero no para sacar de ese retiro presidencial un producto acabado, ni mucho menos. Pecaríamos de ingenuos. Lo que hace falta en estos momentos es un periodo de reflexión tranquilo, sereno, realista para el diseño de un proyecto de más largo aliento a base de nuestra geografía compartida y bajo una coordinación diplomática previa.

Lo que no tenemos que hacer es ser instrumentalizados para los objetivos políticos globales del presidente Lula. Debemos fijarnos pocos objetivos basados en la realidad territorial común para ir ganando cohesión interna de a poco. Tenemos que analizar qué mecanismo le permiten a Chile salvaguardar nuestros principios, ser parte de los países amantes de la libertad y a la vez construir algo práctico y enriquecedor en la región a la que pertenecemos.

En suma, temo que caer en el juego de cualquier construcción política apresurada, irreflexiva, se parecería mucho al título del libro de un vecino mío que se titulaba: “Las prisas pasan y las cagadas quedan”.

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