Lula y el gigante del futuro

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Republica, 01.11.2022
Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista andaluz

Cuando yo estudiaba para entrar en la diplomacia -ha pasado más de medio siglo- uno se enteraba de que Brasil estaba a punto de convertirse en el país del futuro. Un coloso sudamericano con enormes posibilidades que se codearía con los grandes. Transcurrido ese largo período de tiempo Brasil sigue esperando su futuro, que no llega.

Para la mitad de los brasileños, son 214 millones, Lula es el dirigente para llevarlos a esa posición ventajosa. El hombre al que Obama calificó del político más popular del mundo tiene otra oportunidad. En los siete años en que estuvo en el poder a principios de siglo aumentó la renta de buena parte de la población más necesitada, sacó de la pobreza a millones. Acusaciones de corrupción, que no se han despejado del todo, empañaron su imagen y la de su sucesora Dilma Roussef.

Algunos de los que lo han votado mueven la cabeza al hablar del pasado de Lula y se han inclinado por el por ser la solución menos mala dado que para muchos su rival Bolsonaro tenía sobresaltos considerados poco democráticos. Su tardanza en admitir su derrota es elocuente y Biden ha lanzado un aviso al perdedor subrayando que las “elecciones han sido libres, justas y creíbles”. Lo que habrá apagado cualquier veleidad rebelde de Bolsonaro.

Lula enfrenta numerosos problemas. El país está enormemente polarizado. No olvidemos que su porcentaje de votos ha sido de 50’9 y su rival de 49’1. Un comentarista ha apuntado que si la campaña hubiese durado tres días más Brasil podría haberse encontrado con un empate absoluto dado que Bolsonaro acortaba distancias a diario. Por otro lado, la coalición heterogénea que el vencedor reunió puede no durar y por último y más importante los seguidores de su rival serán el grupo más importante en Senado y parecen haber conseguido el gobierno en 13 de los estados que componen el país. El bolsonarismo no ha muerto.

El triunfo de Lula trae una buena noticia. El presidente ha reiterado solemnemente que va a acabar de forma radical con la deforestación del Amazonas sobre lo que cerró los ojos su predecesor. (Incluso ahí tendrá problemas, más de la mitad de los estados que engloban la selva amazónica son controlados políticamente por sus rivales). Volverá probablemente la cuantiosa ayuda que proporcionaban Noruega y Alemania con este fin.

El futuro, con todo, no es para mañana. El gigante lleva años de nulo crecimiento económico, en contraste al modo al que galopaba hace treinta o cuarenta años, e invirtiendo proporcionalmente desde hace tiempo en educación más que Francia o Alemania cuenta con un sistema educativo que mis amigos brasileños califican de muy mediocre.

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