Lo que no debemos hacer

Columna
El Líbero, 27.05.2023
Fernando Schmidt, embajador (r) y exsubsecretario de RREE

Hace unas pocas semanas escribí en este mismo medio un artículo titulado El retiro de Brasilia. Faltan pocos días para que tal reunión se lleve a cabo y, contrariamente a las reuniones internacionales bien preparadas y con objetivos claros, de este cónclave en el que coincidirán el presidente Gabriel Boric y el campeón regional de la democracia, Nicolás Maduro, no sabemos nada.

Normalmente en este tipo de reuniones se trabaja un texto que debe ser consensuado entre todos los países participantes. De lo contrario, la opinión pública percibiría la reunión como un mero acontecimiento social. Por lo tanto, no creo que Brasil esté manejando este asunto sin un norte claro, sin un documento orientador. En efecto, la improvisación no corresponde al estilo de su diplomacia y tampoco a la lógica del Asesor Presidencial de Lula, Celso Amorim.

Si mi tesis es cierta, todo se estaría manejando en el más absoluto secreto, tal vez porque los anfitriones pretenden del encuentro obtener un resultado político e ideológico antes que uno razonado. Es decir, existiría un documento que apunte más a intereses propios de la política global de Lula que a la genuina integración regional.

Creo que el interés de Chile para esta reunión está, en primer lugar, en velar porque el documento que nosotros eventualmente endosemos en Brasilia a nivel presidencial apunte a lograr un punto de encuentro en una región en la que campean las desconfianzas. Estas sólo pueden superarse si reconocemos que América del Sur se caracteriza por una determinada, aunque confusa base social, pero sobre todo por una geografía común cruzada por recursos naturales y ambientales donde convergen nuestros intereses.

A eso se agrega una aspiración centenaria hacia el pleno desarrollo… pero por caminos muy diversos. Es decir, si queremos construir algo tenemos que partir por desarrollar pocos temas a base de la realidad terrenal y no de las múltiples aspiraciones celestiales.

Creo que está en el interés de Chile, en esta reunión, lograr una mirada hacia dentro que combine creativamente nuestros principios irrenunciables y la realidad de la región, incluyendo la de los países de Caricom o la de una Venezuela dictatorial. Para lograr esto hay que darse el tiempo que sea necesario y sumar actores diversos. Hay que ir construyendo confianzas gradualmente. Es decir, no está en nuestro interés sacar un “producto” el próximo martes 30, sino generar el inicio de un debate.

Así como no podemos dejarnos pautear por las prisas, mucho menos debemos servir de comparsa para acciones diplomáticas auto afirmativas de la región en un mundo cada vez más turbulento, sean estas lideradas por Brasil o por cualquier otro país. Antes debemos consolidar lo interno con realismo, teniendo en cuenta posibles cambio de signo político en las elecciones próximas en Guyana (locales, pero determinantes sobre la realidad social y política del país), Ecuador o Argentina. En resumen, tenemos que determinar lo que es posible construir en nuestra región antes de proclamar a los cuatro vientos nuestros “buenos oficios” por la paz.

Tampoco podemos, creo yo, olvidar el acervo de integración que hemos construido durante décadas con resultado insuficiente, claro está. Ahí tenemos Mercosur, el Pacto Andino, el Pacto Amazónico, ALADI, etc. Es cierto que Unasur fue el intento más amplio y pretencioso de todos, pero si somos honestos con nosotros mismos, fue un fracaso. Si en el supuesto documento de Brasilia nos limitamos a hacer referencia sólo a dicha unión, validamos un credo político e ideológico y nada más.

En resumen, mucha atención con lo que se nos viene encima. De la reunión de Brasilia debiera salir un documento breve y general que se sustente en la realidad diversa que somos y no en meras expectativas; que no se convierta en un instrumento al servicio de megalomanías diplomáticas; que aliente la reflexión serena destinada a construir una estructura de integración positiva y duradera en una región de cambios permanentes, y no un documento dictado al calor de un designio ideológico pasajero.

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