Morfología del espacio político chileno

Artículo
El Líbero, 24.06.2015
José Joaquín Brunner, académico y miembro de Foro Líbero

¿Cómo se definen las constelaciones ideológico-políticas próximas a cada uno de los polos extremos, dando expresión a sus gradaciones y matices? ¿Y cómo puede aplicarse al escenario chileno donde los diferentes actores (gobierno, oposición, partidos, corrientes ideológicas y núcleos de pensamiento tecno-político) pugnan por perfilar sus identidades y controlar la agenda pública?

I

Tradicionalmente el espacio político tiende a representarse a lo largo de un eje que corre entre dos polos: derecha a izquierda. Esto viene del tiempo de la Asamblea Nacional francesa al término del Antiguo Régimen, asamblea donde el Tercer Estado (ceux qui travaillent, desde burgueses hasta campesinos pobres del campo), junto con algunos aristócratas y el bajo clero ocuparon los asientos de la izquierda, mientras la mayoría de los aristócratas y el alto clero se ubicaban a la derecha del salón.

Así, al lado que desde antiguo simboliza la capacidad (diestro) y lo correcto (derecho) —el Hijo se sienta a la diestra del Padre— quedaron aquellos que mandaban y que defendían los poderes del rey y la religión tradicional y verdadera; a la izquierda, por el contrario, aquellos que propugnaban la soberanía democrática y la República, es decir, los partidarios de cambiar el orden establecido.

Mas como dice Marcel Gauchet (1992), el mayor estudioso de esta representación espacial dicotómica originada inmediatamente antes de la revolución francesa, en ambos lados del espectro político hay variadas sensibilidades de izquierda y derecha, además de que los dos extremos son producto de un ménage a trois, dado que ambos necesitan un centro respecto del cual definirse posicionalmente.

¿Cómo se definen entonces las constelaciones ideológico-políticas próximas a cada uno de los polos extremos de este eje, dando expresión a sus gradaciones y matices? ¿Y cómo puede aplicarse al escenario chileno donde los diferentes actores (gobierno, oposición, partidos, corrientes ideológicas y núcleos de pensamiento tecno-político) pugnan por perfilar sus identidades y controlar la agenda pública?

Si deseamos responder a preguntas tan complicadas, necesitaremos alargar nuestra columna esta vez. Paciencia pues.

II

Siguiendo las convenciones topográficas de la política moderna, diremos que a un lado, a la derecha, quedan emplazadas las fuerzas del orden, los realistas, conservadores, defensores del status quo, de la autoridad y la disciplina social, de las tradiciones, la jerarquía, la obediencia, la seguridad y la ley, del castigo y los valores de familia, religión, esfuerzo, herencia, sumisión al Padre, así como del ascetismo capitalista y el esfuerzo individual. Del mismo lado se hallan ubicados quienes valoran el emprendimiento en los mercados, la capacidad de competir y ganar, la desconfianza frente a las burocracias y la administración estatal, el rol mínimo —puramente hobbesiano— del Estado, su sometimiento al derecho natural de la propiedad y al principio de subsidiaridad, y quienes sienten fascinación con las instituciones de autoridad fuerte, con la lucha por el éxito y la selección de los mejores.

Al otro lado, a la izquierda, se hallan los idealistas o utópicos, los que aspiran al cambio de las cosas y sueñan con ideas y con paraísos terrenales, progresistas de diverso tipo, cosmopolitas, que promueven ingenierías sociales y planificaciones racionales, desconfían de los movimientos espontáneos del mercado, proclaman la defensa de los débiles, se dicen compasivos y próximos al pueblo, admiran el carisma de las figuras rebeldes, el esfuerzo colectivo, las éticas robespierianas, la crítica de los valores y el orden, la acción benefactora del Estado, el pacifismo, la ecología, los movimientos sociales, el feminismo, y se revuelven contra las herencias y las tradiciones, los legados y el egoísmo de la propiedad.

Sin duda hay muchos otros atributos que forma parte de estos dos universos. Así como también mutaciones y variantes que se han producido a lo largo de dos siglos de evolución de estas metáforas con que procuramos orientarnos (casi universalmente) en el mapa político de los países del mundo.

III

Según se desprende de estas breves descripciones, y dejando de lado las exageraciones de un esquematismo puramente binario, lo que diferencia a derechas e izquierdas son atributos que provienen de diferentes dimensiones —política, económica, social o cultural— pero que tienen una suerte de afinidad electiva; es decir, vínculos recíprocos, encadenamientos subyacentes que los llevan a agruparse a un lado o el otro del espectro ideológico. Así, por ejemplo, izquierda resuena con liberal, crítico y progresista y, en cambio, derecha con conservador, tradicionalista, proclive a la ley y el orden.

Adicionalmente, en la medida que nos alejamos de los extremos y se incrementan los matices, énfasis y variaciones, aparece una tercera posición, el centro, el cual —según sostienen algunos— genera a su diestra y siniestra los extremos en función de los cuales, según otros, se crea aquel lugar intermedio (Figura 1).

Como sea, tan pronto comienzan a llenarse de contenidos las ofertas ideológicas que caben dentro de cada uno de los contenedores que denominan de izquierda, derecha y centro, de inmediato se vuelve evidente que el espacio político no puede comprimirse, en toda su variedad, en un espacio unidimensional, de un solo eje, como el plano representado en la Figura 1.

Se requiere agregar por lo menos una segunda dimensión situada ortogonalmente con respecto de la primera y que la ciencia política traza generalmente como un eje vertical, definido por la polaridad conservador/liberal.

De esta manera, el eje horizontal es redefinido en términos más estrictos de economía política (a la izquierda el Estado, a la derecha el mercado) y el eje vertical que lo cruza puede postularse como una dimensión preferentemente cultural (conservador/liberal). El espacio político-ideológico aparece organizado entonces en torno a la cruz formada por estos dos ejes, configurándose cuatro áreas ideológicas cuadrantes, determinadas según los respectivos polos de referencia en ambas dimensiones (Figura 2). Al lado izquierdo se sitúan los cuadrantes estatales: arriba (c1) el área estatal conservador y abajo (c4) el área estatal liberal. A la derecha los cuadrantes ideológicos de mercado; en la parte superior (c2) aquel vinculado con una cultura conservadora; en la inferior (c3) aquel de corte liberal (Figura 2).

Se trata, naturalmente, de cuatro tipos ideales, cuya existencia histórico-concreta en cada sociedad admite diversas combinaciones y expresiones así como contiene tensiones y contradicciones. Gruesamente, los cuadrantes emergentes son:

(c1) Posiciones ideológicas de izquierda conservadora, que combinan una visión estatalista tradicional propia de una economía centralmente administrada con una visión moral de virtudes de clase (proletaria) y de fuerte encuadramiento moral. Existieron históricamente en sociedades de socialismo real, aunque hoy resultan incompatibles con regímenes capitalistas democráticos.

(c4) Propuestas de izquierda liberal, las cuales resultan básicamente de una concepción de Estado benefactor capitalista con mercados supervisados y una concepción cultural de autonomía personal, pluralismo ético y libre elección en un mundo de agentes responsables (que kantianamente determinan su propia moral). Es por excelencia el área de las ideologías socialdemocráticas.

(c2) Posiciones ideológicas de derecha conservadora; por ejemplo, de tipo Estadohobbesiano (guardián nocturno), más mercados gestionados por corporaciones empresariales, más valores de familia, religión y orden.

(C3) Planteamientos de derecha liberal, con un Estado subsidiario de los mercados, más intensa competencia incentivada por políticas neoliberales, más valores de libre opción no solo en el plano económico, sino también en el plano cultural, donde impera un liberalismo de las preferencias personales.

IV

¿Sirve este esquema para representar las ofertas ideológico-programáticas que movilizan los diversos partidos, sus coaliciones y los demás movimientos de ideas y propuestas dentro de la actual coyuntura chilena?

Para efectos de nuestro análisis, mantendremos en el plano horizontal el eje de economía política con los extremos ya acostumbrados: Estado, gasto social, presión impositiva, predominio público, coordinación político-administrativa, políticas de bienestar, etc. al lado izquierdo y, al lado derecho, mercados, libre elección, intercambios, competencia, empresas, emprendimiento, Estado subsidiario, políticas neoliberales, impuestos reducidos, capital humano, incentivos, etc.

En el plano vertical, en tanto, introduciremos una corrección contraponiendo en los extremos del eje cultural un polo comunitario y un polo contractualista o de individuación. Es la vieja antinomia del sociólogo francés Emile Durkheim entre solidaridad moral y solidaridad orgánica, aquella nacida de valores compartidos y la presión jerárquica del grupo y la otra nacida de la división del trabajo, los intercambios y los contratos, según complementó otro sociólogo clásico, el alemán Ferdinand Tönnies. En el espíritu de este último hablamos de una orientación contractualista de la cultura contemporánea, que se opone a la orientación comunitaria, reforzando las tendencias hacia la individuación.

A estas dos dimensiones agregaremos enseguida una tercera, de carácter coyuntural, que suplementa a las anteriores, otorgándoles una coloración y énfasis especiales según cuál sea el comportamiento táctico de los actores en una escala que distingue entre la mantención del status quo, la realización de reformas graduales o una ruptura (o cambio de paradigma) (Figura 3).

Así, en el centro de gravedad del cuadrante superior izquierdo (c1) —de propuestas estatal-comunitarias o público colectivistas— tenemos en Chile a la Nueva Mayoría (NM), con su intento de un cambio de paradigma —de ruptura, por ende— con respecto a la anterior trayectoria reformista; propuesta enfilada hacia un Estado social garante de derechos y del bienestar, el cual debe llevar adelante procesos de desmercantilización y desprivatización de sectores estratégicos (educación, salud, previsión). El discurso y la práctica de la NM buscan así alejarse del polo de los mercados en el eje de la economía política y del polo individual-contractualista en lo cultural, dos desviaciones que atribuye a la (antigua) Concertación y que pretende revertir.

En este mismo cuadrante (c1) se sitúan lógicamente los partidos principales que concurren a formar la NM, pero, como puede verse en el diagrama, ocupando diversas posiciones según su trayectoria programática, ideología y, además, su posicionamiento en relación a la tercera dimensión (la comportamental, implícita en la Figura 3).

Por ejemplo, el PC se sitúa en el extremo superior izquierdo de este cuadrante, reflejo de un estatismo heredado, una ideología de integración comunitario-clasista y una doble arista en la dimensión de los comportamientos coyunturales: uno favorable a la asamblea constituyente (AC) como medio de ruptura con la herencia constitucional y el otro favorable al uso de la presión desde la calle sobre el gobierno para forzar el avance de las reformas paradigmáticas o rupturistas.

El PS —con una mayor variedad interna de sensibilidades y corrientes que el PC— se sitúa también en el cuadrante estatal-comunitario, pero con cierta apertura hacia el uso de instrumentos de tipo mercado pertenecientes a la caja de herramientas delNew Public Management propiciado por la OECD y hacia elementos de la cultura contractualista. Sobre todo, este partido enfrenta una tensión más aguda en cuanto a su definición coyuntural, habiendo asumido últimamente su mesa directiva un comportamiento más próximo al reformismo, equidistante del rupturismo y la defensa del status quo.

A su turno, la DC aparece corrida hacia el ‘centro’ —como suele decirse— en el eje de economía política (ubicándose a batallo de los cuadrantes c1, c2 y c3), partidaria como se declara de una economía social de mercado, al mismo tiempo que con un renovado énfasis en una cultura y una visión comunitaria de la sociedad; crítica, por ende, del contractualismo liberal. A esto se suma el estilo reformista que ha ido adoptando la DC dentro de la coyuntura, el cual se manifiesta en el terreno práctico incluso, igual como en el caso del PC, solo que en su caso mediante la presión ejercida sobre el gobierno por sus parlamentarios, especialmente en el Senado, y no desde la calle y las organizaciones corporativas. Descontadas pues sus contradicciones internas y la proclividad de algunas de sus facciones hacia un más enfático estatismo y/o hacia un más neto rupturismo (incluyendo AC), puede decirse que la DC ocupa en el actual escenario un lugar más próximo al que previamente ocupaba la (antigua) Concertación en el espacio político, según se refleja esquemáticamente en la Figura 3.

Por su lado, el PPD aparece más alejado del centro de gravedad de la NM, con su propio peso —ah, la insoportable levedad del ser— más ladeado hacia el polo individual-contractualista, recubriéndose a veces incluso de un tono liberal. Añádase a esto, en el aspecto comportamental, una rara mezcla entre retórica rupturista (a fin de cuentas, este partido inventó la llamativa metáfora de la retroexcavadora) y una práctica moderada por el caudillismo de las personalidades y un pragmatismo táctico que sus críticos llaman oportunismo.

Otras corrientes progresistas, incluido un PR ideológicamente desdibujado, núcleos de ideas social-liberales, liberal progresistas, de centro-reformistas y socialdemócratas de tercera vía, ocupan lugares en general distantes del polo comunitario, desplegándose sobre el eje de la economía política entre el cuadrante 4 y el cuadrante 3, con variados énfasis en cuanto a los roles del Estado, el NPM, la aceptación de los mercados, el emprendimiento, la innovación, la competenciaschumpeteriana y la democratización del consumo. En la dimensión de los comportamientos de la coyuntura, estas corrientes progresistas convergen en general hacia estrategias reformistas. Por el momento, se trata de ‘brotes verdes’ en el campo de las expresiones progresistas, cuyo desarrollo podría dar lugar a interesantes hibridaciones ideológicas.

V

Por fin, las principales agrupaciones ideológicas de derecha tienden a ocupar un área que va desde un comunitarismo conservador imbricado (paradojalmente, ha de decirse) con una fuerte inclinación neoliberal en el eje de la economía política, como ocurre en el caso de la UDI, hasta versiones más pragmáticas de gestión de los mercados y una mayor (pero todavía limitada) aceptación de la cultura contractualista, como se encuentra en algunos círculos del lábil entramado ideológico de RN (c3) donde además coexisten expresiones conservadoras, autoritarias y populistas. Ambos partidos de derecha difieren asimismo en el eje (implícito) de las actitudes frente a la coyuntura, con una más decidida actitud de defensa del status quo en la UDI hasta un reformismo moderado en el caso de RN. Con todo, desde ambos partidos de la oposición se critica progresivamente de manera más agresiva al gobierno de la NM, buscando presentarla como arrinconada en el ángulo extremo del c1 y paralizado por políticas públicas en “estado de incompetencia”.

En cuantos a los ‘brotes verdes’ del área ideológica de derechas (estilo Amplitud, Evópoli y otros), aparecen en general en el terreno de una mayor aceptación de la democracia liberal y los valores de pluralismo contractualista, al tiempo que buscan mantener un foco comunitario en torno a la familia y una definición subsidiaria del Estado. Especialmente en la nueva generación de intelectuales públicos de derecha pareciera gestarse una propuesta liberal anclada en la sociedad civil como fuente de acción democrática y una esfera más amplia (aunque siempre acotada) para el Estado que busca dejar atrás la concepción puramente negativa de la libertad y la limitada visión estatal hobbesiana.

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