Columna Página Siete, 14.11.2016 Agustín Saavedra Weise, economista, politólogo y ex diplomático boliviano
El pensador chino Sun Tzu (fallecido hace más de 2.500 años) demostró cualidades de inteligente y cruel cinismo. Divulgó muchas de sus ideas en diversos escritos, entre ellos el popular Arte de la Guerra, muy citado en los últimos años y promocionado -al mejor estilo de Hollywood- por varios films que tuvieron gran popularidad. El núcleo de la filosofía de Sun Tzu sobre la guerra descansa en dos principios:
a) Toda lucha se basa en el engaño;
b) Lo ideal es el vencer sin desgaste de fuerzas propias.
Si consideramos que en cualquier tipo de conflicto lo importante es aniquilar al oponente y lograr anular su voluntad, existen al efecto varias estrategias posibles. Por lo general, se cree -erróneamente- que en toda lucha los medios tienen que ser violentos y no caben complacencias.
Sin embargo, lo realmente inteligente es intentar destruir al contrario sin necesidad de usar la fuerza, utilizando esquemas no violentos que penetren en la mente del rival y lo debiliten. A un pueblo sano o a un grupo "x” normal se sugiere tratar de "enfermarlo psíquicamente” para minar su voluntad.
Unos cuantos chismes o intrigas, incrustados con habilidad en la testa de los contrarios, ya pueden iniciar el proceso… Y tal cosa se puede hacer hasta en plena paz si es que se aplican las premisas de Sun Tzu, cuyo objetivo básico radicaba en la desmoralización y en la pérdida de la capacidad volitiva del oponente, trátese de una comunidad, un ejército, una empresa, equipo deportivo, partido político o de una simple persona.
Según el célebre tratadista chino y a fin de poder triunfar en el campo psicológico, deben ejecutarse eficazmente estas diez reglas:
1) Descomponed en el ámbito de vuestros enemigos todo lo que sea bueno;
2) Poned en ridículo a sus dioses y arrastrad por el lodo todas sus tradiciones;
3) Socavad por todos los medios el prestigio de sus clases dirigentes; complicadlas, toda vez que sea posible, en negocios turbios y exponedlas en el momento oportuno a la vergüenza;
4) Sembrad discordia y desunión;
5) Obstaculizad por todos los medios la labor de las autoridades;
6) Ubicad por doquier a vuestros soplones;
7) No rehuyáis la colaboración de nadie, ni siquiera de las criaturas más viles y repugnantes;
8) Perturbad en cuanto podáis la educación y el aprovisionamiento de las fuerzas enemigas. Socavadle la disciplina para erosionar su voluntad de luchar;
9) No escatiméis promesas, ni dinero ni regalos, porque todo ello reditúa ricos intereses;
10) Usad siempre el engaño para desconcertar al adversario y confundirlo hasta quebrantarle su espíritu y su capacidad de luchar.
Mientras la prístina ética oriental de Confucio buscaba aclarar conceptos acerca de equilibrar y purificar el alma, llevándola a esferas superiores de comprensión, he aquí que los métodos de su compatriota Sun Tzu buscaban lo opuesto. En efecto, la guerra psicológica -pugna no violenta en función de las consignas de Sun Tzu utilizadas con sagacidad- hace que el contrario abandone valores sustanciales y quede confundido o engañado. Al destruir la moral colectiva e individual del enemigo, se lo vence mentalmente; hasta es posible rendirlo sin violencia y se logra la victoria ideal: ganar sin combatir.
"Confundid al pueblo y su destino quedará en vuestras manos”. Algo de eso vemos actualmente acá y en muchas latitudes. Aunque en este siglo XXI estamos muy lejos de la época que vivió Sun Tzu, está visto que sus implacables premisas siguen siendo utilizadas.