La diplomacia de las amenazas

Columna
Infobae, 05.12.2022
Felipe Frydman, economista argentino, exembajador y consultor del CARI
La insistencia de Uruguay de obtener el permiso de los restantes socios del Mercosur para mejorar las condiciones de ingreso de sus exportaciones en terceros países representa un desafío para el bloque

El Mercosur enfrenta una vez más una difícil situación que deberá reflejarse en la Cumbre del 6 de diciembre, repitiendo la coreografía de las últimas reuniones. El solo anuncio de la intención de Uruguay de presentar una solicitud de ingreso al acuerdo regional conocido por sus siglas, CPTPP, originó una carta de Argentina, Brasil y Paraguay que deja de lado el lenguaje diplomático para formular una amenaza de tomar medidas en los ámbitos jurídicos y comercial para “defender sus intereses”.

La insistencia uruguaya en presentar solicitudes de incorporación cuando aún no resolvió las negociaciones de un TLC con China pareciera más un intento de retomar el planteo sobre la flexibilización, anticipándose al cambio de gobierno en Brasil, cuyos portavoces han hecho saber su oposición a los acuerdos de libre comercio por considerarlos parte de la globalización. El presidente Lula ya expresó la necesidad de renegociar el Acuerdo con la Unión Europea y encarar un compromiso de alcance parcial con China para asegurar el mantenimiento de la protección de la industria, en coincidencia con la política del gobierno argentino. El excanciller brasilero Celso Amorin siempre estuvo convencido de que Brasil está llamado a jugar un rol protagónico en el escenario mundial; el ámbito regional es solo una herramienta para ubicarse como interlocutor a nivel de las grandes potencias.

El gobierno de Lacalle Pou sostiene con razón que las recientes rebajas del arancel externo acordadas entre Brasil y la Argentina, o la reducción unilateral de Brasil, constituyeron violaciones a la regla del consenso. En el mismo sentido se encuadra el acuerdo entre Brasil y Uruguay para ampliar la eliminación de los aranceles para los productos procesados de todas las zonas francas y áreas aduaneras especiales uruguayas por tiempo indeterminado. Este Protocolo profundiza la relación entre ambos países y plantea el interrogante sobre la predisposición de la Argentina de conceder el mismo trato, agravando las controversias entre ambos gobiernos.

El Mercosur está involucrado en negociaciones con Canadá, Corea y Líbano, y como se hiciera con la UE, en formatos flexibles según la percepción de cada país miembro para evitar las fricciones, lo cual constituye una contradicción con el objetivo de constituir un mercado común. El Mercosur ha mostrado creatividad para abordar estas situaciones porque mientras algunos recitan el Tratado de Asunción y hablan de unidad, la realidad enseña que poco se ha hecho para avanzar en la consecución de sus objetivos, recurriendo a los parches para evitar las decisiones de fondo.

La insistencia del presidente Lacalle Pou de obtener el permiso de los restantes socios para mejorar las condiciones de ingreso de sus exportaciones en terceros países, representa un desafío para el bloque, pero agrega un toque de incredulidad porque tampoco puede exhibir documentos para consideración de los socios que avalen esa posición. Lacalle Pou debe mirar con envidia la situación de Chile, quien formando parte del Mercosur ampliado mantuvo su independencia para las negociaciones comerciales externas. La reciente aprobación por parte del Senado de ese país del Acuerdo TPP-11, a pesar de las reticencias del presidente Boric, muestra la continuidad transversal de la política de apertura. Quizás el modelo de asociación con Chile sea la opción para resolver esta situación.

Uruguay no afecta el frente común para negociar con terceros por el tamaño de su mercado, pero sentaría un antecedente por las posibilidades de que Brasil optara por seguirlo en un futuro para responder al crecimiento de su sector agrícola, como sucediera en las negociaciones con la UE. Si bien la mayor apertura de un socio podría provocar un desvío de comercio, existen formas a través de las reglas de origen de controlar ese flujo.

El cambio de gobierno en Brasil no favorece la posición de Lacalle Pou, pero estas crisis solo ponen de relieve la falta de solidaridad y de una visión común entre los miembros. El Tratado de Asunción es hoy una rémora que debería remozarse para darle un contenido realista. Las amenazas no son un buen síntoma para encontrar una solución que contemple la inserción en el mercado mundial y también los deseos (tardíos) de “reindustrialización” tan meneados por los socios mayores.

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