Hacia una guerra total

Columna
El Mostrador, 25.03.2024
Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado, exdiplomático y columnista

Como la gran mayoría, quedé consternado por la matanza de más de 130 personas (y subiendo) en un centro de espectáculos en un suburbio de Moscú. Durante un concierto de una banda local, se desató el horror, con 4 personas disparando con ametralladoras al público, para además incendiar el local.

Este atentado fue reivindicado por el Estado Islámico en su capítulo Khorasán, facción que se originó en Afganistán y opera en ese país y Pakistán principalmente, con una dura campaña en el frente interno contra los talibanes.

La autoría fue reconocida por Estados Unidos, país que había sonado las alarmas a principios de marzo, alertando a la misma Rusia de que podría haber un atentado masivo contra civiles. También en Alemania hace algunas semanas se logró desarticular una célula que planeaba un ataque.

No obstante estar debilitado después de perder prácticamente todos los territorios que alguna vez controló, el Estado Islámico sigue siendo el grupo terrorista más peligroso del mundo, encabezando el ranking de atentados, tanto en países musulmanes como no musulmanes.

A pesar de esa reivindicación, Vladimir Putin declaró, en su intervención televisiva nacional poco después de los hechos, que Ucrania era responsable, sin aludir al Estado Islámico. Agregó que los autores habían sido capturados huyendo hacia Ucrania precisamente, donde les tenían coordinado un refugio. También insinuó que estaba el apoyo de Occidente en esto.

Esta imputación fue amplificada por el gobierno y los nacionalistas más vocales, exigiendo una movilización total contra Ucrania y los enemigos de Rusia.

Mientras los países europeos y Estados Unidos se unían en condenar este acto terrorista, Ucrania rechazaba la acusación de Putin y a su vez lo acusó de intentar aprovecharse de la situación para sus designios.

Entendiendo que, en este turbio mundo del terrorismo, además en un país en guerra, podría haber conexiones de conveniencia con distintos actores, estatales y otros, en la línea de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo”, me permito compartir algunas reflexiones.

Como sabemos Putin fue reelecto, una vez más, en una votación sin competencia, asegurando su reinado hasta el 2030 (para entonces, si goza de salud, ratificarse por otro período en una farsa electoral). Según el recuento oficial, obtuvo el 87% de los votos. Esa cifra no solo es funcional a su proyección en el poder, también lo es para el esfuerzo de guerra.

La votación se realizó en un contexto de redoblada seguridad, en un ambiente ya caracterizado por un estado de vigilancia permanente, tanto para aplastar a los opositores, como para evitar ataques ucranianos.

Por eso llama la atención, que una semana después de su elección, y con avisos previos de Estados Unidos, haya ocurrido este hecho. ¿Una gran falla en la seguridad? ¿No lo vieron venir entre el foco en Ucrania y en la represión interna? Puede ser. Pero también puede ser la teoría del saber y dejar hacer, en la línea del “auto atentado”. Lamentablemente, durante este largo gobierno de Putin hay episodios que detonaron eventos incluyendo guerras, como el segundo conflicto de Chechenia. Este se habría originado en atentados explosivos en Moscú que nunca fueron esclarecidos y dejaron a cientos de muertos, pero que se imputaron a terroristas chechenos, dando pie a una segunda intervención militar que permitió recuperar el control sobre ese territorio tras la ignominiosa derrota rusa en la primera guerra.

En esa hipótesis, esto podría ser un episodio para galvanizar a la población rusa contra Ucrania y proceder a la movilización total. Habiendo sido reelegido y macizamente, y por lo tanto sin tener que preocuparse por su legitimidad hasta 6 años más, ahora puede dar paso a una intensificación de la guerra y además con soporte popular. Esta estrategia tiene lógica además desde el punto de vista de la oportunidad. Ucrania está retrocediendo por falta de material bélico que no le ha sido entregado por Estados Unidos y por los países europeos y está la posibilidad de un regreso de Trump en enero del próximo año, lo cual podría significar el fin del apoyo estadounidense a Ucrania y por tanto obligarla a rendirse, si es que no es conquistada derechamente. Por eso, ahora que se inició la primavera y se vienen meses de mejor clima, podría implementarse una ofensiva masiva contra los ucranianos, lo que pasa por aumentar la conscripción en varios de cientos de miles.

Respecto de los terroristas, que supuestamente fueron todos capturados vivos huyendo hacia Ucrania, serían de origen tayiko (exrepública soviética en Asia Central), lo impactante es ver sus primeras confesiones (las ví en medios que las incorporaron de X). Uno de ellos sale en un video extendido y atado, con la cabeza sobre una tabla. Se ven piernas de los guardianes con pantalones de camuflaje. Lo incorporan y lo arrodillan y alguien que no muestran lo interroga. El interrogado habla ruso. Al final se pone a temblar violentamente evidenciando terror. Otros dos se mostraron con la cara ensangrentada, también siendo interrogados. Según esos extractos, a al menos dos de cuatro, les ofrecieron 500.000 rublos por el ataque (como 5.000 euros) para cometer la matanza. Entonces, ¿estos terroristas del Estado Islámico son mercenarios y no combatientes dispuestos a inmolarse? ¿Es una nueva variante del grupo?

Lamentablemente la experiencia histórica tiene casos recurrentes de ataques, asesinatos y atentados (en ocasiones fabricados por el supuestamente agredido) que han justificado guerras o su extensión. Lamentablemente también, ateniéndonos a las declaraciones de Putin, es evidente que quiere sacar partido de este episodio. Todo ello no hace más que oscurecer el futuro de la guerra. Habrá que ver como esto repercute en el cuadro actual y si el dictador ruso amplía masivamente la conscripción apostando a una victoria total que solo será posible con más tropas en terreno.

Finalmente, y respecto del Estado Islámico, asumiendo que ejecutó este atentado, con o sin la cooperación de terceros (pensando en Ucrania conforme a la acusación rusa), surgen inquietantes perspectivas, pero principalmente para Rusia. Este país tiene un segmento importante de población musulmana, concentrado principalmente en el Cáucaso. Esos territorios han buscado liberarse de Rusia en numerosas instancias, destacando los chechenos, y dando lugar a sangrientos levantamientos. Hasta ahora los rusos han logrado mantener el control, pero este se está debilitando. Un ejemplo de aquello, en lo que fue la ex URSS, fue la reciente conquista por los azeríes del enclave armenio de Nagorno Karabaj, siendo Armenia una tradicional aliada rusa. La demografía está también jugando en contra de los eslavos rusos. Por eso, el mayor peligro de desintegración de la Rusia que conocemos viene de estos pueblos y, tal vez, el atentado del Estado Islámico aprovechando la mayor debilidad rusa, quiere mostrar que es posible tener éxito en buscar la independencia bajo la bandera de la guerra santa (Jihad).

Al horror se suma más horror y todo esto no hace más que ensombrecer lo que se viene. Un atentado terrorista le está dando más fuelle al fuego.

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