Macron y Scholz: perfil alto y perfil bajo

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Republica, 08.02.2022
Inocencio F. Arias, embajador (r) y columnista

La crisis de Ucrania trae dos formas distintas de reaccionar de los dos claros líderes de Europa Occidental. Macron saca pecho, quiere lucirse. Su colega alemán casi desearía que se olvidaran de él por encontrarse, en momentos que debuta, en una situación peliaguda.

Europa había sido ninguneada por los rusos, su ministro de exteriores Lavrov no fue clemente con Borrell hace fechas, y Macron ha aprovechado la ocasión para lanzarse a la palestra y ofrecerse como comprensivo mediador capaz de suavizar las peticiones de Putin. El motivo principal del presidente francés es que las elecciones galas son en dos meses y su viaje a Moscú y Kiev le da una visibilidad de hombre de estado que le puede atraer votos frente a sus contrincantes “provincianos”. Por otra parte, los políticos franceses se pirran por presentarse como singulares, están integrados en la OTAN, pero hacen pinitos, esto es una constante, para significarse, para ir por libres. Todos ellos alardean de que Francia tiene una “relación especial” con Rusia, incluso en la época de la URSS y, por supuesto, también con los Estados Unidos. La pretensión tiene algo de fatua, pero qué duda cabe que ese protagonismo es algo que no puede permitirse el presidente italiano y mucho menos nuestro Sánchez. Es decir, Macron puede jactarse de que ha devuelto a Europa un papel no despreciable en la crisis. Los viajes de Macron tienen algo de baza electoral y no poco de satisfacer el ego francés.

El pavoneo galo ya ha sufrido una ducha de agua fría. En el Kremlin acaban de filtrar que Macron, en contra de lo que comentaban sus asesores, no ha conseguido de Putin ninguna promesa de desescalada.

En cuanto a Scholz la crisis de Ucrania le ha venido fatal. Su gobierno de coalición está muy dividido sobre el problema ucraniano; la ministra de Asuntos Exteriores, una líder de los verdes, le ha salido respondona, no quiere muchas carantoñas con Putin y tiene una postura no coincidente con su jefe en el tema de la energía. No le gusta el gasoducto Nord Stream, terminado, pero no inaugurado y con el que le han sacado los colores al canciller Scholz en Estados Unidos. Biden, en la rueda de prensa conjunta con el alemán, aseguró que si Rusia ataca a Ucrania “no habrá gasoducto”. La frase es engorrosa para Scholz que evitó en tres ocasiones responder sobre el tema ante los periodistas escudándose en que se tomarían las medidas adecuadas en caso de invasión rusa a su vecino. El gasoducto para él fue innombrable.

La postura alemana, la tibieza ante la amenaza rusa, ha sufrido varios varapalos. Periódicos conservadores germanos como Bild y Die Welt han arremetido contra el canciller. En la vulnerable Ucrania miembros del gobierno han recordado el lamentable papel germano en la II Guerra mundial, los medios polacos también se quejan y el poderoso Wall Street Journal estadounidense ha titulado “¿Es Alemania un aliado fiable?”.

El político alemán debe rezar para que la crisis concluya y no se levanten más dedos acusadores sobre la ambigüedad de su país. Hace días tuvimos un ejemplo iluminador. Los alemanes no quieren enviar armas a Ucrania ni dejar pasar por su territorio las que manda Gran Bretaña, ahora bien, en un gesto que parece de La Codorniz dijo que había ofrecido a los ucranianos el envío de 5.000 cascos. Ante la que puede caer, Gila podría hacer un buen sketch con la donación.

 

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