Últimas movidas diplomáticas en el Indo Pacífico

Columna
El Mostrador, 07.05.2023
Juan Pablo Glasinovic Vernon, abogado (PUC) y exdiplomático

Como sabemos, el Indo Pacífico no solo concentra el mayor porcentaje del PIB mundial, también la mayor cuota de la población global y de poder militar, con las dos potencias principales: Estados Unidos, China y varias otras de segunda línea como India, Japón, Corea del Sur, Australia. Por eso, aunque la zona está en relativa calma, producto en parte de la competencia entre ambas potencias, pero también considerando la escabrosa historia reciente entre varios de los países del área, subyacen ahí las principales amenazas a la paz y la posibilidad de un conflicto mundial.

Los romanos solían decir “si quieres la paz, prepárate para la guerra” (Si vis pacem, para bellum) y esto está siendo replicado concienzudamente por toda la región. Hay una carrera armamentística en el Indo-Pacífico. El creciente enfrentamiento geopolítico entre China y Estados Unidos, unido a la invasión rusa de Ucrania, están empujando a los gobiernos de la región a aumentar el gasto militar, lo que se ha convertido en un círculo vicioso. Según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), el año 2022, Estados Unidos destinó USD877 mil millones mientras China gastó USD292 mil millones. Entre Estados Unidos, China y Rusia, el año pasado representaron el 56% del gasto militar global.

El gasto militar combinado de los países de Asia y Oceanía fue de 575.000 millones de dólares. Esto supuso un 2,7% más que en 2021 y un 45% más que en 2013, dando continuidad a una tendencia al alza ininterrumpida que se remonta al menos a 1989.

El gasto militar de Japón alcanzó los 46.000 millones de dólares el año pasado. Fue el nivel más alto de gasto militar japonés desde 1960. Una nueva estrategia de seguridad nacional publicada en 2022 establece planes ambiciosos para aumentar la capacidad militar de Japón durante la próxima década en respuesta a las crecientes amenazas percibidas de China, Corea del Norte y Rusia.

Pero junto con la inversión individual en defensa, la diplomacia en la región ha estado muy activa. Sin excepción, las partes están tratando de mejorar su posición frente a los potenciales enemigos, especialmente las potencias y países de segundo orden que tienen que mantener un equilibrio entre Estados Unidos y China.

En estas últimas semanas podemos destacar varios hitos que se refieren a esta dinámica.

En primer lugar, debemos mencionar la visita del presidente de Corea del Sur Yoon Suk-yeol a Washington la semana pasada. Esta fue su primera visita de estado a Estados Unidos, donde fue agasajado por el presidente Biden y se dirigió al Congreso Pleno, entre otras actividades de alto nivel, además de obtener una reiteración de la garantía del paraguas nuclear defensivo por parte de Estados Unidos.

Esta visita culmina un período de distanciamiento entre las partes que fue impulsado por la postura aislacionista del presidente Trump. Por su cercanía geográfica con China y su alta dependencia del comercio con ese país, además del factor norcoreano, sin un poderoso contrapeso como el de Estados Unidos, Corea del Sur quedaría irremediablemente en la órbita china (como lo ha sido en buena parte de su historia). Por eso, en estos últimos años, los surcoreanos han activado su política en la macrorregión, buscando tejer una red de alianzas que le permita atenuar el retiro de Estados Unidos. En esa línea destaca su acercamiento a India y Vietnam.

Pero el cambio de política exterior norteamericana con Biden que ha buscado recuperar y fortalecer sus alianzas tradicionales y constituir otras, así como la invasión a Ucrania y una China y una Corea del Norte cada vez más belicosas, han vuelto a acercar a los dos países. Estos cambios también explican el acercamiento del presidente Yoon a Japón.

Durante su estadía en Washington, Yoon dio explícitas señales de alineamiento estratégico con Estados Unidos, lo que constituye una victoria para Biden, al menos temporal. Mantener ese alineamiento dependerá en buena medida de la consistencia en la política norteamericana y de la permanencia de su compromiso para amparar militarmente a su aliado. Un triunfo republicano en las elecciones del próximo año podría erosionar estas bases y sin la certeza de una firme alianza, Corea del Sur quedaría muy expuesta frente a China y podría distanciarse definitivamente de Estados Unidos.

En este último tiempo también, las relaciones entre Corea del Sur y Japón, que venían experimentando una inusual acritud dentro de su complejidad, se han ido recomponiendo. Nuevamente la motivación es la misma: el temor a China.

El tema de la Segunda Guerra Mundial y los crímenes cometidos por los japoneses contra Corea, especialmente con la utilización de mujeres como esclavas sexuales y civiles como trabajadores forzados, revivió con fuerza hace pocos años desatando una nueva crisis. En 2018 la Corte Suprema de Corea del Sur reconoció el derecho de algunas víctimas de trabajos forzosos a recibir indemnizaciones por parte de la acería Nippon Steel y la división de industria pesada de Mitsubishi.

Las dos empresas japonesas se negaron a acatar el fallo, amparándose en que el tema fue zanjado entre ambos países en 1965 con un acuerdo general de compensaciones por parte de Japón, con un agregado indemnizatorio de 2015 referido a las esclavas sexuales. Sin embargo, este tema histórico muy resentido por la población coreana se volvió a gatillar con el fallo y la negativa de las empresas, tensando las relaciones entre ambos países.

En represalia, el gobierno nipón impuso controles a la exportación a Corea del Sur de tres materiales clave para la fabricación de chips y pantallas y eliminó a su vecino de su lista de socios comerciales preferentes. Las sanciones niponas fueron respondidas por otras de Corea del Sur.

Ante la mayor asertividad de China en la región, así como por el recambio de autoridades en ambos países, las posiciones se fueron acercando y en marzo de este año, las partes acordaron levantar las sanciones. Además, ese mismo mes el presidente Yoon viajó a Tokio y anunció a los japoneses que su país se haría cargo de la indemnización adicional a las víctimas. En retribución a dicha visita y del buen clima que se ha ido generando entre los dos gobiernos, este fin de semana se producirá la visita a Seúl del primer ministro nipón Kishida, acompañado de su esposa.

Para Japón es muy importante estar en buenos términos con Corea del Sur, lo que Estados Unidos también ha alentado, entendiendo que en Asia del Este ambos países son fundamentales para una estrategia de contención de China.

En esta dinámica de convergencia, el primer ministro Kishida ha invitado al presidente surcoreano a participar de la cumbre del G7 que tendrá lugar en Hiroshima entre el 19 y 21 de mayo (a la cual también está invitado el presidente de Brasil). Ahí espera mostrar un frente común en los diversos temas con este país, además de tener en paralelo a la cumbre, una trilateral Estados Unidos, Japón y Corea del Sur para profundizar la coordinación entre estos aliados.

Finalmente, esta semana y casi inmediatamente después de la visita presidencial surcoreana, viajó a Estados Unidos el presidente filipino Ferdinand Marcos Jr., cuyo plato fuerte fue la reunión con Biden. En este encuentro Biden ha reafirmado la plena vigencia del tratado de defensa mutua suscrito entre ambos gobiernos en 1951, que obliga a Estados Unidos a intervenir en caso de un ataque contra las fuerzas filipinas. Los dos presidentes han pactado también una serie de medidas para incrementar la cooperación militar.

Este acercamiento marca una diferencia con el período de Duterte, quien trató de acercarse a China pensando que ello le iba a redituar más beneficios, sin resultado. Al contrario, los roces con este país por sus reclamaciones en el Mar del Sur de la China se han ido incrementando, lo que ha empujado a Marcos Jr ha buscar el apoyo de Estados Unidos. Por su parte, esta nación ve a Filipinas como un aliado estratégico por su cercanía geográfica con Taiwán y porque en caso de un intento de invasión por parte de China, podría apoyar su defensa tanto desde islas japonesas como desde el archipiélago filipino.

En suma y al menos en los últimos meses, Estados Unidos parece llevar ventaja en la partida del realineamiento regional, aunque sea recuperando terreno con los que se consideraban aliados tradicionales. Japón y Corea del Sur también han logrado aunar un entendimiento con una posición común frente a China, lo que es indudablemente beneficioso para ambos y podría abrir una nueva dinámica bilateral en materia de seguridad.

La gran pregunta pendiente es cuál será el impacto de las próximas elecciones norteamericanas en todo este esquema. La partida sigue.

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