La libre navegación y los hutíes

Columna
El Mostrador, 20.01.2024
Cristian Garay Vera, historiador y profesor (Instituto de Estudios Avanzados-U. de Santiago)

A últimas horas del 11 de enero, las fuerzas estadounidenses y británicas lanzaron un ataque previamente anunciado si no cesaban los ataques, realizados desde el 1 de octubre, contra 27 mercantes que transitaban por el Mar Rojo, de los rebeldes hutíes, grupo que se creó a principios de los 90 y ejerce control de facto en las riberas yemenitas.

Se trató de una operación compleja, que representa a once países (Australia, Canadá, los Países Bajos, Nueva Zelanda, Corea del Sur, Dinamarca y Alemania), entre ellos Bahrein, que se realizó desde el portaaviones Eisenhower, el submarino nuclear SSGN Florida con misiles balísticos, destructores de misiles guiados y aviones Typhoon británicos dirigidos contra 60 objetivos, tales como centros de acopio, sistemas antiaéreos y de radar, y lanzaderas de misiles en Yemen.

Estos ataques venían haciéndose de forma muy sofisticada, con desembarcos de helicópteros, sobre buques civiles que transitaban, en principio, porque venían o iban a Israel, luego se extendieron a buques de bandera estadounidense o británica, y finalmente a cualquiera que pasara. Se trata de una restricción que expande el fenómeno de la piratería, pero respaldado con cierto discurso acerca del conflicto de Gaza que resulta apoyado, de modo oblicuo como siempre, por la Cancillería rusa que exigió detener estos ataques.

El presidente Biden manifestó que:

“estos ataques selectivos son un mensaje claro de que Estados Unidos y nuestros socios no tolerarán ataques contra nuestro personal ni permitirán que actores hostiles pongan en peligro la libertad de navegación en una de las rutas comerciales más críticas del mundo. No dudaré en ordenar medidas adicionales para proteger a nuestra gente y el libre flujo del comercio internacional según sea necesario”.

El principio de libertad de los mares, establecido jurídicamente desde Grocio en el siglo XVIII, asegura la libertad de navegación y la comprensión de un espacio de alta mar distinto del mar patrimonial, hasta 12 millas desde la costa, y del económico, establecido entre otros por Chile, de 200. El resto es de libre circulación y así lo atestiguan buques de todas las banderas. Sin embargo, la existencia de un fenómeno de fuerza en este tránsito, una de las grandes conquistas de la Humanidad y posibilitador del comercio marítimo, se ve entorpecido por estos ataques con pretexto religioso o político. Por eso los piratas son considerados fuera de la ley (hors de loi) desde la Antigüedad, y una de las victorias del Imperio romano fue asegurar el libre tránsito en el Mediterráneo y ejecutar a estos actores ilegales: por algo las figuras penales más duras contra el terrorismo provienen directamente de la herencia jurídica romana sobre los piratas, hombres sin ley.

Aquí, por cierto, hay elementos instigadores, uno de ellos vinculado al llamado “Eje de la Resistencia”, que es la plataforma proiraní que intenta interferir en el libre tránsito. Ya hay propósitos semejantes de Irán en el Mar Arábigo –no Pérsico– y en el Estrecho de Malaca por China Popular, aludiendo a un Mar de China Meridional que en realidad es el mar de todos los ribereños de la región, empezando por Filipinas. Ambos son pasos internacionales que no pueden estar sometidos a Estados ribereños: justamente el 11 de enero, Irán apresó un buque estadounidense argumentando jurisdicción, y no es un dato menor, pues respalda a los rebeldes hutíes, al ser estos chiitas. Un índice de ese apoyo es que se han proporcionado misiles de crucero y balísticos para atacar los buques, un armamento que no está disponible sino por Estados.

Esta posición de permanente desafío a las normas internacionales, por mucho que no haya un organismo que regule en términos de ley y coerción, desintegra el comercio mundial, desorganiza las cadenas de valor, eleva el valor del petróleo Brent de 3,8 USS a 80,4 USD el barril, aumenta el costo del flete y los seguros, y es perjudicial para todas las naciones, incluso aquellas que están favoreciendo que se continúe obstaculizando el tránsito marítimo. De hecho, China envió sus propios barcos a vigilar estos pasos, como ha hecho en otras ocasiones, destacando una flotilla permanente en el Cuerno de África.

En suma, argumentos circunstanciales solo convencen a los fanáticos. No hay más, los ataques de piratas y de contingentes informales no son como una protesta estudiantil pro-Palestina. La sociedad internacional tiene pocas certezas en el sistema internacional, pero una de ellas es justamente poder circular por los mares. Los marineros y buques civiles de todas las naciones no tienen que estar amenazados de ser blancos de ataques.

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