Opinión RedSeca, 07.09.2015 Mauricio Salgado Oyarce, sociólogo (U. Alberto Hurtado) con Ph.D en la Universidad de Surrey
Se estima que cada 14 días una lengua desaparece en el mundo. En lingüística, una lengua muere cuando el último hablante nativo de esa lengua fallece. Más de 7.000 lenguas podrían desaparecer del planeta para el año 2100, llevándose con su desaparición un importante cúmulo cultural, histórico e incluso evolutivo. En Chile hemos experimentado este proceso de desaparición de lenguas nativas con los recientemente extinguidos yámana y selknam. Parece interesante por tanto conocer el estado actual de aquellas lenguas nativas aún presentes en nuestro territorio. En esta columna, nos centraremos en la situación del mapudungun, la lengua nativa del pueblo mapuche.
El mapudungun tiene un lugar central para el pueblo mapuche. Diversos lingüistas y antropólogos han señalado que los mapuche recrean en su oralidad rasgos claves para la reproducción de su cultura e identidad. Por lo mismo, el mundo mapuche sitúa principalmente en el mapudungun su propia identidad étnica. En efecto, los resultados del estudio de opinión “Los Mapuche Rurales y Urbanos Hoy” (CEP, 2006) permiten concluir que el dominio de la lengua es el elemento más importante para definir a una persona como mapuche: un 57% de los mapuche encuestados declaró que es el dominio del mapudungun el que define a una persona como perteneciente a la etnia (en segundo lugar está la ascendencia: un 49% de los mapuche señala que los apellidos que una persona tiene lo definen como mapuche). ¿En qué estado lingüístico se encuentra el mapudungun hoy?
Según cifras oficiales, en Chile existen un millón y medio de personas que se declaran pertenecientes a la etnia mapuche. La estimación de la última encuesta CASEN 2013 totaliza en 1.321.717 la población mapuche. De ellos, un 71% vive en zonas urbanas. Un resultado poco feliz de la encuesta CASEN 2013 es que sólo una minoría de quienes se identifican con la etnia declara ser competente en el mapudungun. Sólo un 11% de los mapuche declaran hablar y entender el mapudungun; otro 11% declara solamente entender la lengua, y un 76% dice no hablarlo ni entenderlo. De este modo, entre los mismos mapuche, quienes dominan el mapudungun son una minoría.
La situación parece ser aún más dramática cuando observamos el dominio del mapudungun a nivel generacional y geográfico entre los mismos mapuche. En general, si las generaciones más jóvenes dominan su lengua nativa, la comunidad de hablantes nativos se sostendrá en el tiempo, y con ello, la lengua misma podrá sobrevivir. Por el contrario, si las generaciones jóvenes no dominan la lengua nativa, aún si las adultas lo hacen, entonces estamos ante una situación crítica respecto de la sobrevida de la lengua: ella estará destinada a desaparecer. Adicionalmente, la posición relativa en el continuo urbano-rural es muy importante, la que no sólo se refiere a si la lengua en cuestión se habla principalmente en un entorno rural o urbano –se ha observado que una lengua minoritaria o minorizada tiene menos posibilidades de sobrevivencia en una ciudad–, sino también al tipo de conexiones que puedan existir entre áreas urbanas y rurales relevantes, así como al uso que los hablantes hagan de dichas conexiones. En el Gráfico 1 hemos procesado los datos de la encuesta CASEN 2013 para conocer la situación actual del mapudungun entre quienes se declaran mapuche, según diferentes tramos de edad, y distinguiendo además entre los asentamientos urbanos y rurales de sus hablantes nativos.
Entre los mapuche, tanto la generación a la que pertenecen como su lugar de asentamiento son factores determinantes en el nivel de competencia lingüística del mapudungun: los mapuche de generaciones más adultas hablan mejor que los mapuche más jóvenes y las personas de residencia rural dominan de mejor manera el mapudungun que aquellas de residencia urbana. La falta de dominio lingüístico nativo de los mapuche más jóvenes y urbanos es particularmente dramática, pero la gradiente de menor dominio entre los mapuche rurales-jóvenes no es sustancialmente mejor.
La diferencia entre las zonas urbanas y rurales que se observan en el Gráfico 1 da pie, además, a múltiples prácticas de distinción y pugnas políticas entre ambos mundos. Foerster y Montecino señalan que el dominio del mapudungun por parte de los mapuche rurales se transforma en un elemento de distinción y pertenencia cultural tan fuerte que los mapuche urbanos lo experimentan como una discriminación al revés “que sufrían los(as) mapuches que habían nacido en la ciudad por parte de los mapuches rurales, quienes los(as) interpelaban por su mayor o menor conocimiento de la lengua.” (p. 129). En efecto, de acuerdo al estudio de opinión del año 2006, mientras que para los mapuche urbanos la pertenencia a la etnia se define primeramente por la ascendencia, reflejada en los apellidos (51%), para los mapuche rurales la identidad étnica está dada primeramente por el dominio de la lengua (64%).
Respecto de las prácticas que dicen relación directa con la transmisión del idioma indígena y, por lo tanto, con su porvenir inmediato, el estudio de opinión del año 2006 muestra las cifras más preocupantes de todas. De los mapuche urbanos que dijeron hablar mapudungun, sólo un 2,4% dijo hablarlo normalmente con niños pequeños, ya fueran propios o ajenos, en el lugar donde vivía. Incluso los mapuche rurales se comunican predominantemente en castellano con los niños de la zona: sólo un 15,9% dijo en esa encuesta utilizar el mapudungun.
De esta manera, el mapudungun es una lengua minoritaria que está siendo abandonada por un número sustancial de sus propios hablantes. La preferencia por la lengua mayoritaria, el castellano, es mayor en ciertos grupos que en otros, particularmente los más jóvenes y de zonas urbanas. Aunque las cifras no sean auspiciosas, no nos encontramos aún frente a una lengua moribunda, sino a un idioma cuyo estado de salud es, como lo sugirió Zúñiga, “crítico”: crítico en el sentido original de la palabra griega kritikós, “decisivo”, es decir, cuya sobrevivencia se decidirá en los próximos años, quizás en el transcurso de la próxima generación. Si no se hace algo que tenga un impacto importante, Chile continental habrá perdido su último idioma vernáculo en cuanto medio de comunicación vivo y engrosará las filas de objetos de museo.