La hipocresía de un movimiento social violento y sesgado

Columna
OpinionGlobal, 26.02.2020
Matías Salazar, cientista político (UDP).

Es fácil adentrarse a la común práctica de citar, fuera de contexto, las violaciones a los DDHH por parte de la policía que atenta contra las “libertades sociales” de una ciudadanía movilizada. Catalogarlos como actores represivos y constantemente condenarlos de acudir al “uso indebido de la fuerza” para reprimir a los manifestantes y su noble causa.

No dudan en recurrir al argumento de la “fuerza excesiva policial” para montar víctimas de una opresión policial o engendrar mártires de las injusticias del sistema actual. Sin embargo, este discurso ideologizado está más orientado en desestabilizar y destruir el orden actual que en abogar por una sociedad más justa e igual. Porque muchas de estas supuestas víctimas son los mismos que, directa o indirectamente instigan la violencia y saqueo, y la destrucción de nuestro patrimonio. Penosamente desvirtuando y distorsionando un movimiento con demandas legítimas.

Todos los que marchan aluden a su inocencia cuando se buscan a los responsables de los destrozos o de la violencia. Apelan a la infantil noción del “yo no fui, fueron ellos” y apuntan en otra dirección para eludir de toda responsabilidad. A conveniencia propia, deciden en ese momento ser individuos aislados del contexto social.

Sin embargo, cuando un ciudadano decide movilizarse y participar de una protesta, entonces inherentemente está renunciando temporalmente a esa individualidad que lo ajena de su entorno. Se une a un colectivo social del cual no puede desprenderse. Por lo que, hacer caso omiso a la violencia que transcurra en ese momento, es transformarse en un cómplice de la misma.

Por ende, todos los manifestantes son en parte, responsables por los incendios en el metro, los saqueos a negocios y por la violencia que predomina en cada movilización y que paradójicamente atenta contra los mismos DDHH que tanto se alude.

¿Qué pasa con los derechos de todos aquellos emprendedores que sus negocios fueron saqueados o quemados?

¿Qué pasa con los derechos de todos los trabajadores que perdieron su empleo porque la estación de metro o supermercados que fueron quemados?

Y puedo extenderme en interrogantes así hasta el cansancio. Ya que, son infinitamente mayor los afectados por la violencia de los reprimidos por la autoridad.

Usualmente, en situaciones de tensión o crisis social, sólo se hace mención a incidentes aislados de represión – siempre por parte de las autoridades hacia los ciudadanos – sin tomar en cuenta el contexto. En donde se atenta en contra del patrimonio, el orden público y la autoridad. Apedrean a los carabineros, destruyen infraestructura pública o ignoran los toques de queda. Las víctimas abogan por sus ‘derechos civiles’ cuando en realidad su comportamiento de civil, no tiene nada.

Es inconcebible pensar que la actitud violenta de algunos pocos logre sobreponerse a la voluntad de las masas. Por eso, es la misma voluntad de las masas que abre la puerta a la insurgencia. En dicho contexto, es responsabilidad de cada uno evitar o reprimir cualquier acto violento que transcurra en ese momento.

Es de grotesca hipocresía y cinismo participar de un movimiento que busca la igualdad social, cuando la gran mayoría los participantes nunca ha votado. Y, cuando dicho movimiento abre espacios de violencia que atenta contra el bienestar de la misma gente que necesita de dicha igualdad. Porque las verdaderas víctimas de la violencia son, justamente los que conforman la clase media y trabajadora, aquellos desfavorecidos por el sistema.

Chile es una sociedad reactiva, y esto se ve permeado en nuestra política. Donde las reformas no son oportunas y solo se esbozan cuando ya es demasiado tarde. Cuando ya no es factible el status quo y el cambio es inminente para mirar hacia adelante. Es evidente que los políticos acomodados no conviven con la realidad del chileno promedio y que muchas veces no escuchan las necesidades de la gente. Por lo que a veces no basta con solo marchar para hacerlos entrar en acción. Sin embargo, el mensaje actual ya se escuchó y la violencia lo único que hace es afectar a los ya afectados por dicho sistema que todos queremos corregir. Es hora de erradicar la violencia y terminar con el terrorismo que tiene de rehén a este país que queremos mejorar.

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