La política exterior no debe ser ideológica ni voluntarista

Editorial
OpinionGlobal, 21.05.2024

Se ha hecho cada vez más evidente que la política exterior del actual gobierno está marcada por un fuerte sesgo ideológico, situación que se agrava cuando se constata con frecuencia la adopción de decisiones improvisadas como resultado de exabruptos por parte de una presidencia cuyo sello privilegia lo emocional por sobre lo racional. El resultado final es que se ha ido perdiendo el tradicional pragmatismo de la diplomacia chilena, afectando -por lo tanto- los intereses nacionales permanentes.

En cuanto al sesgo ideológico, debemos consignar el sentimiento pro-palestino y anti israelita del presidente Boric, en circunstancias de que la tradición y la prudencia aconsejan una postura nacional equilibrada en el conflicto del Medio Oriente, dado que postulamos la idea de dos estados independientes en la región en disputa y porque tenemos dos comunidades que son igualmente importantes para el desarrollo de nuestro país (judía y palestina).

Resulta erróneo, igualmente, el doble rasero que aplica el gobierno cuando se trata de los principios de la democracia y de los derechos humanos, puesto que se los exige a Nicaragua y Venezuela y, a medias, a China, pero nunca a Cuba, que sería una línea roja establecida por la influencia abrumadora del partido comunista en la coalición oficialista. El primer mandatario tiene valor (internamente y entre sus pares latinoamericanos) para condenar abiertamente la agresión rusa a Ucrania y los crímenes de guerra de Putin, pero no fustiga con firmeza el terrorismo de Hamas que fue el que desató esta última guerra.

Tampoco se entiende la reacción desmesurada de algunos personeros oficialistas ante declaraciones de la ministra de seguridad argentina (sobre Hezbolá en Iquique), si se lo compara con la debilidad demostrada por Chile ante la poca colaboración o la violación lisa y llana de su soberanía por parte del régimen chavista.

El ideologismo en política exterior es nefasto y, en el caso chileno, responde -en buena parte- a las presiones de la ultraizquierda: PC y sectores del Frente Amplio. Sin embargo, hay que reconocer que las intervenciones presidenciales han sido también muchas veces desafortunadas y perjudiciales. El problema es el presidente Boric, quién confunde sus prerrogativas constitucionales en materia de política exterior con un enfoque personalista acerca de la soberanía nacional, que se manifiesta en nombramientos de amistades, en disgustos personales o en preferencias sentimentales. Al parecer, no escucha a los expertos ni reconoce las virtudes por las cuales la diplomacia chilena es respetada en el exterior.

¿Ahora bien, por qué está ocurriendo esto?

En primer lugar, porque dentro del debilitamiento institucional generalizado ocurrido en Chile, la Cancillería se ha visto particularmente afectada. Desde el régimen militar a la fecha, el ministerio de RREE ha venido perdiendo gradualmente influencia en la toma de decisiones de lo internacional: interferencias del segundo piso de la presidencia, intervención de otros ministerios, y menor poder burocrático (presupuesto). Y, en segundo lugar, hay un problema serio de incompetencias, entre directivos y funcionarios, que derivan de un alto grado de politización. En suma, tanto los partidos políticos, en particular, como la clase política, en general, han terminado por anular el servicio exterior profesional y perjudicando el funcionamiento de la Cancillería.

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