La India y el G 20

Columna
El Líbero, 16.09.2023
Fernando Schmidt Ariztía, embajador (r) y ex subsecretario de RREE

El pasado fin de semana se reunieron en Nueva Delhi los líderes del G20, grupo de países que representan el 80% del PIB mundial, tres cuartos del comercio y dos tercios de la población. Una Declaración consensuada reflejaba cinco meses de reuniones ministeriales y de expertos sobre tópicos económicos y sociales.

El G20 es un foro de diálogo y concertación de políticas que nació el 2009 ante la debilidad del sistema financiero internacional por la crisis mundial del año anterior. Está integrado por países desarrollados y en desarrollo, entre ellos las mayores economías del planeta y las más grandes de cada región. En el caso de América Latina, las de Brasil, México y Argentina. También lo integran la ONU, las instituciones financieras internacionales, varios organismos regionales (ninguno latinoamericano), entidades multilaterales que regulan el comercio, trabajo, agricultura y otros. Participan en sus discusiones entidades de la sociedad civil relacionadas con negocios, empresas, sindicatos, ciencia, juventud y otros varios temas.

El país que preside el G20, ayudado por el que le antecedió y el que le sucederá, debe mostrar una gran musculatura diplomática y política para poner de acuerdo intereses diversos en lo económico y social en un mundo dividido. Por un lado, armonizar las visiones divergentes entre países desarrollados y en desarrollo; las legítimas aspiraciones de estos últimos a participar más en las grandes decisiones globales; las fragmentaciones sociales y culturales internas. Por otro, la presidencia debe actuar en un mundo que asiste a la erosión de la democracia representativa o la relativización de los derechos humanos, además de una geopolítica de contención frente al desafío chino, principalmente en el Indo-Pacífico. Esto conduce a un creciente alineamiento de los países hacia los dos bloques dominantes, liderados por Estados Unidos y China respectivamente, mientras un grupo importante adscriben a posiciones intermedias.

La diplomacia india mostró su destreza en un ambiente adverso y conflictivo. A pesar de ello los resultados del G20 fueron menores a los esperados. Estuvieron incluso a punto de fracasar, ya que durante las 25 reuniones preparatorias se encontraron con varias aspiraciones imposibles de satisfacer que se sumaban a la “muralla china” en temas ambientales, desarrollo, mujer y otros, y a la presión occidental de aprovechar el G20 para levantar en un foro económico un tema político, como la condena a Rusia por su agresión a Ucrania.

Hasta la semana pasada, la ausencia de Xi Jinping era un síntoma visible de un casi seguro fracaso de la reunión. Beijing no quería darle un triunfo político-diplomático a India, con el que sostiene una disputa fronteriza. Aparte, Delhi muestra una influencia creciente en Occidente por motivos geopolíticos, y compite con China por el liderazgo mundial de los países en desarrollo. Sin embargo, India mantiene una buena relación histórica y funcional con Rusia que le genera ingresos y un nivel de prestigio que facilitó una débil (pero única posible) declaración sobre Ucrania. Con respecto a los países emergentes acordaron la incorporación de la Unión Africana al G20, un nuevo pacto financiero global, o su mayor participación multilateral, entre otros. En Delhi se rescató la validez del G20 como principal foro de cooperación económica internacional y de India como líder del llamado “sur global”, e interlocutor con los países desarrollados.

Mientras la India y el G20 ganaron estatura, me preocupa que América Latina (contrariamente a África) esté subrepresentada en este foro. Seguramente la próxima presidencia brasileña en el 2024 va a procurar corregir esta situación, pero el problema de fondo es que hemos sido incapaces de darnos una sólida institucionalidad regional que nos represente. La Celac está muy lejos de cumplir este papel más allá de mínimos comunes y maravillosos ejercicios retóricos.

Creo que Chile debe definir cuanto antes una estrategia de país de corto, mediano y largo plazo hacia el G20 y hacia la India. No se trata sólo de lograr ser invitados a la Cumbre en Brasil, cuya decisión corresponde al país anfitrión en consulta con los demás miembros. El asunto es más profundo: allí se debatirá la gobernanza económica del futuro y sus reglas, deuda, el ecosistema global sobre hidrógeno verde, integración del sector privado a las deliberaciones del G20, por ejemplo. Son discusiones en las que tenemos que estar.

Con respecto a la India, deberíamos tener una estrategia bilateral bien pensada. Desde luego, acabar de negociar la profundización del Acuerdo de Alcance Parcial que nos rige y trabajar en las bases de un Acuerdo Comprehensivo que incluya inversiones y servicios. Hay oportunidades importantes para nuestros vinos, carnes, nueces y frutas frescas ahora.

No olvidemos que se trata del país más poblado del mundo con 1.430 millones de habitantes, en su mayoría jóvenes. También debemos tomar en cuenta que, como lo señala el ex Subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, Rodrigo Yáñez, India ha avanzado en el ranking de competitividad económica y crecerá a una tasa de un 7,3% de aquí al 2030, según un estudio de la consultora Deloitte. En los últimos 15 años sacaron a 415 millones de la pobreza. Ese país produjo el año pasado casi 23 millones de vehículos motorizados. ¡Cómo no va a ser importante una asociación con ellos en litio ante los desafíos de la electromovilidad!

Sin embargo, India ofrece mucho más que relaciones económicas. Recordemos que hace menos de un mes fueron pioneros en el mundo al aterrizar en el polo sur lunar. Esto quiere decir que hay un enorme potencial de complementación en este sector de vanguardia mundial, así como en agricultura (revolución verde), fabricación de artefactos médicos, biotecnología y otros.

El 15 de agosto de 1947 Chile fue el único país latinoamericano representado en Delhi en la ceremonia de independencia de la India. A 76 años de dicha fecha siento que debemos renovar esa calidad pionera convocando a diversas instituciones nacionales, públicas y privadas, para pensar y diseñar una política de Estado hacia la India, con un nivel de transversalidad similar a la que alcanzamos con respecto a China en su día, pero no solamente en el terreno comercial. Si no lo hacemos ahora, otros países competidores aprovecharán la ocasión.

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