Carta La Tercera, 20.01.2017 Sebastián Hurtado Torres, Instituto de Historia y Ciencias Sociales (U. Austral de Chile)
Barack Obama merece ser recordado como un líder genuinamente comprometido con la estabilidad y la paz en el sistema internacional
Durante su gestión, debió enfrentar situaciones de extrema gravedad y, con la excepción de la errónea intervención en Libia, en general optó por el camino de la moderación. Como muy pocos de sus antecesores, Obama comprendió que el poder de Estados Unidos tiene sus límites y que el uso de la fuerza militar debe ser una opción solo en la persecución de objetivos específicos y no como instrumento para la proyección de una imagen de poder en el orden internacional. Es por esto que Obama decidió acertadamente no intervenir en la guerra civil en Siria tras las seguridades recibidas de que el régimen de Assad no volvería a utilizar armas químicas. El mismo sentido tiene el acuerdo suscrito con Irán para desmantelar su programa de armas nucleares. En ambos casos, el camino de la fuerza unilateral hubiera conducido a una situación de tensión e incluso conflicto internacional de extrema gravedad.
En el ámbito latinoamericano, la normalización de las relaciones diplomáticas con Cuba y la progresiva flexibilización de las medidas punitivas impuestas contra la isla en el contexto de la Guerra Fría empiezan a cerrar uno de los flancos más débiles de la política exterior norteamericana y es muy probable que en el mediano plazo impulsen cambios en la sociedad cubana que deriven en una transición hacia un régimen democrático.
Una justa valoración de la política exterior de Obama, incluso reconociendo sus errores, resulta muy necesaria ante el oscuro escenario de incertidumbre y hostilidad propuesto por Donald Trump, Vladimir Putin y otros líderes nacionalistas de la actualidad.