Esperanzas en Francisco le plantean serios desafíos

Columna
El Montonero, 19.01.2018
J. Eduardo Ponce Vivanco, embajadpr (r) y ex viceministro de RREE peruano

Hace unos días el papa Francisco sorprendió al rehusar dos entrevistas solicitadas por Sebastián Piñera, el presidente electo de los chilenos. Al sobrevolar Argentina envió un protocolar “mensaje de salutación” al presidente Macri (a quien parece no querer visitar mientras sea gobernante). En Chile continuó su prédica de énfasis socialista, incluyendo severas condenas al liberalismo económico y el mercado abierto. Francisco ha visitado Cuba, Bolivia y Ecuador, países del ALBA con los que comparte la política de no condenar al chavismo (a pesar de los excesos de la tiranía de Maduro contra el pueblo de Venezuela). Y en su visita al pueblo mapuche en la Araucanía se dirigió también a otros pueblos originarios, como el aimara y el quechua. Habló sobre el reconocimiento y los derechos humanos de las postergadas comunidades indígenas y elogió la sabiduría ancestral del “buen vivir”, terminología utilizada políticamente tanto por Evo Morales como por Rafael Correa.

Puede ser un avance del libreto preparado para Madre de Dios, donde nuestras etnias nativas estarán acompañadas de los pueblos originarios de Brasil y Bolivia, además de la variopinta izquierda nacional y más de un oportunista sin invitación. El ilustre visitante pontificio llega al Perú en un momento de enorme crispación, desconcierto y pesimismo por la maraña inextricable que han tejido los políticos, atrapándose a sí mismos y enredando a los ciudadanos inermes que no sabemos cómo defendernos de tanta insensatez, en el mar de suspicacia y malevolencia desatado por la corrupción de Lava Jato.

Dios quiera que la vocación e inteligencia políticas del Santo Padre, así como la información que seguramente ha recibido de la diplomacia vaticana, le permitan observar nuestros problemas con objetividad y perspectiva. Solo así podrá ayudarnos a superar el entrampamiento mediante el diálogo y el perdón, cuya concreción y efectos parecen estar demasiado lejos de la siempre interesada y mezquina voluntad (y habilidad) de los actores locales. Ojalá que el célebre Francisco se inspire en el arte de San Martín de Porres (canonizado por Juan XXIII) cuando hacía comer juntos a “perro, pericote y gato”. Tendrá múltiples ocasiones para lograrlo en la Nunciatura Apostólica (que será su casa) o en Palacio de Gobierno, donde el presidente Kuczynski lo recibirá en presencia de políticos y de representantes de la sociedad civil.

Como diplomático profesional y ex alumno de los antiguos jesuitas de Arequipa, hago votos para que el Papa haga el verdadero esfuerzo que el Perú necesita. Que no solo bendiga la entelequia del diálogo, sino que lo promueva entre quienes no quieren dialogar; y que enseñe la nobleza del perdón y la reconciliación, que tanto se invocan y que tan poco se practican. Su autoridad moral y el contexto histórico de la visita invitan a soñar con esa posibilidad en bien de todo nuestro pueblo, que lo recibe con una ilusión auténticamente conmovedora. Que Dios ilumine al Papa y a los políticos nativos, de los que somos víctimas.

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