Renzi, el ambicioso ‘desguazador’ de la vieja política en Italia

Perfil
El Mundo, 05.12.2016
Mónica Bernabé
Renzi, en un mitin en Florencia a favor del "sí" en el referéndum. TIBERIO BARCHIELLIEFE

Renzi, en un mitin en Florencia a favor del "sí" en el referéndum. TIBERIO BARCHIELLIEFE

  • El primer ministro, Matteo Renzi, logró llegar al Gobierno por su gran labia y promesas de renovación, pero sobre todo por su ambición desmesurada

Algunos lo consideran un "comunicador magnífico". En cambio, otros opinan que es un vendedor de sartenes, que en Italia significa ser un auténtico charlatán. De lo que no hay duda es que el primer ministro italiano, Matteo Renzi, habla por los codos. Y durante las últimas semanas, previas al referéndum constitucional, su verborrea ha ido a más. En la radio, en la televisión, en las redes sociales..., Renzi ha intervenido en todas partes. Es el primer ministro omnipresente.

Muchos achacan el afán de protagonismo de Renzi a su "ambición desmesurada", algo que él mismo ha reconocido y, además, con la cabeza bien alta. "Esperáis que desmienta esas palabras, pero no lo voy a hacer. Hay que tener una ambición desmesurada porque Italia no puede vivir los próximos años en una situación de incertidumbre", declaró en febrero de 2014, cuando asumió el cargo de primer ministro sin pasar por las urnas, y ni tan siquiera haberse sentado antes en un escaño en el Parlamento. Aunque suene surrealista. Aquél fue su primer salto mortal. El segundo, el referéndum constitucional de este fin de semana.

Hijo de Laura Bovoli y Tiziano Renzi, su padre fue concejal entre 1985 y 1990 por la Democracia Cristiana en Rignano sull'Arno, un pueblecito a 20 kilómetros de Florencia. Matteo Renzi estudió Derecho e inicialmente se dedicó al marketing, pero ya demostró ser avispado desde muy joven.

Con sólo 19 años, participó en la versión italiana del concurso de televisión La ruleta de la Fortuna. Entonces llevaba gafas y tenía cara de niño bueno, pero ya gozaba del mismo desparpajo que le caracteriza ahora y consiguió deshacerse de sus contrincantes y embolsarse 48 millones de liras, que no es poco: unos 25.000 euros. El dinero lo destinó a reflotar la empresa de su familia, que pasaba por malos momentos.

Pero lo que catapultó a Renzi no fue su paso estelar por la televisión, sino Florencia, su ciudad natal y a la que dedicó su carrera política hasta que se trasladó al Palacio Chigi, la sede del Gobierno. Entre 2004 y 2009, fue presidente de la provincia, y después alcalde de Florencia, ganándose la fama de ser el primer edil mejor valorado de Italia.

Entonces se hizo conocido por llegar en bicicleta a eventos públicos en Florencia, o por su manera casual de vestir y su imagen juvenil. Y sobre todo por lo que después fue su grito de guerra en diciembre de 2013 durante la campaña a las primarias del Partido Demócrata -la principal formación del centroizquierda italiano-, en las que arrasó y se convirtió en secretario general de la formación. "¡Il rottamare!", fue su eslogan, que se podría traducir algo así como "el desguazador" de la vieja clase política.

Y de esta manera, con su labia y promesas de renovación, Renzi logró que la dirección del Partido Demócrata votara a favor de precisamente enviar al desguace a su correligionario Enrico Letta -que encabezaba el Gobierno italiano desde hacía diez meses-, y que en su lugar se colocara él. En febrero de 2014 Matteo Renzi se convirtió en primer ministro de Italia, con tan sólo 39 años, y sin que ni un solo elector le hubiera votado.

Algunos le llamaron entonces "el Obama italiano". Otros lo compararon con una especie de Tony Blair en versión toscana. Sus enemigos, en cambio, siempre le consideraron una especie de pequeño Berlusconi encubierto, y el cofundador del populista Movimiento 5 Estrellas, el cómico Beppe Grillo, lo calificó de "carterista" y "Al Capone" por arrebatarle el poder a Letta.

Se puede decir que el referéndum de este fin de semana ha sido el primer encuentro directo de Renzi con las urnas y, en consecuencia, un plebiscito sobre su acción de Gobierno, por mucho que él ha insistido durante la campaña que la consulta no era sobre él, sino sobre la reforma de la Constitución.

Durante los casi tres años en el Ejecutivo -por cierto, todo un récord; la duración media de un Gobierno en Italia viene a ser un año, desde 1945-, el primer ministro ha impulsado proyectos arriesgados. Por ejemplo, uno que facilita la contratación y el despido de trabajadores, o la propia reforma constitucional: tan cacareada durante años, y finalmente tan polémica.

Casado con Agnese Landini, que es profesora de instituto, Renzi tiene dos hijos y una hija -Francesco, Emanuele y Ester-, se declara católico y los domingos va a misa. Aun así, su gobierno también aprobó este año una ley histórica de uniones civiles homosexuales, que fue un primer paso para sacar a Italia de su tan llamativo retraso en materia de derechos civiles.

Más de 160.000 personas han desembarcado en Italia este año, según la Organización Internacional para las Migraciones. Y una carta del Banco Central Europeo puso en evidencia que los bancos italianos, y en especial el Monte dei Paschi, tienen tal cantidad de créditos morosos que necesitarían capital extra. O sea, que las cosas no van tan bien como el primer ministro vocifera.

Renzi ya no viste de forma casual, sino con traje y chaqueta. Tampoco se mueve ya en bicicleta, sino en coche o avión. Y los medios de comunicación han dejado de publicar fotografías de él en plan guaperas, sino retratos en los que aparece con alguna mueca. Estos días se llegó a considerar que él también formaba parte de la vieja política y que debía ir al desguace.

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