‘Escalar para desescalar’, los peligros del uso nuclear “táctico”

Columna
El Líbero, 23.10.2022
Cristian Garay

Hace un tiempo largo se hacía notar que la única doctrina de uso nuclear que autorizaba su uso en conflictos convencionales era la rusa, al definir como ámbito de acción la respuesta atómica a ataques terroristas o a Rusia. Estaba contenida desde la actualización de la Doctrina Militar Rusa de 2010, bajo Medvedev, y fue ratificada en el Decreto Presidencial ruso de Putin sobre la Doctrina Nuclear de 2020.  Esto hace una diferencia, incluso con una declaración reciente que firmó Rusia, la Declaración conjunta de los dirigentes de los cinco Estados poseedores de armas nucleares sobre la prevención de una guerra nuclear y la prevención de una carrera de armamentos de enero 3 de 2022, respecto a que las armas nucleares no serían de primer uso. Aspecto ese que ha ido quedando en el olvido en la invasión de Ucrania al reivindicar su uso limitado para defender el territorio de Rusia, ahora extendido jurídicamente este 30 de septiembre de 2022 hasta las zonas conquistadas por Moscú en 2014 y ahora (al menos una parte) en 2021-2022.

Con esta incorporación ilegal en el sistema internacional, Putin pretende dejar como inviolable el territorio conquistado mediante el chantaje nuclear, y limitando su uso a países no nucleares que serían víctimas de estas armas. Paradójicamente, Ucrania en 1994 devolvió 3.000 cabezas nucleares y ratifico el Tratado de No Proliferación Nuclear, a cambio de que se respetase su independencia en el Memorándum de Budapest.

Como esta es una acción metajurídica, disponer el uso de armas nucleares, de nada valen las observaciones acerca de la proscripción de estas amenazas en la Carta de Naciones Unidas, que por lo demás ha sido irrelevante en esta crisis, como lo es por la naturaleza propia de esta entidad supranacional que preservó en el Consejo de Seguridad la inviolabilidad de las cinco potencias dominantes: política real versus esperanzas de una gobernanza global.

Dicho esto, Putin actúa sobre un terreno no bien conocido, pero auténtico, que es la doctrina soviética sobre un uso limitado de armas nucleares tácticas, de pequeño efecto entre 1 y 50 de potencia (hay quienes las extienden a 100 kilotones), y devastación de 5 kilómetros a la redonda, para destruir ciudades, o centros de mando como podría ser Zelenski en Kiev. Hiroshima tenía 15 kilotones. Con esto se conseguirían éxitos operacionales, rendiciones rápidas, y su uso atemorizaría a otros adversarios globales. De modo que, escalando su uso, se sostenía, se conseguiría desescalar el enfrentamiento nuclear.

Bajo Stalin las armas nucleares eran consideradas en 1955 por su general Malenkov como parte de destrucciones importantes, pero sin importancia militar, dado que esta se conseguiría por armas convencionales. La invisibilizacion de los efectos de este uso de armas fue parte de cierto grupo de teóricos soviéticos, que fantasearon acerca de un uso en teatros de operaciones -por ejemplo, grupos de buques y portaaviones, o grandes concentraciones de blindados- con alternancia de armas de destrucción masiva y convencionales. Este escenario fantástico no evalúa la contaminación nuclear y la reacción de los otros poseedores de armas nucleares, para los cuales la distinción entre armas tácticas y estratégicas tiene poco sentido si ella cae, por ejemplo, sobre una ciudad europea, donde sus efectos serán concéntricos a la explosión y violan la noción de equilibrio estratégico. Dicho de otra forma, si se usa el arma nuclear, hay un incentivo inmediato a usarla como prevención y destrucción mutua asegurada.

En esto consiste la escalada y disuasión nuclear que, como Herman Kahn la definió, solo concibe el uso masivo en respuesta al uso nuclear, para obtener una hipotética sobrevivencia, que en todo caso sería una victoria ilusoria, pírrica, porque nadie quedaría vivo salvo un puñado de seleccionados en silos ultra reforzados. Nada del paisaje cotidiano quedaría en pie. Los teóricos soviéticos contra sensu argumentaban que el uso de armas nucleares tácticas sería tolerado como algo equivalente a cualquier otra arma, cuando no lo es.

La amenaza rusa acelera el reloj de la autodestrucción del género humano, límite conceptual de porqué NO usarlas, pero que Putin, Lavrov, y muchos parlamentarios de Casa Rusia han estado promoviendo. El checheno Ranzam Kadirov reiteró esta posibilidad tras la retirada rusa en Ucrania el 1 de octubre de este año: “Mi opinión es que hay que adoptar medidas más drásticas, desde la declaración de la ley marcial en la zona fronteriza al uso de armas nucleares de baja intensidad” dijo en Telegram (INFOBAE, 01.10.2022). Invitaciones en la Duma a lanzar bombas atómicas sobre Londres, quizás Polonia, sobre la costa de Estados Unidos para generar maremotos, además de Ucrania, se han multiplicado si se “avanza” sobre territorio ruso conquistado en ese país. En todas estas creativas frases parece que las únicas armas nucleares capaces de llegar a destino fueran las rusas, aserto absurdo e infantil (incluso Reino Unido, Francia, China e Israel son capaces de borrar cualquier país de la Tierra).

El problema es que cuando la incompetencia militar mezclada con el orgullo nacional no encuentra límites, el uso de armas de este tipo amenaza la vida de toda la humanidad, y tampoco solucionará nada, sino que será el suicidio de Rusia y de todos sus aliados, de sus adversarios, y de la humanidad que contempla todo esto, porque el holocausto nuclear no distingue límite alguno.

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