El trasfondo de un conflicto

Columna
El Mercurio, 04.11.2023
Heraldo Muñoz, exministro de RREE (2014 y 2018)

La comunidad internacional ha presenciado un inédito estallido de violencia en Medio Oriente con el execrable ataque de Hamas en territorio israelí que significó el asesinato de 1.400 personas, la mayoría civiles, y el secuestro de más de 200 mujeres, niños y adultos mayores. La retaliación de Israel contra Hamas, con el objetivo declarado de eliminar al grupo, ha cobrado la vida de miles de víctimas inocentes palestinas en Gaza. En las cifras del horror, según Unicef, ya han muerto más de 3.600 niños en la Franja de Gaza por los bombardeos israelíes.

Hay quienes han guardado silencio o incluso apoyado los ataques de Hamas como expresión de la resistencia palestina ante la ocupación israelí. Pero, como bien sostiene el filósofo Michael Waltzer, incluso los pueblos oprimidos tienen obligaciones morales o límites sobre lo que se puede hacer para luchar por determinados objetivos. El terror indiscriminado es inaceptable, como son igualmente inaceptables los crímenes de guerra que está cometiendo Israel en el ejercicio de su derecho a la legítima defensa.

Hamas no es el representante del pueblo palestino. Este grupo ha buscado debilitar a la Autoridad Palestina y a su base de izquierda secular, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). De hecho, en un inicio, Israel vio con buenos ojos el surgimiento de un grupo religioso islámico y nacionalista que le disputaba a la OLP y a su líder, Yasser Arafat, la hegemonía en el seno del pueblo palestino.

El inspirador de Hamas fue el jeque Ahmed Yasin, quien, bajo la ocupación israelí de Gaza, obtuvo de Israel la autorización en 1979 de establecer un centro islámico, supuestamente financiado por Israel, y multiplicó las mezquitas existentes en la Franja. Hamas surgió formalmente en 1987 como un contrapeso de la OLP, después de la primera Intifada. Años más tarde, Arafat, el líder histórico palestino, le habría enrostrado al primer ministro israelí Isaac Rabin, en presencia del Presidente egipcio Hosni Mubarak, que Hamas era una criatura de Israel.

La firma, en 1993, de los acuerdos de paz de Oslo en la Casa Blanca, con Yasser Arafat, Isaac Rabin, Shimon Peres y Bill Clinton, hizo pensar que la paz se imponía en Medio Oriente. Estuve presente en ese acto en el Jardín de Rosas de la Casa Blanca y reinaba el optimismo. A su regreso a Israel, Rabin habló en una multitudinaria concentración en apoyo a los acuerdos de paz, pero al concluir el evento fue asesinado por un ultranacionalista israelí. Benjamin Netanyahu, líder de la oposición, fue orador principal de protestas contra los acuerdos, cuyo cántico era “Muerte a Rabin”.

Hamas, que también se oponía a los acuerdos de Oslo, desató una campaña de atentados terroristas que cobraron la vida de decenas de civiles israelíes, y cundió el pánico. En las elecciones para reemplazar a Rabin, los votantes eligieron la promesa de mano dura de Netanyahu, en vez de la paz. Netanyahu y Hamas consiguieron enterrar los acuerdos de paz.

Con el fracaso de los acuerdos de Oslo, Hamas comenzó a imponerse a Al Fatah, la organización político-militar de Arafat, que integraba la OLP. Más tarde, en 2006, Hamas ganó las elecciones legislativas en Gaza y combatió militarmente a Al Fatah, expulsando al partido de Arafat de la Franja. Desde entonces hasta ahora, Hamas ha reinado en Gaza.

Con el bloqueo total decretado por el gobierno de Israel a la Franja de Gaza, más el desplazamiento forzado de cientos de miles de personas desde el norte de Gaza hacia el sur, y los bombardeos contra barrios enteros y un campo de refugiados, Israel está incumpliendo obligaciones que emanan de las normas del derecho internacional humanitario.

El presidente Gabriel Boric ha hecho bien al condenar el terrorismo de Hamas, llamar a la liberación de las personas secuestradas, abogar por una tregua humanitaria, y condenar la violación del derecho internacional humanitario por parte de Israel. Detrás de toda esta espiral de violencia yace el reclamo de los palestinos a un Estado independiente, bajo la solución de dos Estados, Israel y Palestina, que convivan en paz, en fronteras seguras e internacionalmente reconocidas. La expansión de los asentamientos ilegales promovida por Netanyahu ha ido desvaneciendo esta posibilidad, y, de paso, ha debilitado al gobierno de la Autoridad Palestina en Cisjordania, liderado por Mahmoud Abbas, y fortalecido la intransigencia de Hamas. Los ataques de Hamas frenaron una propuesta de Arabia Saudita de “normalizar” relaciones diplomáticas con Israel a cambio de un acuerdo sobre la cuestión palestina.

El exdirector de la policía secreta interna de Israel, Shin Bet, y héroe militar en combates contra Egipto, el almirante Ami Ayalon, realizó, en una entrevista con el diario La Vanguardia de España, una reflexión serena que apunta al fondo de la crisis actual. “Israel no tendrá seguridad —afirma— si los palestinos no tienen esperanza… y seguiremos matándonos mientras no dialoguemos”. Y agrega: “Arafat los llevó a renunciar a lo que creen que es un 75% de sus tierras, y esperaban la libertad. En cambio, lo que vieron fueron más asentamientos, más puestos militares. Así que dejaron de soñar y empezaron a apoyar el terror”.

En el documental “Gatekeepers”, varios exjefes del Shin Bet aparecen pronunciándose a favor del diálogo con los palestinos para un acuerdo de paz que reconozca sus derechos a un Estado independiente. Este es el punto. Sin un acuerdo de paz justo y duradero, donde el interlocutor sea la Autoridad Palestina, la espiral de violencia en Medio Oriente seguirá.

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