Semejanzas

Columna
El Mercurio, 05.09.2017
Eugenio Tironi

La Presidenta Bachelet viene de cambiar a la totalidad de su equipo económico ante su protesta por la decisión del comité de ministros que rechazó el proyecto Dominga. Explicarse por qué lo hizo quizás ayude a comprender mejor la naturaleza de su liderazgo y el sentido de su gestión.

Había de partida un problema de autoridad. La instancia que correspondía, formada por varios ministros, había adoptado una decisión. Puede estar equivocada, puede haberse adoptado en forma atolondrada, sin dar tiempo para una negociación que hubiera permitido alcanzar un compromiso entre dos bienes, como son el crecimiento y el empleo, de un lado, y la protección medioambiental, del otro; pero la cuestión es que la resolución ya se había tomado y en un régimen presidencialista como el nuestro ella no podía ser impugnada por los subalternos so riesgo de debilitar gravemente la figura de la mandataria. Esto es lo primero.

La segunda consideración dice relación con la lógica que guía a la Presidenta de la República. Ella no buscó un segundo mandato para fomentar el crecimiento económico, y en función de ello proteger la inversión privada y estimular el mercado. Lo hizo para sacar a Chile del carril mercantilista, que a juicio de ella lo lleva a hipotecar su futuro. "¿No se da cuenta acaso que este empeño está teniendo efectos nefastos sobre el crecimiento?", le gritan desde la galería -o desde el palco, vaya uno a saber-. "¡Tant pis!", debe pensar en su fuero interno. "Para más crecimiento estaba Matthei; pero la gente me eligió a mí, y yo prometí exactamente lo que estoy haciendo: combatir las desigualdades que produce el mercado". Hasta podría agregar algo adicional: "si quieren más crecimiento, la solución está a la mano: voten por Piñera; lo que a mí me interesa es dejar instaladas o en tramitación legislativa las reformas proigualdad que prometí, y que ningún gobierno futuro podrá eliminar de una plumada".

Agrego una tercera consideración. ¿Alguien piensa que la aprobación del proyecto Dominga habría tenido algún impacto sobre las tasas de crecimiento o sobre la calificación de riesgo registradas bajo este gobierno? Supongo que nadie. Para la actual administración la suerte está echada. ¿Para qué entonces ensuciar su récord ambiental y despertar la ira de grupos nacionales e internacionales a los que la Presidenta tiene aprecio, adoptando una resolución cuyo efecto inmediato es nulo?

Voy ahora a la cuarta consideración. Es cierto que la popularidad del Gobierno y de la Presidenta Bachelet es mediocre, y que la coalición que la llevó al poder está dividida y desgastada y con escasas posibilidades de retener el poder. Es probable que esto obedezca a que las reformas proigualdad terminaron provocando más temor que entusiasmo y que la época en que el país crecía se recuerde con nostalgia. ¿Es este un motivo para echar pie atrás o sacar el pie del acelerador? No es lo que piensa la Presidenta. Ella está convencida de que aunque la gente hoy no comprenda el sentido de las reformas, mañana las van a agradecer. Ante semejante raciocinio, enarbolar el fantasma de la impopularidad es manifiestamente inoficioso.

Lo que viene de ocurrir muestra el talante de la Presidenta Bachelet. Defiende su autoridad, aunque sea algo rudamente. No se guía por las encuestas, pero sabe replegarse, girar y cambiar de elenco cuando las cosas van mal. Pero apenas las aguas se aquietan vuelve a su rumbo estratégico. Esta conducta no es fácil de comprender por el mundo civil, que siempre se ha confundido con ella; se la entiende mejor, seguramente, desde el mundo militar, donde ella se formó. Mal que mal de su seno surgieron no hace mucho figuras con rasgos bastante semejantes.

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