Las amenazas de las “democraduras”

Artículo
El Líbero, 11.03.2018
Juan Salazar Sparks, embajador (r) y Director Ejecutivo CEPERI
  • En los casos de Hungría, Polonia, Turquía, y Venezuela, la causa de muerte de la democracia no fue el derrocamiento de gobiernos electos, sino las acciones de sus propios líderes. Es decir, demagogos populistas con carisma que se encargaron de dañar los controles y equilibrios existentes respecto del poder gubernamental (independencia de los tribunales, libertad de prensa, habeas corpus y elecciones libres), a fin de eternizarse en el poder.

La democracia está sufriendo fuertes embates en todo el mundo. No sólo está siendo asaltada directamente por los regímenes totalitarios como las dinastías de los Kim en Corea del Norte y de los Castro en Cuba, sino por sistemas políticos mixtos que han sido definidos como “democraduras” (entre democracia y dictadura), o bien, como las “democracias iliberales” (gobiernos electos que no respetan los derechos civiles).

Casos emblemáticos en Europa y Asia son: el nacionalismo de Viktor Orban en Hungría y del partido PiS (Ley y Justicia) en Polonia; el proyecto de sultanato de Recyp Erdogan en Turquía, que tiene tintes desestabilizadores para el Medio Oriente; la teocracia iraní y la exportación de su revolución chií; Vladimir Putin y su búsqueda del “imperio perdido” en Rusia, que nos retrotraen a una nueva Guerra Fría; y el nuevo “emperador” (Xi Jinping), que está emergiendo en la China comunista con la excusa de terminar con la corrupción, pero que apunta al fin de la apertura liberal del régimen.

A primera vista, en América Latina el Socialismo del siglo XXI estaría en retroceso, luego de la emergencia de gobiernos liberales como los de Macri, Temer, PPK y, muy pronto, Piñera. Sin embargo, los regímenes populistas en Venezuela, Bolivia, Nicaragua, antes el Ecuador de Correa y ahora la amenaza cubano-chavista sobre Colombia, son claros ejemplos del peligro que aún persiste en la región por parte de países que se valen del antimperialismo yanqui para tapar sus narcoestados y el sometimiento total del poder político.

El profesor venezolano Ricardo Hausmann incluso nos recuerda la reciente publicación del excelente libro How Democracies Die (“Cómo mueren las democracias”), de sus colegas de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, que se valen de la experiencia internacional para demostrar que, en los casos de Hungría, Polonia, Turquía, y Venezuela, la causa de muerte de la democracia no fue el derrocamiento de gobiernos electos, sino las acciones de sus propios líderes. Es decir, demagogos populistas con carisma que se encargaron de dañar los controles y equilibrios existentes respecto del poder gubernamental (independencia de los tribunales, libertad de prensa, habeas corpus y elecciones libres), a fin de eternizarse en el poder.

Si bien la Venezuela de Maduro está hoy bastante aislada regionalmente, todavía se la incluye en conferencias, reuniones y eventos regionales, como la participación del ARBV “Simón Bolivar” en el crucero Velas Latinoamérica 2018, que organiza la Armada de Chile. Asimismo, resulta indicativo que los mayores aliados internacionales del chavismo (además de la dictadura cubana) sean -precisamente- las “democraduras” de China, Irán y Rusia. Por ello, la defensa de la democracia y la protección de los derechos humanos son más importantes que nunca para la política exterior chilena. No se trata tanto de descalificar las situaciones iliberales en dichos países como de alertarlos de que sus intervenciones en favor de Venezuela no son bienvenidas. Del mismo modo, no nos correspondería hacernos parte de la cuestión palestino-israelí, pero Chile debe ser firme en su lucha contra el terrorismo, su oposición a los territorios palestinos ocupados, y en la defensa de las minorías (cristianos incluidos). Tampoco nos compete alinearnos en la guerra civil siria, pero nuestro rechazo al uso de armas químicas es categórico y la ayuda humanitaria para las poblaciones civiles afectadas es crítica.

La realidad chilena, al igual que en el resto de la región, no es ajena ni está libre del efecto contagio del castro-chavismo, pues internamente hay fuerzas políticas partidarias del populismo, como en el caso de los partidos de izquierda que son miembros del Foro de Sao Paulo. También se ha hablado de vínculos entre la guerrilla colombiana y grupos mapuches radicalizados. Otros antecedentes a considerar son el dominio de la inteligencia cubana de las FFAA y el aparato de seguridad venezolanas, su conexión estrecha con las FARC colombianas para el desarrollo del populismo en Colombia, y la acción de sus agentes en labores de inteligencia y con la policía política boliviana para neutralizar las protestas de la sociedad civil. En fin, la prohibición de ingreso a Cuba de los ex Presidentes Pastrana (Colombia) y Quiroga (Bolivia), así como del diputado chileno Jaime Bellolio es la mejor prueba de que el castrismo sigue tan totalitario como siempre.

Por otro lado, es bien conocido el dicho de que “en Venezuela no hay salida sino salen Cuba, Irán, Siria, Rusia y China de ese país”. Ya hemos visto el rol crucial del castrismo, en tanto que Rusia y China destacan por su financiamiento de la quebrada economía chavista. El caso de Irán y Siria tampoco deja de ser preocupante, por cuanto existe una estrategia coordinada para utilizar a Venezuela como base logística del terrorismo hemisférico. En efecto, desde hace años que Caracas apoya a Teherán y Damasco para ir introduciendo “refugiados” (miembros de la milicia libanesa Hizbulá con documentos de identificación) en países objetivos dentro del continente. Hizbulá está muy activa en la llamada Triple Frontera (Paraguay, Argentina y Brasil) recaudando dinero del narcotráfico y del contrabando.

En consecuencia, la diplomacia chilena deberá trabajar con ahínco en el campo multilateral y con países afines para contener la influencia de las “democraduras”, tanto internas como externas de la región. El Grupo de Lima y la OEA son las instancias que hay que privilegiar para volver a aislar a la dictadura castrista, porque la “primavera cubana” que esperaba Obama nunca llegó, y para aumentar la presión internacional contra la deriva dictatorial de Maduro, extremando las sanciones hasta el embargo petrolero y la Corte Penal Internacional.

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