La centroizquierda y la ultraderecha

Columna
El Líbero, 10.05.2023
José Francisco Lagos, director ejecutivo del Instituto Res Publica

La nomenclatura de “ultraderecha” o “ultraconservador” abunda en las páginas de diarios o en titulares de televisión. Este mote, que busca aislar a un determinado grupo político, no sólo es incorrecto, sino que también es falso.

Después de los resultados electorales del pasado domingo 7 de mayo, diversos medios de comunicación han cubierto el histórico proceso: el Partido Republicano se impuso de manera abrumadora, con un triunfo que, para ponerlo en contexto, nos hace llegar hasta la elección de 1964 con el triunfo de la Democracia Cristiana.

Esta cobertura por parte de algunos medios nacionales e internacionales ha estado marcada por una excesiva simplificación del panorama político nacional, lo que no solamente puede llevar a equívocos, sino que también constituye incluso una verdadera falta de respeto para los millones de personas que optaron por el partido ganador.

La nomenclatura de “ultraderecha” o “ultraconservador” abunda en las páginas de diarios o en titulares de televisión. Este mote, que busca aislar a un determinado grupo político, no sólo es incorrecto, sino que también es falso.

El Partido Republicano está compuesto por distintas personas, incluyendo varios miembros que provienen del mismo acervo político y cultural que Chile Vamos, a tal punto que incluso eran militantes por bastantes años de sus mismos partidos. ¿Cambió acaso el ideario de uno o el otro? Aparentemente no, porque las diferencias se han manifestado en aspectos prudenciales y pragmáticos más que en cuestiones identitarias o ideológicas de fondo.

Por eso es tan mañosa la afirmación -de algunos de Chile Vamos incluso- de tratar de “extremos” o autodefinirse como “derecha democrática”, en desmedro de una derecha, representada por Republicanos, que aparentemente no lo sería.

En primer lugar, porque si fuera cierto, no tendría sentido la alianza que hubo para la pasada elección de Convencionales Constituyentes, ni tampoco el apoyo al candidato presidencial del partido.

En segundo lugar, varias personas que actualmente militan en la UDI, RN e incluso Evópoli, tienen un pensamiento doctrinario idéntico o, al menos parecido, a Republicanos y; por último, porque el electorado de Republicanos mañana también podría optar por una opción distinta a ellos, e insultarlos de esta manera no parece buena idea.

En el pasado también hemos observado el auge de estas diferencias. En los años 90, Renovación Nacional también se autodenominó derecha democrática en desmedro de la UDI, pero todos sabemos que esos conflictos no tuvieron muy buenos resultados. Parece lógico y deseable no caer en los mismos errores.

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