Tratado de Asunción: el principal tema de discordia actual en el Mercosur

Columna
Infobae, 26.03.2021
Felipe Frydman, economista, ex embajador argentino y consultor del CARI
La reforma del principio de negociar en conjunto, como piden Brasil, Uruguay y Paraguay, demandaría la redacción de un nuevo Artículo 1°

El Tratado de Asunción cumple 30 años el 26 de marzo. La celebración presencial entre los presidentes ha quedado reducida a un encuentro virtual. El cambio es el reflejo de la importancia que cada país le asigna al Mercosur. El formato elegido, más allá de las excusas de la pandemia, es una forma de bajar el nivel del evento ya que el tratamiento de los temas estará acotado por las limitaciones del formato. La virtualidad no ha podido superar todavía la importancia del diálogo personal para hallar los consensos.

El Tratado de Asunción contiene cuatro objetivos en su Artículo 1°: libre circulación de bienes, servicios y factores productivos, arancel externo y política comercial externa comunes, coordinación de políticas macroeconómicas y armonización de las legislaciones en las áreas pertinentes. La política comercial externa común pareciera ser el principal tema de discordia entre los miembros dejando en un segundo plano los otros puntos a pesar de la relevancia para el funcionamiento real de un mercado único.

La modificación del principio de negociar en conjunto, como piden Brasil, Uruguay y Paraguay, demandaría la redacción de un nuevo Artículo 1° para actualizar los objetivos debiendo necesariamente someterlo a la aprobación legislativa de cada país. La discusión parlamentaria no podría ignorar que durante estos treinta años nada se ha hecho en materia de coordinación de políticas macroeconómicas y que la libre circulación de bienes y servicios todavía está sujeto a los cambios de humor de las autoridades y presiones sectoriales.

La apertura de la discusión legislativa, si bien no deja de ser un procedimiento engorroso, permitiría conocer si el Mercosur continúa siendo una política de Estado conteniendo los cuatro principios indicados o si la algarabía de pertenecer a un acuerdo de integración regional es solo un reflejo automático que ningún país está interesado en cumplir más allá de las declamaciones. La coordinación de las políticas macroeconómicas pareciera irrealista ante las orientaciones disímiles que trascienden la situación coyuntural y que responden a visiones diferentes sobre las políticas de desarrollo.

La reforma del Tratado de Asunción para adaptarlo a la realidad de las políticas actuales no implica quebrar la relación con Brasil, Paraguay y Uruguay que tienen sus propios andariveles bilaterales por fuera de la normativa del mercado común. Entre ellos podría citarse la política energética, la cooperación nuclear, recursos hídricos, transporte fluvial e incluso el sector automotriz.

El comercio entre los países miembros del Mercosur ha perdido importancia a medida que los países han primarizado sus economías como consecuencia de los cambios en la economía internacional, y en especial por la irrupción de China y del Sudeste Asiático como proveedores de manufacturas intensivas en mano de obra y tecnología media. En 2019, la Argentina exportó al Mercosur el 14% del total de sus exportaciones por 65.115 millones, de los cuales el 35% correspondió al rubro vehículos terrestres que está por afuera de la normativa de integración. Las exportaciones argentinas al Mercosur solo representaron en realidad el 9,2% del total exportado. Esa situación se repite para Brasil cuyas exportaciones al Mercosur representaron el 6,7% del total y solo el 5% bajo las reglas comunitarias. Si bien el Arancel Externo Común implica un sesgo a favor del comercio intrazona, el beneficio para las exportaciones agro industriales es insustancial por su alto nivel de competitividad.

La revisión del Tratado de Asunción es un tema embarazoso pero no mucho más que sostener objetivos que ningún miembro está dispuesto a respetar y que solo sirven para aumentar el nivel de conflictividad. La comunidad internacional hace la misma lectura. Las opciones no son muchas y demandaría un intercambio franco sobre las expectativas para mejorar la inserción regional e internacional. La elaboración de un proyecto de reforma y su elevación para la discusión parlamentaria en los cuatro países podría ser el medio para replantear el apoyo al Mercosur, develar el compromiso real de las partes con el proceso de integración productivo tanto a nivel regional como latinoamericano y reiniciar una nueva etapa.

En una reciente conferencia virtual con Fondos de Inversión, el presidente Alberto Fernández mencionó las oportunidades que brinda la Argentina en la explotación de shale gas (Vaca Muerta), litio y agroindustria, donde aspira a convertirse en un proveedor de alimentos para el mundo. La elección de estos rubros indicaría que el Gobierno asumió que el modelo futuro del país está en la explotación de los recursos naturales o de las ventajas comparativas, para ponerlo en términos económicos.

La afirmación del presidente Fernández implica un reconocimiento del proceso seguido en América Latina a partir de los años 90 coincidiendo con la aparición de China en el mercado mundial como exportador de manufacturas intensivas en mano de obra primero, y de tecnología media y alta en las etapas posteriores. Según el Banco Mundial, la participación del PBI industrial creció desde el 30% en 1965 hasta el 38% en 1990 para iniciar su caída al 24% en 2019. Brasil pasó del 30% al 42% y 18% en el mismo período. México tuvo una disminución atenuada con motivo de las inversiones recibidas para exportar a los Estados Unidos; alcanzó el 32% en 1993 y el 31% en 2019. La Argentina se deslizó del 48% en 1965 al 23% en 2019 a pesar de los reiterados discursos en favor de mantener una estructura industrial.

Los cambios en la estructura productiva también se explican por los cambios tecnológicos, tanto en el agro como en la industria, y el crecimiento del sector servicios al mejorar el acceso al consumo de bienes terciarios en los últimos treinta años. El sector servicios en América Latina pasó del 47% en 1965, 49% en 1990 y 60% en 2019.

El cambio estructural se refleja en la estructura del comercio exterior. En 2019, la Argentina exportó al Mercosur el 14% del total de exportaciones por 65.115 millones, de los cuales el 35% correspondió al rubro vehículos terrestres, que está por afuera de la normativa de integración. Las exportaciones argentinas al Mercosur solo representaron en realidad el 9,2% del total exportado al mundo poniendo en perspectiva la importancia del mercado común. Esa situación se repite para Brasil cuyas exportaciones al Mercosur representaron el 6,7% del total y solo el 5% bajo las reglas comunitarias.

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