Inestabilidad en el Pacífico archipelágico

Columna
El Mostrador, 20.05.2024
Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado (PUC), exdiplomático y columnista

Cuando nos referimos a la región del océano Pacífico, comúnmente la identificamos con América y Asia, pero en mucho menor medida siquiera pensamos en los Estados y territorios insulares que están entre ambos continentes. Estos archipiélagos, que integran el continente que denominamos Oceanía (el nombre ya lo dice todo), representan una mínima masa terrestre (excluyendo Australia) en la vastedad marítima que separa a ambas orillas y tradicionalmente no han destacado por nada más que por el turismo. Pero, últimamente, esa percepción ha comenzado a cambiar.

En efecto, estas islas, que constituyen una mezcla de Estados independientes con territorios coloniales y dependientes, están cobrando una importancia creciente en el esquema de competencia entre Estados Unidos y China por varias razones. En primer término, porque, si bien tienen poca superficie terrestre, su área marítima es grande, incluyendo su plataforma continental. Adicionalmente, esa gran superficie coincide con rutas navieras importantes. En segunda instancia y relacionada con lo primero, en el caso de un conflicto militar entre ambas potencias, tendrían un rol fundamental en la línea logística y de contención respecto de la otra.

En simple y desde la perspectiva militar, China percibe que Estados Unidos quiere asfixiarla con un “cordón sanitario” conocido como la “primera línea de islas”, que va desde Japón hasta Filipinas, incluyendo Taiwán. En caso de conflicto, el margen de maniobra marítima chino sería muy estrecho y su comercio y apertrechamiento se verían seriamente afectados. Bajo esa hipótesis, China ha impulsado activamente el desarrollo de una gran flota de aguas profundas que, al menos por unidades, supera actualmente a la norteamericana, incluyendo la construcción de portaviones.

Esa flota tendría por propósito hacer retroceder a los estadounidenses hacia islas más lejanas, evitando así la asfixia.

Al aumento de la flota, se suma la construcción de bases militares, que incluyen pistas aéreas, depósitos, muelles y baterías de misiles tierra-mar. Esto ya se ha producido en el Mar del Sur de la China en los atolones y pequeñas islas de la zona que dicho país reclama como sus aguas territoriales.

La diplomacia china ha jugado también un papel muy activo en los últimos años para estrechar vínculos con los Estados insulares del Pacífico y, de paso, seguir restando reconocimientos a Taiwán –este está reducido a casi tan solo naciones insulares–.

Esta ofensiva diplomática ha ido de la mano de inversiones y créditos e, incluso, con acuerdos de seguridad, como es el caso de las Islas Salomón, Estado con el cual se suscribió un convenio policial que incluyó el envío de policías chinos a esa nación. Papúa Nueva Guinea ha sido también el foco de la prioridad china.

El objetivo de esto es generar una línea amistosa detrás del “cordón sanitario” que permitiría eventualmente cortar los suministros estadounidenses.

Esto evidentemente ha generado la preocupación de Estados Unidos y de Australia, este último país como “hermano mayor” y donante tradicional de cooperación en toda la región insular.

Esta competencia definitivamente puso bajo el foco mundial el Foro de la Islas del Pacífico (PIF, por sus siglas en inglés), instancia creada en 1971 y que reúne a 18 países y territorios, incluyendo a Australia y Nueva Zelandia. Esta agrupación, que nunca logró trascender en los asuntos globales, repentinamente cobró una importancia estratégica. Esta se ha visto acrecentada por la posibilidad, cada vez más cercana, de la minería polimetálica submarina, que por diversas razones podría comenzar en el lecho marino de estas islas.

En ese contexto, Australia y Estados Unidos resolvieron recuperar terreno. En el caso del segundo, la administración Biden celebró su primera cumbre de países de las islas del Pacífico y los Estados Unidos en septiembre de 2022 y prometió 810 millones de dólares a la región en programas que van desde la lucha contra la crisis climática hasta la seguridad marítima y la educación. Esto incluyó también abrir un par de embajadas en estos Estados.

Evidentemente estos países, muchos de los cuales están seriamente amenazados por el aumento del nivel del mar, están aprovechando el mayor interés que concitan para incidir en la agenda, incluyendo la climática.

Otra potencia que también apunta a fortalecer su presencia en la región es Francia. El mismo presidente Macron ha dicho que aspira a ser una potencia del Pacífico, lo que incluye desplegar buques de guerra. Este país tiene varios territorios bajo su dependencia ahí, concretamente lo que se conoce como Polinesia Francesa y Nueva Caledonia. De ellos, Nueva Caledonia es el más relevante, porque es un importante centro minero de níquel, insumo fundamental para la transición energética hacia la electricidad.

Más allá de que son casi 20 mil km entre la metrópoli y Nueva Caledonia, esta isla ha estado sometida a cíclicas tensiones que incluyen episodios de violencia. En los últimos días se ha generado un nuevo cuadro violento que tiene al territorio con estado de excepción y un contingente policial y militar francés que llegó a controlar la situación. La causa es una nueva ley que faculta a los residentes que lleven más de 10 años residiendo en la isla a votar localmente. Esto generó la inmediata protesta de los independentistas que prácticamente se superponen con la población originaria, los canacos, que constituyen el 41% de los 300 mil habitantes de la isla y que temen seguir perdiendo influencia, porque la nueva ley incorpora entre un 20 a 25 por ciento de nuevos electores de ascendencia europea en el padrón electoral.

Este territorio ha pasado por tres referendos y en todos ha triunfado la opción de seguir siendo territorio francés. Pero, al mismo tiempo, se ha acrecentado la brecha entre la población europea y la originaria y no es descartable que esto pueda derivar en una guerra civil. A mediados de los ochenta hubo un riesgo similar, pero la oportuna intervención de las fuerzas de seguridad y el diálogo entre los sectores moderados evitó lo peor. Está por verse si vuelve la calma o esto se encamina hacia un cisma.

Si se llegara a lo peor, la situación podría tener varias derivadas, partiendo por volver a poner en el tapete la cuestión colonial y las luchas independentistas. A su vez, esto podría convertirse, como lo fue en otros lados, en un enfrentamiento con características locales, pero inserto en una pugna mayor de las potencias. Es cierto que su propia condición insular hace difícil la intervención de terceros, pero su minería y ubicación podrían abrir el apetito de aquellos.

Una zona donde por mucho tiempo no pasó nada relevante para el resto del mundo, repentinamente ha cobrado importancia y está generando acciones y reacciones de las principales potencias. En un escenario bélico, tanto China como Estados Unidos están conscientes de que estos territorios serán claves, para expulsar a EE.UU. de la región en el caso de los chinos o para asegurar su mantención en ella desde la perspectiva norteamericana.

Eso, sin contar el tema minero mencionado y su impacto económico, ambiental y climático mundial.

Chile no es ajeno a este juego y tiene una isla, Rapa Nui, que podría volverse estratégica en un horizonte no tan lejano. Las aguas del Pacífico están inquietas (o más que de costumbre).

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