Reportaje France24, 19.12.2024 Redacción
La invasión rusa a Ucrania está por cumplir tres años y en 2024 las partes marcaron nuevos movimientos: la ofensiva ucraniana en Kursk, el lanzamiento de proyectiles occidentales de largo alcance contra suelo ruso, el disparo de misiles balísticos de Moscú y el traslado de tropas norcoreanas para combatir por el Kremlin. Esto en medio de la expectativa por el retorno de Donald Trump. Resumen y perspectivas de una guerra que mantiene en vilo a Europa y al mundo.
Rusia y Ucrania tomaron nuevos caminos ofensivos en 2024 y se acusaron de cruzar “líneas rojas” en el campo de batalla. Ambos ampliaron el involucramiento de actores extranjeros, lo que proyecta el riesgo de un conflicto de mayor envergadura.
En la radiografía actual de la guerra, particularmente desde el pasado noviembre, Rusia ha capturado terrenos y registrado sus avances más rápidos de los dos últimos años. Sin embargo, la mayor parte de esos movimientos se registran en franjas de tierras agrícolas, sin gran valor estratégico u operativo, destaca el Instituto para el Estudio de la Guerra.
Ucrania pierde terreno al interior de sus fronteras y en la región rusa de Kursk, pero aún mantiene posiciones dentro de territorio del Kremlin, como una forma de presión, sin dejar de lanzar ataques contra las regiones rusas de Bryansk y Belgorod. En Donetsk, en el este ucraniano, donde se concentran los mayores avances de Moscú, Kiev aún preserva defensas fortalecidas en ciudades como Sloviansk y Kramatorsk.
En un intento por salir de la espiral de estancamiento generalizado en el campo de batalla, que ha caracterizado a esta guerra, ambas partes tomaron nuevas acciones en los últimos meses que alertan dentro y fuera de las fronteras del conflicto.
Una guerra de desgaste requiere que los involucrados busquen recursos externos, pero el cambio de gobierno en Estados Unidos también abre un panorama de matices. Estos son cinco de los principales cambios que marcaron la invasión este año. ¿Qué impacto pueden tener en 2025?
1. Ofensiva en Kursk
Dos años y medio después de que Vladimir Putin ordenara la invasión a gran escala de Ucrania, la sorpresiva incursión del Ejército de Kiev en la región fronteriza de Kursk, en el occidente de Rusia, marcó un hito en el conflicto.
Iniciada el 6 de agosto de 2024, y aún en curso, no solo es la primera gran irrupción militar de las tropas ucranianas en suelo del país invasor, sino la primera captura de cualquier Ejército extranjero de territorio ruso desde la Segunda Guerra Mundial.
En cuatro semanas, Kiev llegó a controlar 1.290 kilómetros cuadrados y 100 asentamientos, incluida la ciudad de Sudzha, según informó el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Ucrania, Oleksandr Syrskyi, el 30 de agosto.
Lejos del objetivo de apropiarse de territorios extranjeros, la estrategia de Ucrania ha girado en torno a forzar una rotación de tropas rusas, un intento por desviar armas y hombres de Moscú desde los frentes del Donbass, la gran región del este ucraniano, hacia Rusia para defender su propio territorio, tras meses en los que Kiev ha encarado el aumento de ataques y avances graduales rusos. Una presión a Moscú, que también encara desafíos para nuevos reclutamientos, al menos entre sus propios ciudadanos.
Asimismo, Kiev ha impulsado un cambio en la narrativa de la guerra al trasladar los ataques por primera vez dentro de las fronteras del país invasor, donde, incluso, miles de ciudadanos fueron evacuados.
La ocupación de Kursk no ha establecido un desbalance en la guerra. El intento ucraniano por cambiar la percepción del conflicto, un factor clave fuera del terreno militar, no solo apunta al interior de Rusia, sino también hacia sus aliados occidentales.
Se trata de “intentar modificar parte de la opinión pública europea y estadounidense, a los apoyos tanto financieros como militares, que en realidad se ven muy inhibidos a mantener un apoyo constante en la medida en que observan avances (rusos) en terreno (...) Modificar, llamémoslo así, el estatus psicológico de tomadores de decisión desde Bruselas a Londres, a Berlín y a París, y entonces estirar el compromiso”, evalúa Guido Larson, especialista en análisis político internacional de la Universidad del Desarrollo de Chile.
Y es que, con esta ofensiva, Ucrania pasó de ser un actor centrado en la defensa a atacar y ocupar territorios de su adversario. Sin embargo, y si bien la ofensiva impactó a Rusia, los giros en el frente de batalla han matizado los resultados.
Kiev ahora controla alrededor del 60% de los territorios que ocupó en Kursk. “Como máximo, controlábamos unos 1.376 kilómetros cuadrados (531 millas cuadradas), pero ese territorio, por supuesto, hoy es más pequeño. El enemigo está aumentando los contraataques (...) Hoy controlamos aproximadamente 800 kilómetros cuadrados", indicó a Reuters una fuente del Estado Mayor de Ucrania, el pasado 23 de noviembre.
“La ocupación de Kursk por parte de Ucrania fue un hecho novedoso, pero tampoco ha establecido un desbalance en la guerra. En términos generales, a nivel estratégico, el conflicto sigue estancado en el terreno”, subraya a France 24 el experto en geopolítica y estrategia militar Alberto Villamarín.
Prueba de que la ofensiva al otro lado de la frontera ha resultado insuficiente para hacer retroceder las tropas del Kremlin de territorio ucraniano son los avances del Ejército ruso, principalmente desde el pasado noviembre, en la provincia de Donetsk, los más rápidos desde el otoño de 2022, subraya el Instituto del Estudio para la Guerra. Al mismo tiempo, Moscú recupera territorios en Kursk.
Sin embargo, Kiev también muestra avances. Las fuerzas ucranianas recuperaron recientemente posiciones perdidas cerca de Pokrovsk, objetivo actual de la estrategia de Moscú, que le permitiría interrumpir las líneas de suministro ucranianas a lo largo del frente oriental.
“Es una operación, cuyos resultados son mucho más problemáticos de lo que se veía al inicio, no han realmente contemplado prácticamente ninguno de los objetivos trazados con anterioridad, salvo el objetivo de rotación y ahí incluso Rusia ha logrado solventar con algunas unidades disponibles en otras zonas del país y por ende creo que estamos más bien en una suerte de fase de incertidumbre”, recalca, por su parte, el analista de la Universidad del Desarrollo de Chile.
La ofensiva en Kursk sirvió en su momento para elevar la moral de las tropas ucranianas y marcó un descrédito para el Kremlin. Pese a los retrocesos, la operación se mantiene.
Y es que otro de los objetivos de los altos militares de Kiev y del presidente Volodímir Zelenski es presionar al lado ruso, una especie de moneda de cambio ante una eventual negociación, en la que no solo se abordarían las exigencias de Putin, sino que ambos ejércitos tendrían que abandonar territorios de su contraparte.
2. El envío de tropas norcoreanas
Lo que surgió como una información de las agencias de inteligencia de Corea del Sur y Ucrania, recibida con cautela en Occidente, terminó convirtiéndose en una serie de confirmaciones a los dos lados del Atlántico que puso en alerta a Estados Unidos y Europa.
El pasado 28 de octubre, tras días de advertencias de Seúl y Kiev, el secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), Mark Rutte, corroboró el traslado de tropas norcoreanas a Rusia y su despliegue en Kursk.
"Una escalada significativa" de la participación de Pyongyang en la "guerra ilegal de Rusia" en Ucrania, una violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU y una "peligrosa expansión" del conflicto, destacó el político neerlandés. La primera vez que se comprueba la participación directa de un Ejército extranjero –no mercenarios– en el frente de batalla.
Uno a uno, los principales aliados fueron confirmando en los días siguientes la participación de Corea del Norte en el terreno, incluidos EE. UU. y Reino Unido. Y las estimaciones sobre la cantidad de tropas de Pyongyang en territorio ruso escaló desde al menos 1.500 en los primeros días de las denuncias hasta más de 10.000, para ser entrenadas y luego, previsible para entonces, combatir por Moscú en su invasión a Ucrania.
Ese movimiento llegó en cuestión de semanas. El pasado 14 de diciembre, Zelenski informó de ofensivas de soldados norcoreanos contra las fuerzas ucranianas en Kursk, la primera confirmación por parte del presidente sobre la intervención de Pyongyang. El 5 de noviembre, el ministro de Defensa del país invadido, Rustem Umerov, había anunciado que las fuerzas de Kiev participaron en enfrentamientos "a pequeña escala" con tropas norcoreanas en Kursk.
Y es que varios blogueros militares rusos –fuentes de información por su acceso a las tropas de ese país y que informan desde el frente de batalla, en medio de las restricciones de Moscú a la prensa– señalaron que los soldados norcoreanos participaron en la toma de Plekhovo, al sur de Sudzha, el pasado 6 de diciembre. Incluso, otros blogueros afirmaron que los militares de Pyongyang recuperaron Plekhovo sin asistencia de las fuerzas rusas, según informaciones recogidas por el Instituto para el Estudio de la Guerra.
¿Cuáles serán los próximos movimientos de las tropas norcoreanas? ¿Cruzarán la frontera para combatir en territorio ucraniano? Aunque Zelenski señaló que los soldados de Pyongyang solo estuvieron involucrados en ataques en esa región rusa, subrayó que podrían ser utilizados por Moscú en otras áreas no especificadas de la línea del frente en el futuro.
Algunos expertos destacan que es poco probable que los norcoreanos sean desplegados directamente en Ucrania hasta que el Kremlin considere que ha respondido adecuadamente a la incursión en Kursk, tanto por la prioridad actual que el Kremlin está asignando a la recuperación de su territorio, como por el hecho de que mantener tropas norcoreanas en suelo ruso le da a Moscú un mayor control sobre los efectos informativos de su uso.
“Un avance a territorio ucraniano protagonizado por tropas norcoreanas entrega incentivos para incrementar el apoyo hacia Kiev, tanto por Estados Unidos, como por Europa, y es posible que eso sea un principio calculado por parte de Rusia. Es decir, si autorizan la entrada norcoreana a Ucrania para la Federación rusa puede ser un riesgo y creo que Putin quiere evitar riesgos en esta etapa sensible del conflicto”, analiza Guido Larson.
Sin embargo, algunos expertos señalan que Rusia podría y puede utilizar soldados norcoreanos en futuras operaciones en Ucrania, particularmente si su despliegue en Kursk tiene éxito.
“Ya deben estar en territorio ucraniano, (tropas norcoreanas) uno de los temas de la guerra es guardar el secreto, pero lo más seguro es que ya haya especialistas y soldados trabajando en el Donbass y en otras partes. Y van a morir o a caer capturados y se va a destapar el problema. Como pasó en la guerra de Corea, cuando China negaba la participación y capturaban soldados chinos en Corea”, estima Villamarín.
Entretanto, la cooperación militar ruso-norcoreana probablemente seguirá intensificándose en los próximos meses tras el inicio formal de su acuerdo de asociación estratégica integral el 4 de diciembre, luego de ser ratificado el 12 de noviembre.
El pacto, que contempla la asistencia militar en caso de agresión a cualquiera de las partes, fortalece las relaciones bilaterales desde que a finales de 2022 iniciaran con la compra discreta de misiles y municiones norcoreanos hasta llegar a su ahora participación directa en los combates.
Esa cooperación Rusia-Corea del Norte “tiene el sello de China”, destaca, al recordar el tratado similar de Moscú y Beijing en los Juegos Olímpicos de Invierno 2022, pocos días antes de que Putin ordenara la invasión.
Para el experto en geopolítica y estrategia militar, la resolución de la guerra en Ucrania está en gran parte en manos de Beijing. “La disrupción para este problema la tiene China, que es la que mueve los hilos y conoce exactamente cuáles son las debilidades y las fortalezas de Rusia. El día que China le retire la ayuda, Rusia se queda sin piso porque tiene a la OTAN y a Estados Unidos en contra”, indica Villamarín.
Sin embargo, explica el analista, en medio de sus intereses geopolíticos, el gigante asiático no ha tomado acciones que debilitarían a Rusia. Entretanto, y públicamente, Beijing ha intentado mostrarse como un actor neutro en la guerra, incluso con la presentación de un plan de paz de 12 puntos, que fue recibido con escepticismo en Occidente por su cercanía a Moscú.
“Mientras China juegue a esa presión de que está defendiendo la autonomía, la pluralidad y que el mundo sea multipolar, con el interés de socavar a Estados Unidos y de que Estados Unidos le ceda en el reclamo de Taiwán, ahí tendremos un problema por mucho tiempo que podría llegar inclusive a una guerra mayor”, destaca Villamarín.
Hasta ahora, Beijing ha negado su implicación en la guerra, incluidas las afirmaciones de la OTAN que lo señaló de “facilitador decisivo” en la ofensiva rusa contra Ucrania, por su cooperación comercial y presuntamente en armas.
3. Misiles occidentales contra territorio ruso
Después de casi tres años de guerra, el pasado 17 de noviembre, el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, levantó la prohibición del uso de sus misiles de largo alcance ATACMS por parte de Kiev para atacar en territorio ruso.
Se trata de proyectiles balísticos que viajan a velocidades supersónicas, con un alcance de hasta 300 kilómetros. Además, este tipo de armas poseen una ojiva con capacidad de lanzar municiones en racimo, por lo que simultáneamente pueden lanzar cientos de bombas en una zona. Por sus características, estos elementos permiten a Kiev atacar más atrás de la línea del frente, hasta alcanzar depósitos de armas y cuarteles de tropas de su adversario.
Sin duda, la decisión de Biden marcó un importante cambio de postura de la primera potencia tras reiteradamente insistir en que ese pasó significaría una escalada de la guerra. Putin ya había advertido que los miembros de la OTAN estarían en conflicto directo con su país si aprobaban el uso de sus armas de largo alcance contra el territorio ruso.
Pero según Washington, esa línea fue cruzada en respuesta al despliegue de tropas norcoreanas al campo de batalla en Kursk, un hecho que ha causado alarma en Occidente. La decisión de Biden fue seguida por Reino Unido y Francia, que pocos días después permitieron al Ejército ucraniano el uso de sus misiles Storm Shadow –con un alcance máximo aproximado de 250 kilómetros– para golpear dentro de las fronteras de Rusia.
“Es un mensaje político del Gobierno de Biden en términos de que hubo una frontera invisible que se sobrepasó y sobre la cual Washington debía intentar equilibrar y se equilibra mediante el acceso a este tipo de armamento (...) Estamos en un proceso, no diría de escalada cualitativa, porque esa escalada ya se cruzó, sino de una escalada cuantitativa, donde los insumos militares en terreno están en posición de realizar otro tipo de acciones que antes no realizaban”, resalta Guido Larson.
¿Hasta qué punto puede influir el uso de estas armas en la guerra? La utilización de estos misiles ha permitido a Ucrania mostrar una equiparación de fuerzas frente a un ejército que, pese a encarar sus propios desafíos en armas, está más fortalecido en ese ámbito que las tropas de Kiev.
Es un movimiento significativo, pero que no ha cambiado el curso de la guerra. No obstante, acarrea riesgos: un error de cálculo o ataque intencionado con misiles occidentales que golpee a civiles en Rusia detonaría una respuesta proporcional. Ese sería el mayor peligro con el uso de este tipo de proyectiles de largo alcance.
Para el analista Larson, las consecuencias del uso de estos misiles en territorio del Kremlin seguirán dependiendo del tipo de objetivos a los que Kiev apunte. “Si es un blanco de ataque equivalente al que ya observamos que, de hecho, estuvo en blancos militares y de naturaleza similar, la lógica debería ser semejante entrando el próximo año. Sin embargo, si ese uso transita, por ejemplo, en zonas residenciales, sistemas de transporte subterráneo o contra objetivos marítimos rusos, evidentemente Rusia va a estar incentivada a responder de forma equilibrada y eso da pie para una espiral de cambio cualitativo en los blancos que cada uno escoge”, resalta.
Pero las reservas de estos misiles en Ucrania son limitadas y los expertos también remarcan que el giro, avance o freno por parte de Kiev y Moscú, tanto en este como en otros asuntos del conflicto, pueden depender de la nuevo Administración de Estados Unidos bajo el mando del imprevisible Donald Trump.
4. La escalada con misiles balísticos rusos
Cuatro días después del lanzamiento de proyectiles occidentales de largo alcance por parte de Kiev contra suelo ruso, llegó la respuesta del Kremlin. El pasado 21 de noviembre, Rusia lanzó un ataque contra Dnipro, Ucrania, en el que utilizó “un misil balístico hipersónico”, según describió Vladimir Putin un día más tarde, en un discurso. El arma fue lanzada desde Astracán y recorrió una distancia de 1.000 kilómetros en 15 minutos.
Kiev había señalado que, según la evaluación de su velocidad y altitud, se trató del primer misil balístico intercontinental (ICBM) lanzado por su adversario. Sin embargo, algunos informes de Occidente coincidieron con el tipo de misil que describió Moscú. El Ejército de Estados Unidos indicó que el diseño del proyectil disparado se basó en el del ICBM ruso de mayor alcance, RS-26 Rubezh. Además, señaló que el artefacto era “experimental”.
No obstante, la utilización de ese nuevo tipo de arma, que los rusos llaman Oreshnik, marcó otra preocupante escalada en el tipo de armamento usado durante la invasión. El hombre que ha gobernado Rusia por más de 24 años no solo admitió el asalto, sino que declaró que fue una “advertencia” a Occidente por permitir el uso de sus sofisticados misiles contra el territorio ruso.
Putin agregó que se trató de un nuevo tipo de proyectil que no contenía carga nuclear y que haría "todo lo posible" por evitar un enfrentamiento de ese tipo. Sin embargo, también insistió en que no dudará en responder contra los países cuyas armas de largo alcance sean usadas contra Rusia, una clara alusión a Estados Unidos y Reino Unido por sus autorizaciones a Kiev para lanzar los ATACMS y Storm Shadow.
"Creemos que tenemos derecho a utilizar nuestras armas contra las instalaciones militares de los países que permiten utilizar sus armas contra nuestras instalaciones", subrayó Putin en su discurso televisado.
¿Cuán factible sería un conflicto nuclear? ¿Estamos ante una nueva fase de la guerra?
Rusia afirmó que avisó a Estados Unidos media hora antes del lanzamiento del misil balístico contra Ucrania, lo que indicaría una estrategia de retórica y no de escalar el conflicto hasta esa magnitud, pero siempre existe el riesgo.
Putin “ya lo dijo, que podría atacar a los países que le están suministrando armas a Ucrania o facilitando el tránsito, está advirtiendo una acción suicida (...) El problema es que Putin está desesperado y podría cometer una acción de uso de armas por lo menos limitadas, lo que llaman sucias, contra Polonia o contra los países bálticos y de ahí en adelante es impredecible lo que pueda suceder”, señala Villamarín.
A lo largo de este conflicto, Putin ya ha lanzado varias advertencias en las que alude a una posible escalada nuclear sin que hasta ahora dé señales claras de cruzar ese límite, pero “la sola probabilidad de uso de armamento nuclear hay que tomárselo con mucha seriedad”, remarca Larson.
“Independientemente de que la probabilidad esté cercana tal vez al 1% o incluso más abajo, creo que por ahora es más bien una estrategia retórica por parte de Vladimir Putin antes que la señalización en un cambio de estrategia. Cada vez que hemos observado esta noción de línea roja, la verdad es que las condiciones en terreno se han mantenido más o menos estables, salvo algunos episodios, por ejemplo, de bombardeo selectivo en ciudades que quedan más bien al oeste de Ucrania y algunos actos de sabotaje también conocidos”, agrega.
El riesgo nuclear también puede ser un punto de presión que el Kremlin lleve a la mesa en eventuales conversaciones de tregua. Además, del acaparamiento de territorios ucranianos, entre sus exigencias ya expuestas está el repliegue de las tropas de la OTAN de sus fronteras próximas por considerarlo un alto riesgo para la seguridad rusa.
5. El retorno de Donald Trump
Si hay un asunto que atraviese el desarrollo de cualquiera de estos escenarios es la postura del próximo gobierno de la primera potencia. Desde el otro lado del Atlántico, las miradas están puestas en los pasos que dará Donald Trump una vez se posesione en el cargo, el próximo 20 de enero. Washington, hasta ahora el mayor aliado de Kiev y del que depende crucialmente para encarar la guerra, podría darle la espalda si se cumplen las amenazas del polémico líder republicano.
Trump ha afirmado que terminaría la guerra en “cuestión de 24 horas” y, aunque no ha especificado cómo alcanzaría esa hazaña, sí ha señalado que condicionaría la ayuda en armas y fondos a Kiev a cambio de una negociación con Moscú. En otras palabras, forzar una tregua, que se asemeja mucho más, según los analistas, a una rendición para Kiev.
Si Trump le retira todo el apoyo a Ucrania con la premisa de que habrá paz, al otro día Rusia lanza una ofensiva mucho más grande y ya no será solo el Donbass.
La presión monetaria es un modus operandi característico del mandatario electo que ha mostrado en otros asuntos –las advertencias de aranceles a Canadá y México a cambio de control migratorio o las exigencias a los miembros de la OTAN para que aumenten sus aportes, entre otros–. ¿Lo cumplirá en el caso de Ucrania?
Los expertos remarcan la imprevisibilidad propia del líder electo de la Casa Blanca, como demostró en su primer mandato, ya que no siempre mantiene sus posturas.
“Si Trump le retira todo el apoyo a Ucrania con la premisa de que habrá paz, al otro día Rusia lanza una ofensiva mucho más grande y ya no será solo el Donbass sino que llegará hasta Kiev y será tarde para reaccionar, habrá choques y confrontaciones con Francia y Alemania. Es Europa la que está en riesgo, con el uso de un arma sucia por parte de Putin las cosas cambiarían diametralmente. Entre más se demore Trump en asumir una posición clara, como le corresponde, más complejo será para EE. UU., Europa y el resto del mundo lo que suceda”, resalta Luis Alberto Villamarín.
Asimismo, forzar una negociación significaría la cesión de territorios por parte de Ucrania, dadas las condiciones actuales en el terreno y las exigencias de Putin. Un alto costo al que Zelenski se ha negado tras miles de vidas perdidas defendiendo la soberanía de su país y la falta de garantías de que en un futuro Moscú no vuelva a aumentar sus ambiciones de ocupación, como se observó después de la guerra del Donbass en 2014.
Pero Ucrania es consciente de que, sin la ayuda de Washington, los apoyos de Europa no serían suficientes para mantener sus posiciones, en momentos en que Rusia avanza en el frente oriental e incorpora en el campo de batalla la ayuda de Corea del Norte.
Zelenski sorprendió el pasado 29 de noviembre, cuando en una entrevista declaró que estaba dispuesto a aceptar garantías de protección de la OTAN, inicialmente limitadas a los territorios controlados por Ucrania para terminar “la fase caliente de la guerra” y en un futuro negociar sobre la recuperación de los territorios capturados por Moscú, que en cuestionados referendos se anexó las provincias de Donetsk y Lugansk, en el este, Zaporizhia y Jersón, en el sur, así como la provincia de Crimea, de la que se apropió en 2014.
Para el analista Guido Larson, el jefe de Estado ucraniano intenta ganar tiempo ante las complicaciones de la guerra. Sin embargo, “es un ejercicio de ingenuidad por parte de él suponer que ese tiempo permitiría una entrada acelerada a la OTAN (...) Europa también trata de ganar tiempo pensando en alternativas distintas para terminar con el conflicto sin que involucre la entrada de Ucrania a la OTAN, aunque lo niegan y declaran de forma distinta, porque eso representa un riesgo existencial, dado el parámetro de cálculo de la Federación rusa”, señala.
Putin, por su parte, ha sido enfático en sus exigencias para terminar la guerra, las cuales repitió el pasado junio en una lista de condiciones: el retiro del Ejército de Kiev de todos los territorios ucranianos que Moscú se ha anexado, por lo que exige al país atacado que reconozca la "soberanía" rusa sobre esas regiones y el desistimiento de Ucrania del proceso para unirse a la OTAN. En otras palabras, rendirse.
Desde Rusia, pueden frotarse las manos tras las posibles ventajas que les representaría el gobierno de Trump para sus objetivos, pero no deben olvidar que el republicano es impredecible.
Por lo pronto, Joe Biden acelera la entrega de ayudas en armas para Ucrania antes de dejar la Presidencia y Trump advierte a Zelenski que debería estar preparado para llegar a un acuerdo porque “la guerra tiene que parar”, como aseguró el 17 de diciembre, cuando anunció que hablará con el mandatario ucraniano y con Putin.
Como futuro enviado para tratar de poner fin a la guerra, Trump eligió al teniente general retirado Keith Kellogg, quien ya subrayó como hoja de ruta privar a Ucrania de la ayuda en armas para forzar a una negociación/rendición con Moscú.
Mientras la expectativa sobre el curso de la guerra recae en las decisiones que tomará Estados Unidos, los ejércitos en combate se enfocan en capturar o mantener la mayor cantidad de territorios posibles, en un intento por mejorar sus posiciones frente a una eventual negociación.