La Estupidez

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El Pais Online, 13.07.2020
Enrique Subercaseaux, ex diplomático y director Fundación Voz Nacional
Chile esta empantanado. Y no se distingue solución fácil

Se superponen 3 crisis simultaneas: la política, la pandemia y la económica.

La pandemia fue exacerbada por un mal manejo comunicacional, a nivel global, y una ideologización de la cuestión, que buscaba réditos políticos inmediatos. Réditos, que, de llegar, sumirán al sistema democrático en una crisis aun mayor. Lo que aun no aprende la sociedad es que no hay atajos fáciles para conseguir la sociedad ideal. Y la quimera política no es atajo: es un callejón sin salida.

La económica será más complicada de resolver en los países donde se han ido erosionando las libertades individuales con una sobrerregulación coyuntural que tiene poco de lógica y mucho de emoción proselitista. Escapar de esa trampa costará dinero, tiempo, y oportunidades perdidas.

La tecnología acelera los procesos y el desarrollo de la humanidad toda. Lo vemos, por ejemplo, en las comunicaciones. Pero también esta muy presente en el ámbito de las finanzas, donde la velocidad de la creación de la riqueza depende mas de algoritmos impenetrables que otros factores más asequibles al común de los mortales. De allí la brecha que se abre entre los que tiene y los que no. Y la comprensión de los legisladores va muy a la saga de la velocidad de la invención. Resultado: el sector financiero no está bien regulado.

La política es mas dramática. Porque ha surgido el populismo, con la potencia e insistencia de un tsunami, y ante lo cual es muy difícil oponer resistencia, al apelar este a las contradicciones inherentes en toda sociedad, y a las emociones, que siempre están a flor de piel, y listas a ser gatilladas por políticos inescrupulosos.

Para combatirlo se necesita liderazgo, una cualidad que va en retirada en la clase política global, pero que explica, por otro lado, el porque emergen liderazgos fuertes, aunque imperfectos, como Trump, Bolsonaro, Putin, Xi Jinping y algunos otros. También estamos teniendo gratas sorpresas desde el continente africano, con lideres que han denunciado la manipulación de la pandemia, y han buscado soluciones propias, alejadas del multilateralismo progresista.

En Chile, me parece a mi que el gran lastre de nuestra sociedad y de las elites, es la hipocresía, que no es otra cosa que tener múltiples estándares de medición, y de cognición (lo uno lleva a lo otro). Por lo que la verdad objetiva se confunde con los deseos y los anhelos mas profundos y oscuros del ser.

Ejemplos hay muchos, por lo que no es necesario detallarlos.  La hipocresía crea contradicciones en el análisis y en la actuación. Y de allí es donde se meten, por los intersticios, la acción de perversión del lenguaje.

Ello es más fácil de concretar en una sociedad permeada por la moda, la avaricia y la falta de compasión.  Con una empatía muy baja, es muy fácil engañarse respecto a realidades porque no nos ponemos en el lugar de otros.

Sorprende, todo hay que decirlo, que la crisis, que es muy profunda y muy superpuesta, se acentué bajo un gobierno que creíamos de derecha, pero que ha demostrado un mal manejo, aconsejado por la inmediatez de las encuestas, la avaricia y la falta de empatía.

El avaro, al obsesionarse con la acumulación (de dinero, de poder, de influencia, de obediencia impuesta), deja de percibir la realidad. Es tal su perdida de noción de tiempo y espacio, que se empieza a percibir de una manera equivocada, y pierde completamente de vista sus objetivos, la sociedad a la cual supone que sirve y a su propia trascendencia.

Este punto, de la trascendencia, no es menor. Alguna vez conocí a una persona que se emocionaba al pensar los discursos que se pronunciarían en su propio funeral. y vivía de esa única expectativa, en vez de concentrarse en dejar una huella en este mundo. No una gran carretera: una huella. Un pensamiento, un gesto, una sonrisa, un acto solidario completamente desinteresado.

Me pregunto entonces si el avaro, que invierte tanto de su tiempo, en amasar, preservar (obsesivamente) cree que, al mirar el estado de cosas actual, que lo que ha obrado ha sido fecundo. Si su liderazgo ha sido viril y orientado al bien común. y un largo etcétera.

Amanecerá, porque siempre lo hace, pero nuestra percepción del tiempo es flexible. Lo notamos en discursos aburridos que se hacen eternos, en peleas sin significado que se parecen a diálogos de sordos, o a una sinfonía mal dirigida.

El paso del tiempo, los segundos, los minutos, que es como lo medimos, son una convención humana, y como tal, no siempre calzan con un estado anímico o material de una persona, de un grupo humano o de la sociedad toda.

Es la armonía y el bien común lo que trae un bienestar anímico.

Es la verdad la que nos hace libres y nos aleja del populismo y la estupidez, que no son mas que la ansiedad avara por acumular algo, que se siente agradable al tacto, y al ego, pero que de improviso de desvanece y se escurre entre los dedos.

Eso pasa cuando la gente se despierta y organiza la resistencia. Con la palabra, con el contradiscurso.

No hay nada más poderoso que las mentes en bloque y en sintonía, defendiendo la verdad.

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