Inconsistencias en la política exterior chilena

Editorial
OpinionGlobal, 25.09.2023

En su discurso ante el plenario de la Asamblea General de la ONU el presidente Boric volvió a plantear una visión del mundo en la que hay evidentes intereses contradictorios y que, a la postre, producen confusión en nuestra política exterior. Nos referimos, por cierto, a las condenas paralelas a Rusia, por la guerra en Ucrania, y a Israel, por los territorios ocupados, así como a su denuncia por la represión que se vive en Nicaragua bajo el régimen de los Ortega-Murillo, mientras que en relación con Venezuela y Cuba se limitó a emplazar a Estados Unidos a levantar las sanciones.

Una vez más, el primer mandatario no solo vuelca en el campo internacional los preconceptos que aplica en la política doméstica chilena, sino que refleja los tirones que sufre de uno u otro partido de las coaliciones de gobierno. Por un lado, ha debido equilibrar su apoyo irrestricto a Volodímir Zelenski, soslayando cualquier denuncia directa contra Cuba o Venezuela, regímenes que el PC chileno defiende con tanto ahínco. Por otro lado, quiere convencernos de que hay que terminar con las sanciones a esos países, ya que afectan a sus pueblos y no a sus gobiernos. En cuanto al chavismo, Boric quiere que Estados Unidos levante las sanciones para que se garanticen elecciones libres, cuando la situación es al revés: Venezuela debe garantizar elecciones libres para que se levanten dichas sanciones. Y, en el caso específico del castrismo, las sanciones existen desde antaño porque Cuba es una dictadura perenne y un país que ha promovido el terrorismo cada vez que lo ha estimado conveniente.

El Canciller Alberto Van Klaveren intentó explicar que el presidente había mencionado el caso de Nicaragua “porque es evidente y reciente la violación a los derechos humanos y hubo medidas muy drásticas como la expulsión de una cantidad importante de intelectuales nicaragüenses". Agregó, asimismo, que el mandatario "no entró a calificar a otros países, ni a definir las características de los distintos regímenes políticos, pues no todos los que están presentes en la Asamblea General de las Naciones Unidas son democracias liberales; es parte de la diversidad internacional y es una realidad que hay que asumir".

Las declaraciones del ministro son, por decir lo menos, cándidas. Pretenden arropar a un contradictorio presidente, que se muestra personalmente enemistado con Ortega, pero que -al mismo tiempo- no quiere reconocer que todas las dictaduras, cualquiera su signo, son condenables. Al conmemorar los 50 años del golpe de Estado en Chile, el activista Gabriel Boric condenó las violaciones sistemáticas de derechos humanos por la dictadura de Pinochet, pero luego el presidente Boric disfraza esa misma condena cuando se trata de fustigar a los regímenes dictatoriales de izquierda en la región y en el mundo. El hecho de que en la ONU haya democracias iliberales no es excusa para no condenar las violaciones.

Esta conclusión nos plantea a una situación muy real y nefasta: si el presidente cree que “los problemas de la democracia se solucionan con más democracia”, debería hacer bien la distinción entre los dictadores contemporáneos de derecha (regímenes militares en Argentina, Brasil, Chile o Uruguay), que han entregado el poder y permitido el regreso de la democracia a sus países, y los dictadores de izquierda (Cuba, Nicaragua y Venezuela), que se han perpetuado en el poder y que no buscan la redemocratización de sus naciones.

La política exterior chilena tiene que ser fiel reflejo de la historia y la experiencia política nacional. No es ajena, ni está disociada de la realidad nacional. Es, precisamente, por los temas de la democracia y de los derechos humanos que hemos vividos en Chile, por lo que le otorgamos tanta importancia a ambos en la política exterior. Si el golpe militar de 1973 y su secuela de 17 años han producido una enorme grieta en el alma nacional, las heridas resultantes solo podrán ser curadas si los gobiernos y los políticos chilenos son capaces de oponerse a todas las dictaduras sin distinción y defender a la democracia de sus múltiples enemigos. No se puede ser prodemocracia y antigolpista y también defensores de Birmania, Corea del Norte, Cuba y Venezuela. Simplemente, eso es confundir a la gente. No tiene sentido.

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